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Me quedé callada. No tenía palabras, y no pensaba contestar, nunca en mi vida me había atrevido a hacerlo, mucho menos a mi padrastro o a mi hermanastro. Cuando era pequeña, con apenas 4 años, llevaba una vida feliz, viviendo en las costas Europeas.

No fue hasta cuando mi padre desapareció cuando tenía esa misma edad y  fue a trabajar fuera, a un país ya cuyo nombre ni recuerdo. Simplemente se fue, dejándonos a mi madre y a mí.

Mi madre y yo nos quedamos solas, desubicadas, perdidas. Necesitábamos ir a un sitio donde las posibilidades materiales y de trabajo fueran mejores. Así que lo único que se le vino a la cabeza a mi madre, por alguna razón que desconozco, fue irnos a Corea del Sur, un lugar alejado del pasado al que estábamos atadas. Nos mudamos a Busán, donde comencé a aprender coreano e hice mis primeros amigos.

Mi madre se enamoró, y se casó con un nuevo hombre, Park JeoHun. A pesar de haberse casado con una extranjera, era muy tradicional con la cultura coreana, y convencido en que debía tener un nombre coreano para integrarme completamente (idea que, a día de hoy, veo estúpida) logró aprovecharse de la necesidad de mi madre por dejar el pasado atrás. Así, me cambiaron el nombre a los 6 años y me convertí en Park SooJi, la niña que pasó de no encontrarle sentido a su vida a ser feliz con su hermanastro y con su padrastro, también con su madre.

Mi suerte volvió a fallar, cuando 1 año más tarde mi madre calló enferma, con una leucemia horrible que le acababan de descubrir. Tan brutal era su estado que 2 meses después de ser diagnosticada había fallecido. En 3 años, mi vida había caído en picado.

Mi padrastro hizo del local familiar un antro de borrachos. Mi "hermano", 5 años mayor que yo, estaba en "esa" edad en la cual era un poco complicado tratar con él. Obsesionado con encajar e impresionar a sus amigos, solía meterse en líos relacionados con el alcohol y drogas menores. Ya casi no estaba por casa, pero no parecía importarle mucho a mi padrastro, que debido a su mentalidad machista por naturaleza pensaba que su hijo tenía más derecho para hacer lo que quisiera que cualquier otra mujer.

Con mi hermanastro ausente y mi padre alcohólico, yo volcaba mi depresión en estudiar y pasar el tiempo con mis amigos. Hasta que mi padrastro decidió que trabajaría en su antro, a los 13 años. Servir barras y aguantar a señores que me triplicaban la edad hacer comentarios asquerosos no era lo único que debía aguantar, porque una vez me desarrollé como mujer, rondando los 15, mi padre decidió vestirme y exhibirme como una atracción de feria con excusa de que era "buen marketing".

Y ahora estaba allí, con un desconocido que había matado a mi mayor pesadilla y me había alejado de mi tumba en vida. Me quedé acurrucada contra el rincón del coche durante todo el viaje, temblando de frío y miedo, con el maquillaje  que mi padre me obligaba a llevar corrido en la cara.

El chico no se tornó ni un segundo hacia mí. Tampoco le dirigí la palabra ni un momento por miedo. Si había matado a mi "padre" ¿Qué me podría hacer a mí? Busán no era Seúl, pero igualmente habían muchas mafias y lugares peligrosos en la ciudad.

Sin siquiera darme cuenta, habíamos llegado a una mansión preciosa y cuidada. El chico bajó de repente, dando un portazo y abriendo la puerta de mi lado.

-Bájate- dijo mirándome con esos oscuros ojos, que se veían un tanto enrojecidos, y supuse que era por consumir alguna substancia de dudosa procedencia. Lo hice sin rechistar. No quería acabar como mi padrastro. Él me tomó del brazo fuertemente y se apresuró, mientras yo trataba de seguirle como podía.

Atravesamos el espacioso jardín con el chófer pisándonos los talones, y mi captor introdujo unos números en un panel que estaba adornado con luces neón azules, dejándome ver una hermosa decoración moderna típica de una casa de ensueño perteneciente a un hombre joven.

JJK || Mind Games [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora