Takeshi, el idiota

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Takeshi no podía dejar de pensar en lo extraño que era ser seguido por un Pokémon, algo que nunca había imaginado que le sucedería. En cada intento por ahuyentar a la criatura, parecía acercarse más.

—Shuu —murmuraba, esperando que se fuera.

La pequeña Ralts, sin embargo, no entendía. Se limitaba a observarlo con sus grandes ojos curiosos.

La noche ya había caído, y Takeshi no tenía idea de qué hacer con la pequeña criatura. En ese momento, Nestor, su hermano, regresó a casa.

—Si fuera tú, la adoptaría —comentó Nestor, con una sonrisa ladina—. Si lo haces, podrías recuperar algunas de las cosas que te quité. Incluso te daría algo de dinero para mantenerla.

Takeshi lo miró, desconcertado.

—Sabes que no me gustan los Pokémon. Lo sabes mejor que nadie.

—Pero... ¿videojuegos? —replicó su hermano, con una expresión burlona—. ¿Animes? ¿Incluso dinero? Piénsalo.

Takeshi lo dudó, sabía que su hermano no estaba bromeando, pero la idea de cuidar de un Pokémon le resultaba absurda.

—¿De verdad crees que soy capaz de cuidar a uno? No me hagas reír.

—Solo si te lo propones. Piensa en ello. Volveré la próxima semana para ver qué decides.

Takeshi no respondió, pero se quedó pensando mientras Nestor se alejaba. Era ya de noche, y tras una larga reflexión, decidió dejar a la Ralts afuera. Se fue a su habitación, creyendo que lo mejor era ignorarla.

Lo que Takeshi no había previsto era lo que sucedería después. Toda la noche, la pequeña Ralts comenzó a emitir suaves sonidos, llamando su atención, mientras él intentaba conciliar el sueño.

"¿Por qué sigue haciendo esos ruidos?" se preguntaba desesperado, ya con los audífonos puestos y la música a todo volumen.

—Déjame entrar, solo por esta noche —escuchó en su mente, pero no comprendía cómo era posible.

Sorprendido, Takeshi se dio cuenta de que aún podía oírla a pesar de los audífonos. La criatura se comunicaba telepáticamente con él, algo que no había considerado posible. No fue una noche tranquila para él, y despertó al día siguiente con grandes ojeras, agotado y malhumorado.

Además, para su desgracia, los vecinos también lo reclamaron por los ruidos de la noche anterior. Aún aturdido, Takeshi se dejó caer en el sofá, meditando sobre lo que su hermano había dicho y lo que la llegada de la pequeña criatura había traído consigo.

Mientras pensaba en soluciones, una idea surgió en su mente. Podía deshacerse de ella. Pero, ¿cómo? Regalarla no era opción; los niños de hoy solo querían videojuegos. Venderla era ilegal, y mucho menos en el mercado negro. Decidió que lo mejor sería llevarla al bosque más cercano y dejar que la naturaleza se encargara de ella.

 Decidió que lo mejor sería llevarla al bosque más cercano y dejar que la naturaleza se encargara de ella

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Tomó el transporte público y, al llegar a un bosque cercano, dejó a la pequeña Ralts allí. Corrió de vuelta al transporte, convencido de que había hecho lo correcto.

Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho. Esa noche, ya en su casa, Takeshi empezó a sentirse culpable. "¿Por qué me siento mal?", se preguntaba. Intentó ahuyentar esos pensamientos, pero la sensación persistía.

Al día siguiente, todo parecía haber vuelto a la normalidad. No hubo reclamos de los vecinos y el ambiente en casa era más tranquilo. Decidió dedicarse a su proyecto de investigación, el cual, irónicamente, trataba sobre la especie de Pokémon a la que pertenecía Ralts. Durante la búsqueda, el asistente de voz de su computadora se activó por error.

—Esta especie de Pokémon, especialmente los Gardevoir, son conocidos por proteger a su entrenador, incluso si su vida está en peligro. Tienen la habilidad de sentir las emociones de su entrenador. Si un entrenador abusa de ellos física o mentalmente, seguirán protegiéndolos a pesar de todo.

Al escuchar aquello, Takeshi se quedó paralizado. Un profundo arrepentimiento lo invadió.

—¿Qué demonios hice? —murmuró, horrorizado por lo que había hecho.

Sin pensarlo dos veces, salió corriendo hacia el bosque donde había dejado a Ralts. Al llegar, buscó frenéticamente, pero no encontró ni rastro de ella. Desanimado, regresó a casa con el corazón pesado, lamentando lo ocurrido.

Al llegar, algo inesperado lo aguardaba. En la entrada de su casa, Ralts lo esperaba, débil y enferma.

 En la entrada de su casa, Ralts lo esperaba, débil y enferma

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—No puede ser... —murmuró, sintiendo un profundo pesar.

Sin perder tiempo, Takeshi la llevó al centro Pokémon más cercano, donde esperó largas horas mientras la atendían. Con los ojos llenos de preocupación, se preguntaba cómo había podido hacer algo tan cruel.

—¿Mi buena acción del día? —susurró, con dudas sobre sí mismo y lo que representaba esta extraña relación que había comenzado sin querer.

Un pokemon en mi vida (Resubido)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora