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Taehyung jadeo, y el sentimiento de culpa comenzó a consumirlo vivo.

Incluso mientras lo sentía, le parecía un sentimiento completamente extraño. Era como si aquella ola de calor estuviese extendiéndose no solo por su cuerpo, si no avasallando con violencia cualquier tipo de ataraxia que pudiese haber colmado su interior segundos antes de llegar a aquel pensamiento. Aquel pensamiento tan impúdico, tan obsceno, tan inmoral. Aquel pensamiento que, exactamente igual que la culpa, lo inundaba y nublaba en el camino cualquier tipo sensatez. Aquel pensamiento que más que un pensamiento, era una imagen.

Una imagen nebulosa, etérea, sublime.

El proverbio 13:3 de la biblia recita, "El que refrena su lengua protege su vida, pero el ligero de labios provoca su ruina." Y Taehyung no podía estar más de acuerdo; eran unos labios los que lo estaban arrastrando a la más inconmensurable de las oscuridades. Unos labios carnosos, rojizos y abultados que toda palabra que dejaban escapar entre ellos se volvía completamente sádica solo por ser pronunciada por estos, como si aquella boca fuese la génesis de todos los pecados capitales existentes y Taehyung no pudiese dejar de ser aquel ángel travieso que en cualquier momento sería expulsado del cielo solo por tentarse con la ficticia limerencia que le provoca su sola cercanía. Incluso si Taehyung refrenaba su lengua una y otra vez, cada vez que quería dejarse llevar por esos insaciables impulsos de desenfreno e inmoralidad que parecían apoderarse de sus acciones como si fuese un subordinado de sus hormonas, en un intento bastante en vano de proteger su vida, se daba cuenta que aun así se acercaba más a su ruina. No estaba evitando nada, solo estaba posponiéndolo. Estaba posponiendo una caída abrupta que cuando llegara, le recordaría que sus alas habían sido cortadas por alejarse de quien había sido la única luminiscencia en su vida cuando más la necesito; Dios. Una caída que haría que sus ojos se abrieran y que se encontrara observando desde abajo la inmensidad del cielo, tan distante e inalcanzable como anhelado, comprendiendo entonces que lo había arruinado. Que había sucumbido ante la esencia más pura de Lucifer y que eso había provocado de alguna manera u otra que no fuese más que un ser insípido y dispensable dentro del reino del señor.

Tragó, intentando tranquilizarse. Su mente estaba yendo demasiado rápido y las conclusiones desbordaban de su mente al punto de colapsarse a sí mismo. Aquello no le sucedía jamás. Y las pocas veces que había sucedido no tenía que ver de ninguna forma con el motivo principal de esta ocasión. Sabía perfectamente que la lujuria era de las peores tentaciones que podían sacudir la fe de un hombre y que debía ser fuerte, pero aquello se le estaba yendo de las manos. La primera vez había sido por una imagen y justificarlo con la idea de que solo era una reacción lógica en base a un estímulo le fue suficiente como para acallar la vocecilla interna que le repetía que aquello estaba completamente mal. Pero ahora, solo había sido un recuerdo. Un pensamiento, una sensación. Ni siquiera tenía una imagen fija en su mente, ni siquiera podía expresar con exactitud qué era lo que estaba provocando aquella erección entre sus piernas, pero sin embargo podía afirmar sin miramientos que el responsable era él.

Él y nada más que él. El chico que arrastraba en el infierno en sus belfos.

Taehyung sabía que el diablo era peligroso, pero jamás hubiese imaginado que su crueldad hubiese sido tal como para poner en un mismo ser la representación más vívida de la manzana prohibida y la serpiente. Jimin no era solo la tentación, sino también quien lo animaba a tentarse. Jimin era quien lo incitaba a abandonarse a la suerte del pecado que se hallaba entre sus labios. Entre sus labios, entre su cuello, entre su abdomen, entre sus...

Ya basta, Kim Taehyung.

Restregó la palma de sus manos contra su rostro en un intento de concentrarse. Tenía clase de gimnasia en menos de diez minutos y se suponía que estaba utilizando ese tiempo en su dormitorio para cambiarse de ropa. Muchas veces el hecho de vivir en el mismo recinto donde se dictaban las clases se volvía un beneficio, pero en cuanto se trataba de librarse de algunos de sus problemas, era una completa desventaja. No podía simplemente faltar a clases porque alguien iría a golpear la puerta de la casa que compartía con su tío en los pisos superiores del establecimiento, o simplemente le avisarían a él, quien siendo el sacerdote y además el único familiar directo que Taehyung tenía, iría a hablar inmediatamente con su sobrino. Era suficientemente difícil tener constantemente en la cabeza que Dios todo lo ve como para además sumarle que no podía alejarse de ninguna manera del ambiente o de la iglesia misma.

The truth untold.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora