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                    Verme seducida y complacida por parte de Joe me hizo replantearme quien era yo realmente, que sentía yo realmente, y por supuesto, que quería yo realmente.

Anoche bebí alcohol seco sin miedo a olvidar mi nombre. Y no fue lo que ocurrió. Joe y yo anduvimos por la gigantesca casa de AJ, quien al ver a Joe reparo en decirle que no se preocupara por su hermana, que Abby estaba en buenas manos y que era la mujer más bonita que había conocido. También le pregunto si necesitaba algo, y como era de esperarse, Joe hablo a solas con él.

Media hora después nos habíamos encerrado en la habitación de huéspedes de AJ.

Joe traía consigo lo que restaba de la bebida Eléctrica y tranco con llaves la habitación. Estuvimos unos 30 minutos o más compartiendo besos y caricias no muy pacificas las cuales él alego que siempre había deseado hacer conmigo. Nadie nos estaba viendo, nadie nos esperaba, eran aproximadamente las 12 de la noche o un poco más y yo comencé a desvestirlo.

Nunca pensé que perdería mi virginidad en una habitación ajena, un miércoles por la noche en medio de una fiesta de cumpleaños. Joe utilizo preservativo y como siempre lo soñé, mi primera vez con Joe había sido increíble. Él se levantó a eso de las 3 de la madrugada y comenzó a besarme otra vez. Yo me sentía ansiosa, era una sensación que jamás creí que podría llegar a tener. Le pedí que volviéramos a hacerlo.

Por la mañana, me levanté con su rostro apegado al mío. Su rostro era el más hermoso que yo había visto. Sus ojos café oscuro se encontraban escondidos debido a sus párpados cerrados. Sus pestañas largas y espesas se veían como hechas en un salón de belleza, sus labios rosados, su piel oscura y tostada. Todo era perfecto.

Hasta que miré el sol querer escabullirse a través de las cortinas y me asusté. Yo recordaba todo acerca de esa noche, la bebida Eléctrica se encontraba a la misma altura en la que la habíamos dejado al subir a la habitación y mi celular no tenía mensajes ni llamadas perdidas, solo anunciaba una cosa alarmante: las 5 de la mañana.

—¡Joe..! —comencé a removerlo.

Él no quería levantarse, al contrario, envolvió mi cintura en sus gruesos brazos y escondió su rostro en mi hombro. Mire su espalda, estaba marcada por unos infantiles rasguños que yo ocasioné con intención. También tenía algunos chupones que yo le había dejado en su pecho, su abdomen y su espalda. Yo en cambio, tenía grandes chupones que se habían tornado morados, uno en la parte interior del muslo derecho, otro en el seno izquierdo, y otro en el cuello, el más visible de todos, sin hacer contraste con el ya cada vez más morado del hombro.

—¡Joe..! —llamé de nuevo.

—¿Uh?

—Son las 5 de la mañana.

Él pareció levantarse. Luego refunfuñó y negó querer hacerlo, y se quedó mirando el techo.

—Anoche...—intento hablar, pero al parecer no consiguió palabras.

—Estuvimos juntos. —le recalque.

El asintió con una sonrisa, y tiro de mí para volver a abrazarme.

—Te quiero. —me susurro en medio de un corto beso que compartimos.

Yo no respondí. No sabía cómo hacerlo. Él me quería, pero yo lo amaba. Y esa era la maldita y asquerosa balanza a la que siempre me referí antes de entregarme a él: que nunca me vería como yo lo veo. Siempre estaría más de mi lado que de él: su lado derecho de la balanza se rebosaba de mi amor y cariño, mientras que mi lado siempre permanecía vacío. Ahora ya nos habíamos acostado juntos y simplemente el hecho me desvariaba. ¿Ahora que se supone que haría? ¿Olvidarlo? ¿Aceptar que no me corresponde de la misma manera que yo a él?

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⏰ Última actualización: Jan 25, 2019 ⏰

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El efecto Rebeca.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora