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─¡Lo hice! ¡De verdad lo hice! ¡Volé!

Cuando Kirito volvió a tener sus pies sobre el árbol pudo apreciar de mejor manera a una Asuna eufórica. Daba vueltas de aquí para allá con una enorme sonrisa mientras comentaba las mil y un emociones que la invadieron en esa experiencia. La castaña pareció como una niña pequeña, que le dio ternura mientras la veía, y sonreía inconsientemente.

Durante todo el relato de Asuna en ningún momento Kirito le quitó la vista de encima. Le gustaba verla, con sus ojos mieles brillosos y su enorme sonrisa.

La castaña se volteó y miró a la dirección del pelinegro, acercándose de manera lenta y sin romper la conexión en la que se sumieron sus miradas.

─Gracias Kirito, muchas gracias por todo.

Su tono de voz era más calmado, en sus delicadas facciones se notaba el profundo agradecimiento que le tenía.

Ella agarró los barrotes que le marcaban su límite cuando los alcanzó, en ese instante Asuna volvió a sentir odio hacia ellos, que le impedían ir más allá... Le impedían alcanzarlo a él.

─Ahora las palabras me faltan para expresarte mi sentir... Así que, creo que no me queda más que repetirte gracias las veces que pueda.─ se carcajeó ligeramente la castaña.

Los ojos de Asuna mostraron curiosidad al notar que Kirito le extendía las manos, pero, importándole poco la razón de esto, las tomó sin duda alguna, sonriendo.

Kirito, con un gran gusto de su parte envolvió con cariño las manos ajenas, que cada vez parecían más cálidas al entrar en el sueve contacto. La miró a los ojos, y acercándose lo más que le permite el oro, le recitó sus palabras con suavidad:

─Calma, no tienes que agradecerme nada, Asuna. No es necesario.

─¿Seguro?─ lo miró dudativa, con una ceja alzada.

─Seguro.

«O por lo menos, no aún.» Pensó el Spriggan para sus adentros.

Ambas hadas se quedaron en silencio por algunos segundos, observando atentamente a los ojos del otro, y sin separar ni un poco sus rostros.

Finalmente, Asuna llegó a separarse unos centímetros, aún manteniéndo la unión entre sus manos, y esbonzando una radiente sonrisa hacia él, extendió sus alas.

─¡¿Lo repetimos?!

Kirito rió ante la enorme emoción de Asuna que se percibía en su voz. ¿Por qué no? Aún no llega la tarde.

─Sólo una cosa, Kirito...

─¿Qué sucede Asuna?─ preguntó el mencionado ante la rápida calma que se manifestó en la castaña.

Fue entonces cuando, sus manos comenzaron a ser fuertemente aplastadas hasta causarle dolor, y Asuna portaba una sonrisa que lo mantuvo intranquilo.

─Ésta vez sin nada de magia, ¿de acuerdo?

Y además del miedo que lo recorrió ante ese tono amenazante, también lo acompañó la sorpresa al ver ese lado de la castaña.

─S-sí, ¡nada de magia esta vez!─ se apresuró en decir, esperando de esta forma que Asuna volviera a como antes.

Escuchando su respuesta deseada, Asuna liberó las manos de Kirito, notando éste el dolor de sus palmas y mirando sorprendido a la castaña, quién ahora poseía una sonrisa diferente.

─Perdón por eso, pero quería asegurarme de no recibir otro susto.─ ella volvió a tomar sus manos, entrelazando sus dedos esta vez ─Kirito...

─¿Mm?

─Gracias.

Sí, se lo dijo pero no lo puede evitar. Está agradecida con él por llegar hasta ella, está agradecida con el mundo por guiarlo hasta su ser.

Debe de expresarlo, debe de gritarlo.

Él negó divertido y suspiró. Asuna seguía siendo ella hasta donde la conoce, y al mismo tiempo lo impresiona demostrándole que aún hay más en aquella hada por descubrir.

Al fin y al cabo un solo día no basta para conocerla del todo.

El día pasó, con las dos hadas practicando el vuelo a la vez que se compartían palabras y risas, disfrutando del tiempo juntos, sin más magia de por medio.

El sol cayó y la luna los acogió. Esa noche se fueron a dormir más tarde.

Y el segundo día se había esfumado.

El hada del árbol ⚘ 𝘀𝗮𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora