9: Creando vida juntos

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ESTE CAPÍTULO CONTIENE SITUACIONES SEXUALES EXPLÍCITAS
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"Ay que tiene tu mirar, siento que todo me arde. Te pensé toda la tarde, por donde vaya te veo, besar tus labios deseo y es que quisiera tocarte, beber de todo tu arte suave como un ronroneo"
Ronroneo, Mon Laferte.
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Mientras la estilista y las dependientas de la boutique atendían a Marinette, Adrien se sentó en un sillón y abrió el periódico que no había podido terminar de leer en el desayuno. Si la había acompañado era solo porque su reunión había acabado temprano; solo por eso.

Estaban en un saloncito privado, y Marinette, sentada en otro sillón,
observaba a las tres mujeres debatir qué estilos le irían mejor sin tomar parte en la conversación. De hecho, parecía mortalmente aburrida, y se encogía de hombros cada vez que le hacían una pregunta.

Adrien frunció el ceño irritado. A todas las mujeres les encantaba
que las llevara de compras; ¿por qué a ella no? Sabiendo que ella formaba parte del mundo de la moda. Volvió a bajar la vista al periódico, y al cabo la estilista y las dependientas se llevaron a Marinette al probador. Incapaz de concentrarse, releyó unas cinco veces el mismo párrafo antes de darse por vencido y arrojar el periódico sobre la mesita
frente a él.

Justo en ese momento se abrió la cortina del probador y salió Marinette.
Lo primero que le habían dado para que se probase era un vestido
largo de noche en rojo carmesí, que quedaba ceñido al cuerpo del
pecho a las rodillas y dejaba los hombros al descubierto. Resaltaba
a la perfección su curvilínea figura.

Marinette se acercó a un espejo para mirarse, y cuando la vio pasarse una mano por el estómago para alisar la tela, Adrien no pudo evitar pensar en el bebé que no había llegado a nacer, en el infierno que había vivido cuando lo había descubierto, y en la posterior agonía de haber perdido a su padre, madrastra y después a su hermano de un modo tan inesperado.

No se dio cuenta de que se le había escapado un gemido ahogado
de frustración hasta que las otras tres mujeres se quedaron
calladas y se volvieron hacia él. La lástima en los ojos de Marinette lo
irritó. Quería rechazar su compasión, espetarle que no la
necesitaba…

–Ese nos lo llevamos –dijo para acabar con el incómodo silencio.

Sus palabras desataron un frenesí de actividad entre la estilista y
las otras dos empleadas de la boutique, que se pusieron a buscar
más vestidos para que Marinette se los probara, y después de su
intervención le pidieron que opinara sobre cada nuevo modelo.

Al final acabó aprobando media docena de vestidos de noche,
mostró su desagrado por uno dorado que enseñaba demasiado, y estaba dando su veredicto sobre una selección de ropa de diario
cuando sonó su móvil. Le llamaban para decirle que los resultados de los análisis de sangre estaban perfectos y apenas hubo colgado, lleno de satisfacción, hizo una llamada para prepararan su jet privado.

Se levantó a decirle a Marinette que fuera a cambiarse porque se
marchaban y, mientras ella estaba en el probador vistiéndose, dio a
la estilista las últimas instrucciones sobre la ropa que debían enviarles y lo pagó todo con su tarjeta de crédito.

–¿Hay alguna razón para que hayamos salido a toda prisa, como si estuviéramos huyendo de la escena de un crimen? –quiso saber Marinette cuando salieron a la calle, donde los aguardaba la limusina.

Adrien esperó a que hubieran subido al vehículo y se hubieran
puesto en marcha antes de responderle.

–Ya están los resultados de los análisis: está todo bien.

Dos Veces tú (A MLB A.U. Story)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora