Capítulo 31.

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Tiré las cartas contra la mesa ratona, este ya no era problema de que Jarvis me observara la jugada, esto era que yo soy malísima en el juego.


James desvió la vista con un leve alzamiento en la comisura de su boca, le gustaba ganar al chico, se lo tenía creído. Recargó su baraja ganadora sobre la mesa–en donde yacían las mías desparramadas–y se levantó estirando las piernas. Bostecé acomodando mi cabello en un chongo, después de verificar la hora casi se me salían los ojos de sus cuencas, eran casi las tres de la madrugada y nosotros aquí como si nada.


 –Es puritita suerte de principiante, no te creas –murmuré como si las paredes fueran de papel, James me agarró las manos ayudándome a levantar el culo del suelo. –No ignores mis comentarios, es grosero.

 –Lo sé.

 –Ay hijo mío, ¿si lo sabes por qué lo haces? –frunció los labios encogiéndose de hombros. Aparté un mechón de pelo que se le había ido a la cara – ¿Harás algo con respecto a esto? Creo que tienes una mercocha de pelo ahí, vas a criar arañas.

 –Está bien así –respondió cortante, voy a empezar una bitácora en relación a su comportamiento. Es medio complicado sacarle más de dos palabras y por ende también me dificulta saber si necesita algo o si está incómodo. Asentí no muy segura de su "está bien" –Es tarde.

 –Déjame hacerte una coleta o algo por lo menos –pedí. James se negó rotundamente y en cuanto me vio alzar las manos, me tomó por las muñecas y las pegó a mi cuerpo –Por favor, ¡no seas infantil!

 –Dije que estaba bien. –suspiré sin más que resignarme, allá él si quería andar con el pelo en la cara. Me libré de su agarre para poder caminar a la habitación, paré en seco cuando su mano volvió a aprisionar mi muñeca y esperé a que se decidiera por hablar –Ese hombre... ¿De dónde lo conoces?

 –¿Steve? Pues de cuando caí en la tierra.

 –¿Vendrá mucho por aquí?

 –No. Tiene trabajo pendiente, aparte de derrocar a lo que queda de Hydra creo que anda buscando a su mejor amigo. Un tal Bucky –sentí como su mano presionó con un poco más de fuerza, no me pareció extraño pues tal vez le costaba aún controlar su brazo de metal. Poco a poco me liberó deseándome las buenas noches y haciéndome prometer una vez más que no diría nada a nadie.


Me tiré sobre la cama como si no pegara pestaña hace años y escarbé con la cara en mi almohada. Quisiera saber en dónde está Loki, ese maldito bastardo traidor y hermoso Loki.


Una sensación gélida me puso la piel de gallina, palpé en la medida que pude mis brazos en busca del cobertor. Entonces después de soltar mis brazos de alrededor de la almohada, le di a algo un poco duro detrás de mí. 


Giré la cabeza extrañada encontrándome con ni más ni menos que el soldado de invierno pasando el quinto sueño, no me escandalicé ni me moví de mi lugar.


Traté de retirar el cobertor que él aplastaba para poder cubrirme ya que si él pasaba frío no significaba que yo también lo quisiera de ese modo. Vamos, que a las seis de la mañana no era muy alta la temperatura.

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