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Habían pasado ya unas horas desde que TaeHyung había llegado. Como le dije a SeokJin, debía acompañarla a comprar nueva ropa, no pensaba volver a dejarle la mía de momento, no hasta que ella estuviera un poco más cómoda.

—Suga, ¿se puede saber qué haces aquí?— Le pregunté al chico peliplateado que estaba envuelto en una manta de tonos rojos y grises, hecho una bolita en el sofá. Parecía un bebé.

—Descansar. Me lo merezco, Jeon.— Bufé. Era desde luego uno de mis mejores trabajadores pero su comportamiento era el más difícil de domar de toda mi plantilla. Me interpuse entre él y el televisor, que estaba emitiendo un documental acerca de ballenas. Curioso, porque el tamaño del cerebro de ese chico era el de un cacahuete, y que estuviera viendo algo tan intelectual era hasta divertido. Eso pareció molestarle, así que me fulminó con la mirada, para después decir:

—¿Qué coño haces, Jeon? Lo estaba vien-...— Al momento se dio cuenta de que había sido un error la forma en la que me había hablado, ya que agachó la mirada cuando yo mismo noté que mis ojos se teñían de un color plateado.

—Estoy un poco herido de ayer. Uno de los viejos tenía una escopeta.— Suspiré, y con un corto grito, llamé a mi criado.—¡NamJoon! ¡Trae el botiquín!— Me agaché frente a él y retiré la manta de su cuerpo.

La manta antes era gris, y ahora estaba teñida de un rojo húmedo. Menos mal que Soo no se había dado cuenta.

Suga tenía un orificio enorme provocado por un balazo de gran calibre en el estómago, que no dejaba de sangrar. Podía apreciar perfectamente el tejido de su estómago perforado por en medio de las costillas que asomaban un poco, y divisar la bala al final. Parecía de una escopeta corredera.

Sin ninguna prisa, me eché por encima de las manos el agua del vaso que estaba en la mesilla de café que se encontraba allí, las limpié, y sin esperar a que NamJoon llegase metí los dedos en su grande herida, haciendo que Suga dejase salir unos pequeños jadeos de dolor, palpando con mis dedos el interior de su estómago y chocando contra las costillas, saqué la bala, con la mano ensangrentada.

Los ojos de Yoongi se habían teñido de morado, seguramente por el dolor. Dejé la bala en el vaso y NamJoon llegó a paso rápido. Se sentó a lado de Suga y sin preguntar se puso a curarle la herida. Llegó otro de los criados y se llevó la manta llena de sangre para poder lavarla.

Me fui de allí, notando como el foco se apagaba. Necesitaba más. Subí de nuevo a mi habitación, donde se encontraba Taehyung fumándose su cuarto cigarro en una hora. —¿Dónde está?— Le dije ansioso. No podía esperar más.

Tae sacó del bolsillo de sus pantalones un sencillo bote de crema, que tanto me tenía enganchado. Sí, la droga que más me tenía enganchado era una crema, como si fuera una crema facial o corporal. Ese tan sólo era uno de los miles de formatos en los que se difundía, en los que se podía aplicar.

Tae era el que se encargaba en mi pequeño negocio encubierto en conseguir los materiales para que fabricáramos esa preciosidad que podía ser aplicada de mil y una formas, aunque mi favorita, era la de la crema.

—¿Por qué ella?— Preguntó mientras le arrebataba el bote de las manos y me iba al baño de mi habitación para poder aplicármela, dejando la puerta abierta para así seguir escuchando a mi amigo.

Taehyung y yo teníamos esa capacidad de que nos sabíamos entender sin siquiera tener el contexto de lo que hablaba el otro. No era raro que alguien nos escuchase hablar y pensase que estábamos locos por comunicarnos de la forma en la que lo hacíamos.

Bajé la cremallera de mi pantalón vaquero negro rasgado, y acaricié mi masculinidad por encima de los bóxers que llevaba puestos, tratando de pensar que en ese momento estaba a solas.

JJK || Mind Games [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora