Destino 2. Los amigos son tus aliados...

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Will

Un mes, llevaba casi un mes con esa misma rutina.

Recordaba cómo al llegar a trabajar al hospital, como el médico graduado más joven, no veía necesario ir a casa.

Comía con algunos de sus compañeros en restaurantes o cafeterias cercanas, siempre hacia horas extras. Usaba su casa como un hotel, solo para dormir y asearse.

Ahora, no podía esperar a que el reloj marcará las 4 de la tarde para salir, casi volando, en dirección a su hogar.

Pero él no había cambiado.

Ni su casa.  

Había cambiado su compañía. Sus deseos de volver a casa eran, en realidad, sus deseos de volver a ver cierta cabellera negra que se había colado por su puerta, robado su espacio y cambiado su rutina.

Ahora no podía esperar para llegar a su hogar. Desayunar, comer y cenar juntos se había convertido en su razón para volver. Aunque la mayoría de las veces no tuviera idea de que estaba comiendo, o el nombre de la pasta.

A todos sus colegas les parecía extraño el cambio, pero nadie había encontrado el tiempo suficiente ni el momento adecuado para hacérselo notar.  Muchos, tal vez, habían decidido no intervenir y poco les importaba su vida, en todo caso.

Excepto, claro,  a Lou Ellen.

La chica lo interceptó un viernes, a la salida.

-Ahora vas a decirme que te pasa- le dijo con esa mirada de “No te vas a escapar”. Así que dejando escapar un suspiro de resignación y empujando a su metiche amiga lejos de los pacientes, hacia su auto, le narró los acontecimientos de los últimos 30 días.

Comenzó contándole cómo había chocado contra Nico; como  se había colado en su casa. Adueñándose de su cama, la primer noche y ahora durmiendo en el sofá cama de su estudio porque “No quería molestarlo”.

A Will esa situación, lejos de incomodarlo, le preocupaba.

Nico parecía estar huyendo de algo, o de alguien. Tomando en cuenta que su mochila venía cargada de varias prendas, así como de un par de botellas de agua y galletas. Además de un pedazo de papel arrugado y roto, con algo que parecía un nombre y parte de una dirección.

-En resumen- soltó la chica, cómodamente sentada en el asiento del copiloto de su auto de camino a casa- Rescataste un gatito-

-Podría decirse-

-Y… ¿Planeas quedartelo?- por fin, Lou Ellen había soltado la pregunta que más le aterraba contestar.

Porque no tenía respuesta. ¿Qué planeaba hacer con Nico?

-Tiene miedo- soltó - Y aún no me tiene la suficiente confianza como para contarme que le paso-

-Bueno, tomando en cuenta lo que me contaste del estado en el que lo encontraste… creo que la respuesta se puede intuir-

-Lo se- soltó, mientras apretaba el volante con tanta fuerza que sus nudillos comenzaron a ponerse blancos. -Pero hasta que el lo diga, solo son conjeturas…-

-Es lo increíble de que tú mejor amiga sea psicóloga, ¿No crees?-

A Will, definitivamente, le daba miedo la sonrisa gatuna de Lou Ellen.

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-¿Irás?- preguntó sorprendido, cuando vio a Nico salir cubierto por una gruesa sudadera, perfectamente vestido con sus jeans oscuros y una de sus playeras negras. Además de un gorro tejido negro, que había encontrado entre sus pertenencias, cubriendo su cabello oscuro, excepto por el fleco que le caía sobre los ojos.

-Fue tu idea- respondió rodando los ojos

-Lo se. Pero no pensé que aceptarías- confesó, colocándose él mismo un abrigo y tomando su bata recién lavada entre sus brazos.

-¿Te molesta?- preguntó Nico con un susurro, abriendo sus ojos como asustado. Will odiaba esa mirada, odiaba que le preguntará si lo que hacía estaba mal.

-No- respondió, dejando salir la sonrisa más grande y sincera de la que fue capaz. - De hecho, me alegra. Lou Ellen estaba encantada-

-Me cayó bien…- comentó Nico mientras subía al asiento del copiloto y Solace se metía en el lugar del conductor.

Perfectamente podían llegar hasta el hospital andando, pero Nico padecía de un miedo visceral a salir a la calle. Supuso que aún se sentía huyendo. De lo que sea.

-Creo que me pondré celoso- medio bromeó, tratando de aligerar el ambiente mientras se abrían paso entre las calles. Por el rabillo del ojo, noto como un sonrojo se apoderaba de su pequeño acompañante. Haciéndolo lucir tan adorable.

-¿Po- por qué habrías de ponerte ce-celoso, Solace?- el rubio ingresó al estacionamiento de su lugar de trabajo donde, afortunadamente encontró un lugar cerca de las puertas de acceso. Se estacionó y apagó el auto antes de contestarle tranquilamente

-Porque nunca has dicho que yo te caiga bien- no lo miro, miraba hacia el frente. En parte era verdad. En ningún momento el morocho había mencionado que él le cayera bien.

De algún modo, le dolía. “Vamos Will” se regañó mentalmente “Ya no eres un adolescente”

El silencio le resultó tan largo que temió haber dicho algo inapropiado para el chico.

Estaba a punto de disculparse cuando Nico abrió la boca.

-No pensé que necesitara decirlo- no lo miraba directamente, como si sus tenis fueran la cosa más interesante del mundo en esos momentos. - Es decir… ¿Quién se queda en casa de un desconocido que le cae mal?-

Soltó una risa.

-Tienes razón- determinó, limpiándose el contorno de sus ojos. -Vamos, Lou se enojara si llegas tarde-

Bajaron el auto y se unieron a la pequeña marea de  personas. Varias saludaron a Will al pasar. Pacientes, enfermeras, colegas.

Las enfermeras de recepción, dos chicas jóvenes y muy guapas, fueron más descaradas, coqueteando abiertamente.

El rubio no se dió por enterado.

Nico miraba a todos lados con el ceño fruncido, pero sus ojos tenían una sombra de miedo, apretaba los labios y mantenía su mirada gacha cuando alguien se les acercaba. Se mantenía un paso por detrás de Will. Pero lo sujetaba por la espalda, con tanta fuerza que Will podía imaginar, sin esfuerzo, cómo se blanqueaban sus nudillos.
Llegaron al ala de psiquiatría cinco minutos antes de la hora acordada. Así que se sentaron en los cómodos sillones del área de espera.

A su alrededor no había tantas personas como normalmente, ya que era un lunes por la mañana.

La mayoría de los pacientes de esa ala se presentaban a media semana. Tal vez por esa razón Lou los había citado ese día.

-¿No tienes que estar trabajando?- preguntó Nico, rompiendo el cómodo silencio. Debía estar nervioso. Así que Will sonrió para tranquilizarlo.

-No pasará nada si me retraso un par de minutos… Kayla puede cubrirme un rato- -Lamento ser una molestia- soltó, mirando hacia el suelo.

Will desvío la mirada, pero tomo su mano y comenzó a darle un pequeño masaje en el dorso con su dedo gordo. Fue sintiendo como el agarre se iba suavizando, hasta que casi había desaparecido.

-Tú no eres una molestia, Nico- declaró con fuerza, cargando cada palabra de convicción, tratando de hacer llegar el sentimiento. -No necesitas preocuparte-
Nico levantó la vista y sus ojos negros como la obsidiana se encontraron con los ojos azules de Will mirándolo con intensidad. Con mucho más que compasión o lástima.  

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