Sayuri ha fallecido...
Los hermanos están rotos, la mujer que antes creían amar les había arrebatado a la mejor persona que podrían imaginarse.
Pero, después de unos meses, regresa.
Renace de entre los muertos junto con algo... O mejor dicho... Algu...
—Ustedes fueron las elegidas... —un hombre mayor les hablaba sonriente —Fueron las elegidas para llevar con ustedes la sangre de Lilith y Eva pero... ¿Qué hacen aquí? —preguntó confundido mirando al par de chicas. —Porque, bueno, se supone que alcanzarían la vida eterna en la Tierra, ¿Cómo- —se vio interrumpido por la castaña.
—Mi hermana me trajo aquí. —contestó seria, al mismo tiempo que señalaba su pecho, más específico, en la zona del corazón —Ella... Me quito mi corazón... Junto con mi vida...
—¡A mi Hiroshi me asesinó! —exclamó la de pequeña estatura.
—Un momento —el hombre con prominentes canas empezó a hojear en su libro. —Esto... No viene escrito...
—¿Eso significa que-?
—No debimos de haber muerto... —completó la castaña mirando fijamente a la contraria.
—¡Exacto! Pero ahora sus cuerpos... No están en una situación muy favorable, por no decir que están podridos... —hizo una mueca de desagrado el hombre para presionar un botón. —Por lo que renacerán.
—Pero, ¿para qué debemos de na-? AHHHHHHHHHHHHHHH —se vio interrumpida al momento de caer por la separación del suelo.
—¡Lo descubrirán muy pronto! ¡Suerte! —gritó.
Ambas chicas caían, una con un equilibrio perfecto y una calma muy estable. Por otro lado la otra chica gritaba y aleteaba buscando volar.
Entonces, se desvanecieron...
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Una mujer junto con su esposo cargaban a sus hijas, un par de mellizas, las dos con el pelo castaño, ojos marrones y con diferentes facciones al compararlas. Sólo que ambas conservaban un sello, un minúsculo sello.
