Estefanía

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La resaca atormenta mi cuerpo y tengo una sed tan increíble que asesinaría un toro solo para tomar su sangre. A quien quiero engañar, nunca haría daño a un animal tan majestuoso. La verdad, ni siquiera me gusta tomar. Me gusta conocer a fondo a mis amigos, y reconozco que me siento especialmente ligada a alguien emocionalmente si me conoce en varias facetas y aún sigue siendo mi amigo. Si el único medio cercano y conocido, que está al alcance, para lograr esto es el alcohol; puedo aceptar este sacrificio llamado resaca.

Hay millones y millones de personas en el mundo, aún más millones de ideas y cantidad infinita de posibilidades. Por mí, las conocería  todas. Quiero conocer esa porción de diferencia de cada persona, eso que es la que los hace únicos y diferentes a los demás. No hablo de las huellas digitales o de las manchas en el iris de los ojos (aunque hay algunos muy bonitos) no, yo busco encontrar algún detalle que los haga especiales. Y a pesar de que suene extraño, es muy fácil encontrarlo, puedo ver detalles, gestos, tan hermosos en cada persona, y cada una tiene algo que que no había visto en nadie más.

Lo triste es que no puedo ver nada de especial en mi misma, en nada de lo que hago. El arte que realizo me parece una vil copia de algo ya visto, como si le faltara algo, alguna chispa de originalidad. Mi personalidad me parece de lo más común y aburrida. A pesar de que mi pelo y mi vestimenta les parecerán raros o incluso estrafalarios a algunas personas, todo mi ser me parece copiado. 

Cada sonido, hasta el mísero pitido del microondas, es una tortura para mí. Terminar el desayuno es un logro que lo archivare de por vida y haberme logrado poner alguna ropa más o menos decente me enorgullece como alcohólica juvenil. Lo que empeora todo es que hoy sea el primer día de clases.

 

 

 

Pensamiento y DestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora