𝚌𝚊𝚙í𝚝𝚞l𝚘 2.

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"—No lo soportaba más, no quería irme, pero tampoco quedarme solo para seguir sufriendo.
—Realmente eres un cobarde."
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Solo pasaron cinco días desde que ocurrió todo, desde que entré en mi segundo coma, los días ahí dentro se pasaban lentos, como si fueran semanas

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Solo pasaron cinco días desde que ocurrió todo, desde que entré en mi segundo coma, los días ahí dentro se pasaban lentos, como si fueran semanas. En los últimos días había pasado por varias habitaciones, ya que llegaban pacientes de más prioridad que necesitaban salas especiales. En varios de esos cambios estuve en habitaciones dobles, no me gustaban, prefería estar en soledad, aunque tampoco lo conseguiría si aquel psicólogo seguía viniendo todos los días a verme, aunque en el fondo sentía que de alguna u otra forma me estaba ayudando.

—Tendremos que cambiarte de habitación de nuevo.— Solo asentí, mirando por última vez al chico de mi lado, con el que llevaba menos de veinticuatro horas, pero al que, aunque hubiera llevado más tiempo, no hubiera podido hablar, en cierto modo me ponía en su piel, y es que de hecho lo había estado, y podía asegurar que estar en coma no era algo agradable.

Unos enfermeros movieron mi cama hasta la nueva habitación.
Lo primero que vi al entrar fue a otro chico, aparentemente bastante más joven que el de mi anterior habitación. Solo alcanzaba a ver cómo tomaba una jeringa y la ponía en una especie de pieza de silicona que estaba en su estómago, no sabía porque hacía eso, me parecía extraño.
Los enfermeros dejaron mi cama justo al otro lado de la habitación, ese chico había retirado la jeringa de cerca de su barriga y me había saludado con una sonrisa. Después de saludarle vi como dejaba la jeringa a un lado y cerraba aquel tubo con una especie de tapón de silicona.

—Mmm...¿Que haces?—dije con tono suave y curioso. Aquel chico levantó su vista rápido.

—Solo tomo mis medicinas...—Miré a su lado, contando las cajas de medicamentos. 27 cajas en total, la mayoría pastillas, pero también había algunas pomadas.

—Pero ahí hay muchas.— Dirigí mi vista a su rostro de nuevo, el chico dio una pequeña risa.

—Estas son las de por la mañana.—Me sonrío mientras tomaba un aparato para aplastar las pastillas sólidas y luego las mezclaba con lo que parecía agua.— Tengo que tomarlas por aquí.

Señaló el pequeño tubo que salía de cerca de su estómago, y con una nueva jeringa tomó el líquido de las pastillas y lo empujó por aquel tubo.

—Me sorprende que puedas sonreír tanto mientras estás en un hospital.—Hice una pequeña pausa mirando a la habitación.—Esto e sun asco.

El me miró aún sonriendo.

—Es duro obviamente, en cada momento del día sufro dolores por muy mínimos que sean. Pero cuando puedo ir a casa con mis padres y mi perrito por unos días sé que todo merece la pena, aunque eso no quita que tenga que ir a casa con una mochila llena de medicinas y jeringas y volver aquí cada semana para que me den nutrientes.—Miró hacia su estómago, donde estaba aquel pequeño tubo.

Le miré sorprendido mientras se limpiaba las manos y aplicaba una pomada sobre su piel, no podía creer que alguien pudiera soportar estar dentro de este sitio tanto tiempo.
Miré hacia el techo pensando qué era lo que yo tenía que mereciera estar aquí.

—¡Mira!—Su voz me sacó de mis pensamientos.—¡Es preciosa!

Una mariposa blanca volaba por la habitación.


[565 palabras.]

—𝚇𝙸𝙾𝙼𝙰𝚁𝙰.

Mariposas         [ʜᴏᴘᴇᴍɪɴ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora