Darkness • Starco •

I

Las alas quedaron extendidas bajo aquella luz de la luna que atravesaba la ventana. No eran alas perfectas, parecían estar rasgadas, dañadas. La córnea de sus ojos eran negros y sus iris rojos como rubíes, era como si el más brillante rubí se iluminase entre la penumbra. Era lo que más resaltaba. Eran preciosos. No obstante, lo seguirían viendo de la misma manera; un monstruo.

Siquiera sabía qué año era, no sabía si ya había pasado un siglo o varios.
Se sentía atrapado.

De igual manera no tenía hambre o le urgía hidratarse. No. Él no era de este mundo, venía del mas allá, los entes malignos no necesitaban comer ni beber, les bastaba con absorber las energías oscuras y malvadas que se hallaban en la tierra de los vivos. Los seres humanos que habitaron la tierra hace millones de años.

Solo conocen maldad.

Las cadenas hacían ruido cada vez que realizaba un movimiento, resonaban en todo el calabozo, parecían quemarle las muñecas, agradeció que no le quitasen la máscara de calavera que tenía puesta, pues decían que si le quitaban la máscara estarían muertos con solo ver su cara. Obviamente no van arriesgarse a ver la muerte a la cara, era un buen ataque con respecto a los humanos.
Todo con respecto a la muerte, a ellos les aterra, a pesar de que es la realidad, que la vida tarde o temprano acabaría.

Su cabello quedó despeinado, llevaba días, meses, o quizás años allí.

Se rodeó con sus alas ya que el frío de la noche se presentaba y al menos mantenía su calor corporal dentro, sin oportunidad de escapar. Agradeció que tampoco vieran sus alas, o sino se las cortaría.

No solo él es un ser maligno, sino los mismos humanos, hay demonios que habitan en nuestro interior. Nosotros realizamos males, todos son capaces de hacerlo, solo que hay personas que reconocen lo que está bien y lo que está mal. Pero eso a ellos les satisfacía.
Les permitia vivir a estos seres del infierno.

Suspiró.

Cerró los ojos, pero un repentino sonido de llave entrando en la cerradura lo obligó a reaccionar y escondió sus alas en un ágil movimiento.

La puerta de metal se abrió y la silueta de hombres con hombros anchos se mostraron ante él. Sabía de quién se trataba. Un hombre de baja estatura quedó en medio de sus hombres, barba rubia al igual que el cabello, de iris azules y de traje elegante. Era de las personas mas ricas del pueblo de Mewni.

Bajó las escaleras de adoquín hasta plantarse delante de él. Su mueca mostraba repugnancia, el olor era desagradable dentro del calabozo. Más al ver al demonio con aspecto humano.

—Vaya, creo que todo el pueblo pagaría por verte. Pero conociendo a esta gente inútil seguro saldrían corriendo. ¡Pánico en todas las calles! —su voz produjo un eco, al ente le molestó.—¿De casualidad tienes nombre? —no contestó.

—¿Por qué contestarle a usted, viejo? Usted no es mi jefe—su voz delataba firmeza y confianza—Señor River Butterfly. —el monarca expandió los ojos que se les quedaron pegados en los párpados. Los escoltas murmuraron entre ellos fasinados.

—¿Cómo...

—Oh, déjeme explicarlo —interrumpió —Nosotros conocemos a todos de los que viven en la tierra de los vivos ya que todos han hecho algún otro mal, sin embargo, conocemos a aquellos que hicieron perversidades de alto grado que nos permite vivir. La maldad de los humanos, es eso lo que nos hace inmortales.  —clavó su vista en los iris azules del rey  —Podría nombrar a todos sus familiares si quisiera, pero usted ha acabado con personas. Pulgar abajo, decatipar a todos los que quería, eso es perverso, incluso si está de mal humor. —pausó para recordar—Personas acusadas por brujería —continuó — sin piedad de los niños pobres que roban algo para calmar su hambre, no importa que acto de robo o asesinato u la intensidad que tienen al cometerlos, como usted tiene el poder y puede hacer lo que quiera, como dejar a su pueblo al borde de la pobreza mientra usted disfruta de sus riquezas. Muertos.