¿Tutores?

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Capítulo 3

¿Tutores?

Tic tac, tic tac, tic tac…

        El reloj de la habitación retumbaba en mis oídos, acelerando mi corazón con cada minuto que pasaba.  Todos dormían, a las diez debíamos de estar en la habitación y a las diez y media la academia se sumía en la penumbra, iluminada sólo por las luces de emergencia y la luna.

        Salí de mi cama, un poco grogui y adormilada. Tenía unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes que a penas llegaba a cubrirme el ombligo. Intentando hacer el menor ruido posible, continué mi rumbo hacia la azotea, que hasta ahora no había podido visitar. El calor estaba empezando a marearme, el vapor me asfixiaba y la frente me goteaba, consiguiendo así, acelerar mi paso para llegar a arriba y respirar aire fresco. Me encontraba en la tercera planta, sólo tenía que subir unas pocas escaleras, pero entre el calor y el sueño se me hicieron eternas. Finalmente encontré la puerta, identificada con un gran letrero en dónde ponía ‘’Azotea’’ abrí la puerta y una ráfaga de aire frío recorrió mi cuerpo, llenándome de placer. Al principio me costó indentificarle, pero pude ver como una oscura figura se alzaba al borde de la barandilla, estaba de espaldas, pero su pelo castaño y su cazadora negra eran inconfundibles. Al notar mi presencia se dio la vuelta y sus grandes ojos verdes, me miraban expectantes.

 -Has venido.- dijo en un susurro.

 -¿Por qué no habría de venir?-

 -No sé, pensaba que me odiabas.- continuó, bajando la mirada.

 -No te odio Eric, simplemente me molestó tu repentino cambio conmigo. Pensaba que por fin había conocido a alguien que me entendía.- respondí algo frustrada.

 -Es que, no sé cómo, aj, no sé si...vale déjalo.- noté como sus mejillas empezaban a enrojecer, mientras intentaba explicarme algo que a mí parecer resultaba inexplicable.

 -¿No sabes cómo hacer el qué?- pregunté, intentando ayudarle.

 -No sé ligar, ¿vale? Por muy tonto que suene, se me dá fatal hablar con las chicas, sobretodo si me gustan.-

        La vista desde arriba era maravillosa, las luces de la ciudad adornaban la noche y la luna brillaba, desprendiendo su increíble belleza. Tenía la piel de gallina y mis brazos, cruzados, protegían mi cuerpo casi desnudo.

 -Eric, no sé que decir….- solté después de unos minutos en silencio.

 -No hace falta que digas nada ¿vale? Sé que te parecerá una locura porque nos hemos conocido hace unas pocas horas pero, me gustas, más que como una amiga.-

        No sé si fue su increíble valentía o mis ganas de acercarme a él, pero lo único que sé es que terminé con mis brazos colgados de su cuello, mis pies de puntillas y nuestros labios compartiendo un único secreto. Sus brazos se cerraban en mi cintura y sus dedos me acariciaban lentamente, haciéndome  sentir como la electricidad chisporroteaba entre nuestros cuerpos. Mis manos estaban apoyadas detrás de su cuello, nuestras narices rozándose y nuestra respiración acelerándose.

 -Te veo mañana en el desayuno.- dije, desprendiéndome de sus labios y de su abrazo.

 -Buenas noches, Sara.-  concluyó con una sonrisita saliéndole de la comisura de los labios.

        Caminé a toda velocidad con una adrenalina que probablemente no me dejaría dormir en toda la noche. No me importaba, no me importaba en absoluto, confiaba en que el cosquilleo que recorría mi cuerpo me mantendría despierta dos días más si hacía falta.

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