Capítulo 3 "La marca de muerte"

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Todo había llegado a su fin

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Todo había llegado a su fin.

No había más dolor.

Bueno, si sentía dolor, pero de manera diferente. Ahora sentía que me ardía gran parte de mi espalda, era un dolor insoportable. Como pude traté de rascarme los omoplatos pero creo que lo hice con mucha fuerza que las uñas se me llenaron de sangre.

Ahora el ardor y el picor parecía como si estuviera saliendo entre mi piel. Caí de rodillas ante tal sensación, podía sentir como literalmente una aguja atravesaba la piel de mi espalda. ¿Qué era lo que estaba saliendo de mi piel?

Intenté volver a rascarme, pero algo en mi espalda me llamó la atención, traté de arrancarlo pero estaba muy incrustado en mí. Con mucha fuerza por fin lo logré, pero al instante desee no haberlo hecho, el dolor era tan insoportable que los ojos se me llenaron de lágrimas.

Cuando el dolor disminuyó, desdoble mi mano para encontrarme con lo que me había arrancado. No lo podía creer, no podía ser cierto, no me podía estar pasando eso a mí. Era nada más y menos que una pluma blanca.

Levanté mi vista admirando el panorama, ante el dolor ni siquiera me había percatado que no estaba en mi casa, más bien aquel lugar donde me encontraba tenia pinta de ser un bosque de cuentos. Todo se veía muy alegre como para ser el limbo.

Segundos antes de perder la vida, me detuve a pensar a donde podría ir mi alma una vez muerta, solo podía pensar en el limbo, en la manera que sería olvidada. Estaba segura que el limbo era un lugar frio y oscuro. Ahí solo iban las almas que no podían ir al cielo, ni al infierno, era como un lugar neutro, donde serias olvidado por todos. También pensaba que estaría colgada por toda la eternidad.

—Tú debes ser Diane —Unas zapatillas blancas se aparecieron frente a mí, levanté la vista subiendo por sus largas piernas hasta llegar a su rostro. Era una chica de cabellos rubios y ojos azules, no podía verle claramente el rostro a causa del enorme gorro de su capa azul, pero sus cabellos rebeldes volaban en el aire—. Ven conmigo, tengo que llevarte a la base.

— ¿Tú quién eres? —No pude evitar gritarle, el dolor no me dejaba pensar—. No puedo moverme de aquí, el dolor no me deja.

— ¡Vamos! Yo puedo calmar tu dolor un poco, pero tienes que llegar a la base, aquí solo van a crecer sin control y te quedaran muy feas —La chica se quitó su capa y me la puso sobre mi espalda. Mi boca se abrió tan grande que casi podía sentir como mi mandíbula tocaba el suelo, no lo podía creer.

— ¿E... eres un... un... ángel? —Me puse de pie, pero volví a caer por la impresión. Ella no dijo nada, solo abrió sus alas en los aires, podía jurar que medían más de dos metros. Me tomó en sus brazos con fuerza y nos elevamos en los aires.

Estaba en lo cierto, si me encontraba en un bosque, pero ¿Cómo había llegado hasta ahí? ¿Quién era esta chica? ¿Y porque tenía unas alas enormes? ¿Era mi ángel guardián? ¿A dónde me llevaba?

Fiel enamoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora