Uno más para la señora Hudson

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Extra

La señora Hudson lava tranquilamente los utensilios con los que había preparado su, seguramente olvidado por los señores, desayuno. La señora Hudson es muy conocida entre los señores de la casa como una mujer de invaluable paciencia, la señora Hudson siempre soporta la música del violín a las tres de la mañana, pues si bien es una fanática del instrumento, lo único que la señora Hudson espera hacer a las tres de la mañana, es dormir.

Desde luego, los disparos y los pasos presurosos sobre su techo ponen a prueba los deseos de la señora Hudson de poner tranquilizantes en los tés que los señores toman en la cena. Sin embargo, al fin y al cabo, la señora Hudson es incapaz de hacer algo como eso.

Varias veces también la señora Hudson ha escuchado explosiones y objetos duros como roca partiéndose en miles de pedazos contra su piso. Y no, la señora Hudson no ha pronunciado queja alguna, por más que realmente quisiera hacerlo. Justo como ahora, la señora Hudson no podría contar las veces en las que sonidos indescifrables escapaban del cuarto del doctor Watson. Por supuesto cabe mencionar, el sonido ahora es ligeramente más fuerte.

Y la señora Hudson no puede evitar preguntarse nuevamente qué es lo que esos sonidos significan. Cuando tocan a la puerta la señora Hudson deja sus utensilios de limpieza, seca sus manos, y sale a revisar.

—señora Hudson, me alegro tanto de verla, ¿estará el señor Holmes? —saluda y pregunta el inspector Lestrade, la señora Hudson demasiado acostumbrada a no devolver el saludo, asiente.

—seguramente está en la sala, acompáñeme inspector... 

Al ir subiendo las escaleras el sonido proveniente de la habitación del doctor Watson se intensifica, la señora Hudson no puede decir nada con certeza, pero aquel sonido bien puede ser el rechinar insistente de una cama. Ni la señora Hudson ni el inspector dicen nada referente hasta que llegan a la sala, que completamente vacía, hace que el ruido del piso de arriba se vuelva más claro.

Desde luego, la señora Hudson no pronunció palabra sobre el sonido de la cama a punto de romperse en el piso de arriba. El inspector se quedó en silencio al escuchar siseos y gemidos apenas susurrados, entonces, ambas solemnes figuras en medio de la sala del 221B de Baker Street se quedaron pasmadas en su lugar al entender más que perfectamente lo que siguió a aquellos susurros;

—¡Por la reina Holmes! ¡Más!... ¡Ahí, justo ahí!

Muy a pesar de que los poderes deductivos del inspector Lestrade estaban casi al mismo nivel que los de la señora Hudson, nadie pudo negar, ahí, enfrente de la piel de oso, que aquel grito ahogado luego por más gemidos, fue extraído de la garganta del honorable doctor Watson.

La temeraria, valiente, talentosa y paciente señora Hudson, haciendo notar el carmesí de su cara se dio media vuelta para encarar al rojo, exaltado y sobre todo nervioso inspector Lestrade.

—Sa-sabe qué señora, creo que, creo que mejor... me-me acabo de acordar que dejé unos papeles en mi escritorio —decía el inspector al tiempo en que, a tropezones, retrocedía hacia la puerta—. S-sí, sí, claro-son de suma impotracia, importancia quiero decir... pasaré después, buena tarde.

—Yo l-le entregare su recado, inspector. —Finalmente, con ese último vistazo del híper-sonrojado rostro del inspector, desapareció por la puerta.

La señora Hudson puede jactarse de que aquel sonido que tuvo el desafortunado atino de aparecer cuando ella y el inspector estaban presentes, no le sorprendió demasiado. La señora Hudson tiene sus secretos, y como tal, si no ha comentado nada de aquellas miradas robadas con ninguno de sus señores, fue porque, dentro de su calculadora mente, sabía que finalmente los señores descubrirían todo por sí mismos. Tomarían un camino cualquiera, la señora Hudson no pudo nunca imaginar cómo llegarían a la meta, lo que sí supo siempre es que llegarían.

No hay de otra, la señora Hudson, en su paciencia, y como buena confidente que es, solo guardará el secreto. Uno más en sus memorias... 

Las razones de WatsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora