- Carlota, Carlota... -le digo mientras le agito el hombro para que se despierte.- Así que pasas de mi, ¿no? Te vas a enterar... -sé que en el fondo me oye, así que paso al plan B.
"Buenos días, princesaaaa" digo mientras le tiro un vaso de agua en la cara.
- Aaaaahhh! Malaaa! -chilla mientres pega un bote y salta de la cama.
- Jajajaja mira, te he ahorrado lo de tirarse el cubo. Espero que no me nomines... -me hace una mirada asesina mientras se seca el pelo y empieza a reírse como una loca igual que yo.
- Anda vamos a desayunar. Por cierto, ¿qué hora es?
- Las once y media.
- Déjame dormiiir... -dice haciendo pucheros.
- ¡Si hombre! Hay que aprovechar el dia...
Las dos vamos a la cocina y nos servimos lo mismo que siempre: leche con colacao y toda la bollería que hay en la despensa.
- Hombre... ¡Buenos días dormilonas! -salta mi madre des del comedor.- ¿A qué horas llegásteis anoche? Tarde, ¿no? Porque cuando nos fuimos a dormir aún no estabais...
- Buenos días, mami -digo súper sonriente.- Nos trajeron sobre las tres.
- ¿Nos trajeron? ¿Sobre las tres? -nos mira con cara de sorprendida mientras se acerca y se sienta enfrente nuestro.- Explicadme bien eso.
- Pues que anoche Marc nos trajo en su coche a casa -digo con una sonrisa Vitaldent.
- ¿Qué Marc? ¿Márquez? -dice mi madre con la boca abierta- Sí, Andrea, sí. Va, ahora decidme la verdad.
- Ez verdad, Zonia -dice Carlota mientras engulle sus Chococrispies y yo me río por su manera de comer cereales- Ups, perdón. Decía que Andrea tiene razón. Nos encontramos a Marc, Álex y sus amigos en Ses Caló Blanc. Pasarán unos días aquí en la isla.
Mi madre seguía sin creérselo y, una vez se lo explicamos todo detalladamente, nos ha creído.
- Bueno, chicas, no liguéis mucho que nosotros nos vamos a la playa. -dice mi padre guiñándonos el ojo.
- Esta noche es la empalmada del pueblo... ¿Podríamos ir, no? -pregunto con voz de angelito.
- Pues sí. ¿Pero no tuvisteis bastante anoche? -salta mi madre.
- Pero nos portamos genial. Y estamos de vacaciones... -contesta Carlota y hace sonreír a mi madre; ¡nos dejan!
Nos hemos puesto el bikini y hemos decidido salir a la piscina a coger un poco de color, básicamente porque si no tomamos el sol parecemos vampiras. Nuestro día se ha basado en: piscina-tumbona, tumbona-piscina.
Miro el reloj: "Ostras, las cinco y media" -pienso.
- Carlota, mi amor... ¿Sabes que te quiero muchísimo? ¿A qué sí? -le digo con cara de angelito.
- A ver... ¿Qué quieres, ya? -me conoce demasiado...
- Pues... -digo incorporándome y sentándome en la tumbona- En la nevera hay un bol con macedonia. ¿A qué me lo traes...? -al ver su cara decido intentar seguir dando pena para convencerla.- Es que mira, escucha mis tripas. Parece que haya tormenta eléctrica... ¿Qué prefieres, una amiga anorexica?
- Madre mía que mal estás. ¿Crees que soy tu chacha? -dice riéndose- Y no, no pestañees que no me sirve... Bueno, va... A ver, tengo una idea. -me quito las gafas de sol, esto se pone interesante.- Mira, hacemos una cosa, tomamos algo ahora. ¿Sí? Entonces nos duchamos, nos preparamos (cosa que nos llevará un buen rato), damos una vuelta y nos vamos. Así de sencillo.
- ¡Vale Einstein! No me pegues...
- ¡Me pido primens para la ducha! -chilla corriendo hacia la habitación.
- Qué inmadura... Pues yo me voy a ir a por mi macedonia y me voy a preparar la ropa... -le contesto sacando la lengua.
A la hora, ya estamos las dos en frente del espejo con la ropa puesta y el pelo envuelto en una toalla. Las dos llevamos unos shorts tejanos junto con una camiseta de tirantes encima.
Nos desenredamos el pelo y las dos nos ponemos espuma para que quede un poco ondulado; las dos tenemos el pelo rubio (yo un poquito más claro) y un poco ondulado, así que la espuma nos favorece.
Dejamos una notita encima de la mesa del comedor avisando de que hemos ido al paseo, que está en la siguiente calle, para cenar unos crepes y para ir a la fiesta.
- Somos unas gordas... -le digo a Carlota mientras mastico el crep e intento quitarme el pegote de Nutella que tengo al lado del labio.
- Ya, pero molamos.
- Ya. -y levantamos los crepes en señal de brindis.
Una vez hemos acabado, miramos la hora y nos damos cuenta de que ya son casi las once. Andamos por el paseo hasta el pueblo de al lado, donde hacen el concierto.
- Vaya... Aquí no pierden el tiempo eh. ¡Ya han empezado! -me dice mi amiga poniéndose las manos en las mejillas, haciendo ver que está boquiabierta.
- Pues venga, ¿a qué estamos esperando?
Después de cuatro bailoteos, vamos al mini-bar / barra / llamalo-como-quieras a pedir algo porque estamos muertas de sed.
- Tia... -me susurra al oído medio sorprendida.- ¿Has visto quién hay?
Me giro hacia donde me ha indicado con la cabeza. Nunca he sabido disimular, y nunca lo sabré, así que se me nota muchísimo y todos los ojos apuntan hacia nosotros. "Mierda..." susurramos Carlota y yo a la vez y, después, nos empezamos a reír a carcajada limpia.