Los crímenes de New Jersey

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Rayos cálidos hacían estremecer a cualquiera en esa mañana, y el crujir de las hojas amarillas de otoño comía el silencio de aquel lugar lleno de tranquilidad, misma que se veía interrumpida por un extraño hedor.

Dulces voces de adolescentes paseando por ahí cerca cada vez más se adentraban en el bosque, mientras el extraño y desagradable olor se adentraba casi como hormigas, en sus fosas nasales.

La sonrisa de la rubia que reía desapareció de a poco dando lugar a un ceño fruncido, extrañada.

― ¿Qué es eso? ―preguntó, dirigiendo su mirada al bulto que posaba sobre las hojas debajo de un árbol, cubierto con una pequeña manta blanca.

Su acompañante, otra adolescente con cabello castaño y ojos claros, detuvo su voz para prestar más atención a su alrededor. Ambas se miraron con el ceño fruncido y lentamente, curiosas, se fueron acercándose al objeto.

―No te acerques, puede ser un animal muerto, parece qué hay sangre ahí ―le dijo la más chica de las dos, tomando el brazo de la otra, aunque fue inútil, pues hizo caso omiso a la advertencia de su compañera.

―Es un poco grande ―dijo y cuidadosamente retiró la sábana dejando al descubierto pedazos de ropa. Pero, de pronto, ambas soltaron gritos agudos y fuertes, mientras se hacían para atrás, y dejaban de observar eso, un cuerpo tirado.

Tenía una manta que estaba manchada de un espeso y obscuro líquido rojo; Líquido que, horas antes, fresco escurría del brazo que seguramente, era propietario de los litros de sangre seca que yacían sobre la tierra y las hojas, del corazón sin palpitar que se encontraba ahí, y de unos cabellos castaños claros, que jamás, podrán lucir de nuevo su color ante el sol.

El propietario de ese pequeño cadáver, sin vida, que jamás recuperara ese tono rosáceo en sus mejillas, ni volverá a casa, a jugar de nuevo con su familia.


Los crímenes de New Jersey «Frerard»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora