Hace aproximadamente un lustro (5 años) en mis andadas matutinas como colibrí tomé mi ruta acostumbrada, comenzando por el jardín de rosas anaranjadas, luego pasando por el canal de orquídeas, para girar a la izquierda por las bellotas de frambuesa y finalizar mi recorrido en las majestuosas flores de sol, podía hacerlo inverso o alterar el orden a mi conveniencia, al final de cuentas mi pequeño cuerpo me permitía volar y realizar giros como pocos en el mundo animal!
Independientemente de esto, decidía una y otra vez realizar la misma ruta y lo había hecho tantas veces que cada vez que me levantaba, en mi pequeña cabeza de colibrí retumbaba la misma ruta: jardín de rosas anaranjadas, canal de orquídeas, bellotas de frambuesa y flores de sol; jardín de rosas anaranjadas, canal de orquídeas, bellotas de frambuesa y flores de sol; jardín de rosas anaranjadas, canal de orquídeas, bellotas de frambuesa y flores de sol; jardín de rosas anaranja, ja! Supongo que ya entendiste la idea, soy colibrí pero no tonto.
Podría decirte que lo que me inspiraba a tomar esta ruta en ese mismo orden era el hecho de que al comenzar por las rosas podía recordar lo hermosa que puede ser la vida pero que de igual forma nos podemos encontrar con espinas aun en las creaciones más hermosas, o que luego de esto elegía las orquídeas por la sencillez e imponencia que se conjugaban en una misma flor, cuanta humildad y elegancia se entremezclaban a la vez! Era hermoso. O que luego pasaba a las bellotas porque ya a esas alturas del día mi pequeño corazón ya había latido tantas veces que necesitaba un néctar aun más puro del que había probado para recuperar mis fuerzas, y que finalizaba con las flores de sol ya que al final del día, el sol casi estaba en su ocaso y la imagen de esta flor se quedaba grabada en mi corta y torpe memoria para calentar mis noches hasta que el sol volviese a salir.
Eso era lo que me decía a mí mismo y supongo que es lo que te estoy contando porque es lo que quiero creer. Aunque mi memoria es corta recuerdo perfectamente verdaderas las razones que me inspiraron a mantener este orden estricto de visitas, cada flor tiene un orden donde su esplendor está "in extasis" (al extremo), y aunque soy un colibrí y mi deber solemne es el de abonar las flores no soy del tipo del colibrí que anda de flor en flor conversando con ellas para realizar su trabajo. Si bien es cierto que al esplendor inicial de las mañanas todas las flores abren sus capullos a ciertas horas unas están más somnolientas que otras y aprovecho el momento exacto del día donde estas estén en dicho estado para pasar a realizar mi solemne labor.
Sé que como colibrí estas acciones puedan parecer extrañas, pero le encuentro justificación cuando al visitar mi corta y torpe memoria recuerdo que en mi anterior ruta de visitas al pasar por las orquídeas sólo parecían unas rosas altaneras, despampanantes y elegantosas (el superlativo que acabo de inventar para elegante) así que decidí de pasar en las horas donde la humildad y la elegancia se entremezclaban; al seguir con las rosas mi pico era herido una y otra vez con las espinas y el naranja se teñia del rojo que brotaba de mi pico, creo que a esto los humanos le llaman sangre, yo creía que sólo era néctar rojo hasta que recordé que no soy rosa, soy colibrí; al pasar por las flores de sol estas no eran tan deslumbrantes como parecía al casi caer la tarde y mientras probaba el néctar amargo de las frambuesas ya la imagen del sol, del las flores de sol, había desaparecido de mi corta y torpe memoria.
Supongo que ya conoces el porqué de mis acciones, el por qué de mis rutas, y el porqué aunque todos me vean como el flamante colibrí de las rutas raras, solo me siento como un cobarde que ya no quiere ser herido con espinas y ni probar el néctar amargo de las bellotas en destiempo.
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Colibrí de rutas extrañas.
Short StoryColibrí de corta y torpe memoria, comparte sus rutas extrañas y cómo un encuentro inesperado cambia su forma de percibir la vida.