Capítulo I

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"Los asesinos en serie proyectan una fantasía de una clase u otra, y el crimen es el acto final a ésta"

Abril, 12, 1974

Rápidos, fuertes y sonoros pasos sobresalían en la acera, llamando la atención de las demás personas que caminaban por la angosta calle, pues eran el producto de empujones, choques, y caras desconcertadas que maldecían al ser golpeadas por el hombre que corría y corría sin mirar atrás.

Pero no importaba cuánto corriera, sabía que lo iban a atrapar, porque seguramente, un par de policías ya habían sido llamados para esperarlo al doblar la sucia calle. Y como se lo esperaba, todo pasó rápido; Los policías esperándolo a la vuelta, un par de golpes, un jalón, su cara contra la ventanilla de la patrulla y esposas.

― ¿Otra vez tú, muchacho?

Los orbes avellana, que miraban con cansancio al oficial, se fueron para atrás, él, soltando un suspiro, se preguntó « ¿Por qué mierda siempre tenían que decir eso?»

Ya ni siquiera se preocupaba por poner resistencia cuando era arremetido al auto con molestos sonidos y luces de azul y rojo.

Y el mismo proceso de siempre, pero ese día había algo diferente, aunque él no lo supiera.

Siempre el mismo lugar, sucio y obscuro, lo conocía tan bien, desde, incluso, antes de llegar a la adolescencia.

Vio al guardia caminar por el pasillo con sigilo, como siempre, llevaba con él un aro de llaves colgando de una especie de cinturón y alguna clase de arma por si alguna vez su seguridad se viera amenazada. Su nombre era Paul, se lo había dicho en uno de los tantos arrestos que ya había tenido, él ya era una cara conocida.

―¿Qué pasa, Frank? ―. Preguntó, moviendo la cabeza negativamente. Frank sabía que el guardia era una de las muchas personas que pensaban que, muchos jóvenes como él, ya no tenían remedio ni futuro, que incluso ya era inútil arrestarlos porque sabían perfectamente que iban a terminar la próxima semana ahí mismo o en el cementerio.

Se adentró lentamente al sucio y obscuro cubículo mientras las rejas emitían un fuerte sonido detrás de él.

Horas después, el mismo guardia le abriría las mismas rejas. Por motivos de corrupción, sobrepoblación de cárceles, leyes ridículas y dinero, estaba libre otra vez. El abogado que el estado le asignaba le haría firmar unos papeles con su nombre y listo. «No preguntes nada, sólo sal y listo» Le decía siempre.

―Hasta luego, Iero

―Hasta luego, Paul

Muchas veces era mejor quedarse dentro de los separos que salir porque, aunque estaban sucios y olían mal, al menos tenía en dónde dormir y con qué cubrirse.

Caminar en las sucias calles de Nueva Jersey era lo único que había hecho desde que salió, hasta que decidió parar en un parque para descansar, recostarse sobre el pasto y cerrar los ojos, aquellos ojos reflejaban cansancio. No el cansancio que una persona siente cuando quiere dormir, o cuando no pudo cerrar los ojos en toda la noche, no. Él estaba cansado de la vida, de cómo le había dado tantos golpes que, hasta ahora, lo han noqueado como ninguna otra pelea callejera en la que ha estado.

Se encontraba en el piso, sin hogar temporalmente, eran las cuatro de la mañana, de eso estaba seguro porque no había nadie en las obscuras calles, en las casas no había señal de alguna persona despierta y el brillante color blanco de la luna y la pobre luz sin vida de algunas lámparas a punto de fundirse eran las únicas fuentes de iluminación que tocaban su rostro.

Los crímenes de New Jersey «Frerard»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora