En el azor, la historia terminaba mal. El Halcón escapaba con las correas de cuero o pihuelas y una lonja todavía atada a las patas --las correas de cuero qué Frank le envío eran pihuelas en la cuerda con el nudo, la lonja --. Aunque el autor nunca volvió a ver a su Halcón, lo más probable era que la lonja se hubiera atorado en un árbol y que entonces el Halcón hubiera quedado colgado de cabeza, indefenso, hasta morir. Era un destino sombrío que llenaba el autor de culpa y remordimiento.
En la segunda parte de la novela, White entrenaba con éxito a otro halcón grande, al qué llamo Cully, y Michael decidió nombrar gerifalte en su honor. No planeaba convertirse en halconero, pero necesitaba aprender esas habilidades. Así pues, tenía que ponerle las pihuelas a Cully. Medían unos 20 centímetros de largo y estaban Unidas por un extremo a ún destorcedor; la cuerda con el nudo era una lonja que se pasaba por el otro lado Del destorcedor, y evitaba que la lonja y las pihuelas se enredaran.
Ponerle las pihuelas al gerifalte fue una experiencia qué le dejó los nervios De punta a Michael. Tubo que aproximarse a Cully con mucho cuidado; se acercaba un poco más cada día y pasaba el tiempo sentado muy cerca, hablándole con suavidad mientras ella lo observaba con desconfianza. Al cabo de un tiempo el ave tolero que él le acariciará las patas. Después de 12 días de acostumbrar al Halcón a su presencia, Michael la envolvió con suavidad con un trozo de sabana que había cortado, con lo que es sujeto con eficacia el ala sana y las peligrosas patas. Luego trabajó con rapidez para colarle las pihuelas en los tobillos y finalmente la líbero.
Para sorpresa de Michael, Cully no pareció molestar con él por haberle hecho aquello. No se mostraba más precavida que antes.
Varios días después, Michael condujo más allá de William Lake y siguió al pie de la letra las indicaciones de Frank le había dado. Cuando se estacionó frente a una linda casa de madera de dos pisos, un hombre salió e hizo una seña para saludarlo. Al estrecharse la mano Michael pudo advertir que la de su anfitrión era callosa y fuerte.
--¿Frank Dobson? Soy Michael Somers.
-- Llámame Frank. ¿Te parece bien si te llamo Mike?
-- Sí -- respondió Michael. Cuando la mirada de Frank Dobson se dirigió a la parte trasera del Nissan, Michael se dio cuenta de que él era la primera persona que conocía recientemente qué no había reaccionado al oír su nombre.
-- así que ese es tu garifalte, ¿Eh? -- esclavo Frank al tiempo que se asoma por la ventana.
-- Cully -- contestó Michael.
Frank lo miro un momento; luego sonrío y asistió.
Cully estaba posada en la percha qué Michael había montado en la parte trasera de la Nissan, atada con la lonja.
--¿Cómo lograste meterla y atrás? --preguntó Frank.
-- Fue más fácil de lo que pensé -- respondió Michael con sinceridad--. Sólo me puse un guante y le empuje la parte posterior de las patas. Parecía un poco incómoda, pero permaneció quieta mientras la llevaba al auto.
Frank asistió con aprobación
-- Tan pronto como esté libre de esa Correa que le sujeta el ala descubrirás que no es tan complaciente. tendrás que asegurarte de tener la lonja bien sujeta siempre; de otro modo el Halcón saldrá volando y se llevará las pihuelas y la lonja colgadas.
-- Como en el libro.
-- Así es --asistió Frank--. Supongo que no estoy siendo muy sutil,¿Verdad?
-- Puedo entenderlo. No quiero cometer ningún error. Quiero que vuelva a salvo donde pertenece.
Frank movió la cabeza afirmativamente, satisfecho.
--déjala ahí y permíteme que te presente a Florence.
Michael pensé que Frank se refería a su esposa, pero cuando dieron la vuelta al otro lado de la casa, vio un cobertizo de madera con el frente largo y abierto, y no se veía a nadie más.
-- Espera aquí un momento. Voy a traerla --explicó Frank.
Entró y salió muy pronto con un halcón accípiter en el puño, que ahora tenía protegiendo por un guante de cuero de cetrería o lúa.
-- Florence es una aguililla de Harris, un halcón qué se Posa en el puño --explicó Frank--. Es muy diferente de tu gerifalte. Sus alas son más anchas y redondas, y tiene una cola larga diseñada para planear y cazar a poca altura. Los halcones de señuelo como el tuyo cazan atacando el aire; ellos bajan en picada desde lo alto.
Es por eso que tienen alas largas y puntiagudas y cola corta.
Después Frank desató la lonja atada al destorcedor y las pihuelas de Florence. Tomo un pequeño trozo de carne cruda de un paquete que tenía en el bolsillo y se lo ofreció al ave, lo que tomó con ansiedad y se lo tragó. Entonces el hombre levantó el puño y El halcón abrió las alas y se lanzó al aire. Voló unos 50 metros y se detuvo en un árbol.
-- Esperará ahí en un momento hasta que la llamé -- le explicó Frank a Michael.
Tomo un trozo más de carne y lo sostuvo en el puño con la lua. Levantó la mano, llamó a Florence por su nombre y el ave voló desde el árbol. Las garras de sus patas se lanzaron al frente para sujetar la lua y aterrizó con un golpe audible contra el cuero.
-- Quise mostrarte esto porque es una de las lecciones más importantes qué tienes que aprender al entrenar a un ave de presa -- explicó Frank --. Ella me tolerará mientras yo la alimente. Sí Florence no hubiera tenido hambre en este momento, yo podría quedarme aquí todo el día llamándola y ella no me haría ningún caso. Así que la regla número uno es: nunca vueles a un ave que no está hambrienta, a menos de que quieras perderla.
-- Lo que no entiendo -- dijo Michael -- es que ella podría cazar su propio alimento si quisiera. Así que, ¿Por qué no sencillamente se va?
-- Podría hacerlo -- coincidió Frank --, pero ella sabe qué conmigo tiene una vida fácil. La alimento, y tiene un sitio cálido y seco donde dormir. Caza conejos conmigo y me permite conservarlos después de comerse los sesos. Sin embargo, cada vez que la vuelo no hay nada que evite que se marché si así lo desea.
--¿Cuánto tiempo la has tenido? -- preguntó Michael.
-- Alrededor de 4 años. He tenido halcones más grandes, pero son más difíciles de mantener por la forma en que cazan. Yo llevo a Florence hasta que vemos algo que ella puede atrapar o, si hay árboles cerca, la dejó que me siga de rama en rama hasta que hago que un animal salga a campo abierto. Los halcones grandes a menudo cazan a otras aves durante el vuelo; cómo se elevan mucho y con gran rapidez, tienes que entrenarlos para volar hacía un señuelo y no al puño. Se necesita mucha paciencia.
Michael pasó el resto de la tarde con Frank y se marchó muy emocionado. Estaba comenzando algo que no sólo devolvería Cully a su libertad, sino que a él le daría algo que había perdido: una meta en la vida.
Se detuvo en Williams lake de camino a casa para comprar una balanza de platillos. En los días que siguieron registró el peso del gerifalte cada mañana. En unos cuantos días había descubierto que cuando su peso se hallaba ligeramente por debajo del kilo y medio, Cully se mostraba hambrienta y cooperativa, o " en yarak ", para usar un término de cetrería.
Cuando no estaba alimentandola, la cargaba en el puño cubierto con una lua de cuero qué le protegía hasta el antebrazo. La b se mantenía muy erguida y se arqueaba para alejarse de él, con movimientos nerviosos, a cada instante extendía el ala sana para conservar el equilibrio. Michael le hablaba con voz sosegada y, cuando no había más que decir, comenzaba a recitarle algunas líneas de poemas o trozos de letras de algunas canciones, lo que fuera con tal de tranquilizarla. Si por alguna razón no caminaban juntos, hacia que el gerifalte se acostumbrara a una caperuza de cuero que Frank le dio. El propósito de la caperuza era mantener al halcón en la oscuridad para que estuviera tranquilo. Una semana después de visitar a Frank, Michael llamó a Tom Waters y le dijo que pensaba que ya era tiempo de retirar la correa qué le sujetaba el ala. Con la seguro qué pasaría a verlo la tarde siguiente.
-- Creo qué tendrá el ala un poco rígida -- advirtió Tom después de haber examinado al halcón --. Voy a quitarle la correa, pero no la presiones durante algún tiempo. Volver en algunos días para ver cómo sigue.
La leñera se encontraba en penumbras y Cully estaba adormilada; de manera que apenas se dio cuenta de que ya no tenía el al atada. Michael desde que dejarla encerrada algunos días hasta que se acostumbrara a la idea.
A la mañana siguiente, cuándo Michael le llevó la comida, Cully estaba parada en su percha, flexionando ambas alas y batiendolas mientras se sujetaba con fuerza con las garras. El hombre permaneció cerca de la puerta; le preocupaba que aquellos movimientos fueran agravar la herida. Pero, después de un momento, el ave se calmó.
Satisfecho De que al parecer Cully era capaz de usar el ala herida, Michael el alimento y la dejó sola. Le daría unos días más y luego comenzaría su entrenamiento formal.
ESTÁS LEYENDO
El Halcón de las Nieves
General FictionSi los deseos tuvieran alas ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------