Capítulo 5

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*Narra Julieta*

Al llegar a la mansión, bajo del coche casi corriendo, dirigiéndome hacia la que sería mi habitación. Cierro de un portazo, sentándome en el filo de la cama. El llanto no tarda en llegar, no sé qué voy a hacer, cómo voy a recuperar todo el trabajo perdido. Unos toques suenan en la puerta, ya sé quién puede ser seguramente.

-Julieta, no llores-acerté, es él. Toma asiento a mi lado, y acaricia mi espalda.-Te ayudaré como sea a recuperar todo, seguro que hay una solución.

-No todo tiene solución en esta vida-me limito a decir.

-Lo sé-suena cortante, parece que ha recordado algo. Pues le ha cambiado la cara, por completo, y su mano ha abandonado mi espalda.-Escucha, debo salir de viaje. Volveré en dos días. No puedes salir de aquí, sin mi permiso. 

Asiento con la cabeza, mientras él continúa dándome instrucciones. Al parecer no tengo permiso alguno, de salir de aquí hasta que él no vuelva. Estaré cautiva, y aburrida en esta enorme casa. Sin poder tener algo para distraerme, una fantasía vaya. Cuando termina, se despide, saliendo de la habitación. Yo me quedo en mi sitio, observando el paisaje de la ventana. Ésta da al jardín de la mansión, aunque también se pueden ver los cambios de turnos.

Las horas pasan, y pasan, mientras me quedo allí pasmada. Mi barriga comienza a rugir sin parar, estoy realmente hambrienta. Abandono la habitación, en busca de comida, cuando me topo con uno de los guardias, que me mira con el ceño fruncido.

-¿Qué haces aquí?-antes de que pueda decir nada, me toma del brazo arrastrándome con él.-No debes de estar aquí.

No permite que pueda decir algo, al contrario, se dirige hacia la bodega casi corriendo. Entramos a una habitación, con un olor nauseabundo, y me ata con los brazos en alto. Quedo de espaldas a él, pero puedo escuchar perfectamente cómo llama a sus compañeros. Lo siguiente que noto es un latigazo, que casi me parte en dos. Y como ese, le acompañan muchos más, haciendo que grite sin parar. El látigo contra mi piel, se siente como el fuego.

Finalmente cuando parece que se han cansado, me sueltan dejándome caer de rodillas al suelo. Abandonan la habitación en silencio, dejándome encerrada con llave. Apenas puedo moverme, me he quedado totalmente sin voz. Mi ropa está hecha añicos, lo cual hace que tiemble sin parar, en esta habitación hace un frío terrible.

(...)

Calculo que han pasado aproximadamente dos días, no sé cuánto me queda aquí. Puedo adivinar que finalizan, o empiezan los días, por la pequeña ventana con barrotes. Intenté abrir la puerta, con las pocas fuerzas que me quedaban, pero solo me gané una nueva golpiza. No he comido absolutamente nada, tampoco me han dado agua. A cada minuto que pasa pierdo más energía, ya no puedo casi ni mantenerme de pie.

-¡¿DÓNDE ESTÁ?!-una voz potente, y fuerte, me asusta haciendo que despierte. Pero creo reconocer, de quién es la voz.-¡QUIERO QUE LA BUSQUÉIS!-Con todo el esfuerzo del mundo, me arrastro un poco por el suelo, logrando llegar hasta la puerta, donde doy unos pequeños golpecitos.-¿Qué cojones es eso?

-Es la chica que trajo, señor.

-¿Qué chica? Abre la maldita puerta, ahora mismo.-La puerta se abre de un golpe, por suerte no me ha dado. Su rostro se transforma a uno de dolor, en cuanto me ve.-MIERDA, ¡¿QUÉ LE HABÉIS HECHO?! Madre mía Julieta, ¿estás bien?

Niego con la cabeza, mi voz se fue con los primeros gritos. Se acerca con cuidado, tapándome con su chaqueta, para después tomarme en brazos. Suelto unos pequeños alaridos de dolor, notando como él se tensa, besa mi pelo y corre hacia la habitación. Suavemente me deja en la cama, como si fuera una pluma. Toma su teléfono, marca un número que desconozco, que resulta ser un doctor a domicilio.

-A ver, vamos a sentar a esta muchachita-ambos me ayudan a sentarme, el doctor quita la chaqueta y lo que queda de mi ropa.-Oh cielos, está horrible.

El doctor pide que se retire el hombre, a lo que él obedece saliendo enfadado. Posteriormente empieza la cura, provocando que apriete mis manos contra las sábanas. Las lágrimas caen por mis mejillas, como cascadas, esto es realmente doloroso. Cuando termina, deja un medicamento en la mesita y se despide de mí amablemente.

-Señorita, le voy a ayudar a darse un baño. Venga, vamos cariño-una sirvienta entra en la habitación, sonriéndome tiernamente.

Camino con su ayuda hacia el baño, ella comienza a llenar la bañera y rompe la poca ropa restante. Tomo su mano, para entrar en la bañera, con sumo cuidado. El agua caliente, hace mis heridas arder aún más. Sus manos lavan mi cabello suavemente, mientras yo me ocupo de mi cuerpo. Justo como lo hacía con Rosa, en mi infancia.

Al terminar me ayuda a secarme, y a ponerme un pijama calentito. Posteriormente caminamos de nuevo hacia la cama, para tumbarme con mucho cuidado. Ella se encarga de recoger los restos de la ropa, además de vaciar la bañera. El señor vuelve a entrar, con sigilo, tomando asiento en el filo de la cama.

-Dios, siento muchísimo lo que te ha pasado, Julieta. No debí de haberte dejado sola, lo siento de verdad. No volveré a dejarte sola, te lo prometo. Ellos desconocían por completo, que ahora tú vives aquí. Tendrán su castigo, te lo aseguro.

-No pasa nada-susurré.

Ambos nos quedamos callados, sin saber qué decir. Observo como pasa sus manos varias veces por el pelo, soltando algún que otro suspiro frustrado. Después se levanta de la cama, sin mirarme, abandonando la habitación en silencio. Ahora puedo estar tranquila un rato, para dormir, cosa que no tardo en hacer.

Bruno De Luca (TERMINADA EN PROCESO DE EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora