Era un día lluvioso, frío, gris, y triste, como si el mundo supiera exactamente como se sentía aquella pequeña niña, puede que de cinco años, que lloraba en el rincón de una pequeña casa.
La casa estaba abandonada desde hacía años, el lugar estaba sumido en total oscuridad, hacía frío y no había nadie más en aquel lugar, nadie a excepción de ella.
Todo estaba en silencio, tanto silencio que lo único que se escuchaba era la lluvia chocar contra el cristal de la ventana del cuarto. Y sollozos. Sus sollozos. ¿Por que lloraba? ¿de que tenía miedo?
Tal vez le tenía miedo a la oscuridad, o tal vez a estar sola.Se escuchó como la puerta de la entrada se abría, más no le tomó importancia, siguió mirando hacia la nada mientras gotas saladas resbalaban por sus rosadas mejillas.
Pasos apresurados se oían, alguien estaba subiendo las escaleras de aquél lugar.
De repente la puerta del cuarto se abre dejando ver a un pequeño niño, tal vez unos tres años mayor que ella, estaba completamente empapado e intentaba calmar su respiración. ¿Acaso había corrido hacia la casa con la gran tormenta que había?-Sabía que estarías aquí-dijo el azabache con una sonrisa dejando ver así uno de sus oyuelos, el único que tenía, en la mejilla izquierda.-
La pequeña de cabello largo dirigió su mirada hacia el, más no dijo ninguna palabra.
-¿Por que lloras? -el se acercó y se puso de cuclillas para estar a la misma altura que ella.-
-Yo no lloro- decía ella mientras se limpiaba rápidamente las lágrimas con la manga de su blusa.-¿Que haces aquí?
-Fuimos a tu casa para despedirnos, pero tus abuelos dijeron que te habías escapado...así que vine aquí. Sabía que estarías aquí.
-¿Despediros? -su voz se quebró al pronunciar aquellas palabras, no quería que se fuera, no quería que la abandonasen, no quería quedarse sola, no otra vez.- No te vayas...-dijo mientras sus ojitos se volvían a llenar de lágrimas.-
-Tranquila, volveré- se quitó un collar en forma de media luna y lo extendió hacia ella- hasta entonces guardame esto.
La niña agarró el collar mientras pequeñas gotas volvían a salir de sus ojos.
Ella y el pequeño azabache eran muy unidos, como dos hermanos aún que en realidad no lo fueran.
La pequeña de pelo castaño siempre había vivido con sus abuelos ya que sus padres vivían demasiado lejos y no podían cuidar de ella, pero no podía quejarse, sabía que sus padres la amaban y que estaban lejos por una buena razón. Pero se sentía sola, nunca tuvo amigos por la misma razón.
Pero con el azabache fue diferente, incluso la vez que se conocieron fue demasiado peculiar. Pero eso es otra historia.Aquél niño se había mudado a Londres con su familia, dijo que seguiríamos en contacto, y que dentro de unos años volvería, pero seamos sinceros, era obvio que no iba a volver, y si fuera el caso de que volviera, dudo de que se acordara de mi.
A veces me preguntaba que había sido de el, de aquél pequeño niño miedoso, aquél chico que le temía hasta a su propia sombra. Pero no quiero decir que no fuera valiente, claro que no, a pesar de que le tenía miedo a muchas cosas, aún así intentaba ser fuerte y superar sus temores, afrontar sus miedos.
Y yo no podía quedarme atrás.Sinceramente no se como, pero, con todas mis fuerzas empujé al maldito no-muerto y salí disparada hacia el coche.
Entré amontonandome encima de todos los que hiban en el asiento trasero, creo que hasta escuché como se rompían algunos huesos. ¿A quién le rompí la costilla?
Después de eso cerraron la puerta del coche y Alex empezó a conducir a mucha velocidad mientras intentaba evitar a las "personas", y no me olvido de las bombas, porque si, seguían cayendo e impactando por el barrio.
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El principio del final
Ciencia FicciónLos infectados acabaron con todo, ya nada es como antes, nunca volverá a ser como antes. Ahora solo los que siguen con vida podrán cambiar el futuro. Pero, si cometen un sólo fallo, un sólo error, GAME OVER. En este nuevo mundo podrido no existen se...