•|Capítulo 1|•

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Ruth Miller

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Ruth Miller

Antes... Deseaba ser feliz con el corazón.

Antes... Quería serlo con el alma.

Antes... Era yo.

Suspiro y arranco la hoja de mi diario, tomo mi bolígrafo negro y vuelvo a rozar ligeramente una hoja nueva. Bienvenidos a mi vida, mi triste rutina. Una repetición día tras día en un mundo de locos, un mundo de criaturas extrañas. Lamentablemente la suerte no estuvo de mi lado y me ha tocado vivir con las peores criaturas del océano.

«Sirenas.»

Seres con demasiadas historias repartidas en el mundo y sus propias versiones dentro del océano. Bellas y aterradoras. Pero yo no me refiero a las sirenas normales de cualquier reino, sino a aquellos seres pertenecientes al reino de Éter. Manipuladoras y de corazón negro.

—Tan negro como la oscuridad misma...—agrego pensando en voz alta y dando un último trazo a mi dibujo.

Un corazón de hilo negro.

Le doy unos últimos detalles con una pequeña sonrisa que desaparece al instante en que siento una mirada sobrecargada de negatividad sobre mí y frunzo el seño molesta. No había nada más molesto que te observen con malas vibras. Llevo mi bolígrafo a mis labios y lo muerdo nerviosa recordando la razón de aquella mirada.

«Hoy es jueves...»

Lentamente levanto mi rostro y hago una mueca desagrado al encontrarme a una de las sirenas más especiales de Éter, Chanel Sibley. Dicho por ella, no por mí. Una sirena capaz de sacarte canas verdes con solo su presencia y una de las más populares —, si es que puedo decirlo así —en las conversaciones de todos por ser la sirena más perfecta y dulce de todo el reino.

Ruedo los ojos.

Su cabello rojizo caía sobre sus hombros hasta terminar a la altura de la cintura. Y sin querer desperdiciar más mi tiempo describiendola, volví a concentrarme en los detalles de mi dibujo.

Pasaron algunos minutos y su mirada aún seguía sobre mí. Mis labios estaban a un punto de sangrar por la presión que ejercía sobre ellos. No me malentiendan, suelo tener paciencia pero hay ciertas personas que me la acaban.

Aparto mi diario a un costado de la banca en la cual estoy sentada y cierro los ojos un segundo. Suspiro tratando de calmarme y levanto nuevamente la mirada cansada.

«Ella sigue ahí...»

Resoplo internamente y aparto la mirada indiferente.
No es necesario decir que le saqué el dedo del medio. Joder. Pasaron unos segundos en los cuales volví a mirarla y le sostuve la mirada, desafiante. Si quiere que la observé, lo haré. Pero solo bastó un mísero segundo en darme cuenta que me encontraba en el reino de Éter y sus ojos no miraban atentamente los míos.

«Lo olvidé...»

Inclino mi cuerpo a un costado de la banca y agarro mi diario junto con el bolígrafo negro, y me dispongo a levantarme de mi asiento.
Por reflejo giro mi rostro hacia un lugar en específico y no me sorprendió en lo absoluto ver una cabellera roja aún observandome. Más bien, escaneando mi cuerpo de arriba a abajo sin ningún descaro.

Ella me sonrió de manera dulce y agitó su mano en forma de despedida, aunque yo solamente veía sus ojos; aquellos ojos negros como la noche misma con brillantes estrellas de envidia pura. Hice como si no la hubiera visto y me voltee lentamente.

Esto era algo común y corriente entre todos los habitantes en este reino; las miradas de odio, envidia, celos, enojo, todo aquello negativo se había vuelto el pan de cada día en mi vida pero ¡Oh! No se preocupen por mí que no me afecta en lo más mínimo. Lo cierto es que entre todos se dan ese tipo de miradas escondidas en un rincón de sus ojos, los siete días a la semana. Y como cereza del pastel; se expresan con bonitas palabras y se creen sus falsos cumplidos entre ellos.

Yo les llamo “Ciegos de la mentira”.

—Seres incapaces en su totalidad de ver más allá de los labios y una bella sonrisa. —murmuro atrayendo mi diario contra mi pecho.

La psicópata de hace rato era el más claro ejemplo. Chanel suele tener horas específicas para observar a cada sirena del reino, todos los días, siempre con una dulce sonrisa decorando su rostro pero con un brillo negativo en sus ojos. Sus oídos no se quedan atrás por supuesto, como todos aquí, posee oídos encaramelados. Solo oye lo que quiere oír.

Muevo mi cabeza apartando todos mis pensamientos.

«No vale la pena pensar en ella, ¿qué digo? si quiera mencionarla

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⏰ Última actualización: Feb 02, 2019 ⏰

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