Capítulo 1: Limpieza de Desván

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— ¿Por qué tengo que ir? —protesto cuando mi madre insiste en que me vista para acompañarla.

— Porque te lo digo yo, y punto. —responde mi progenitora con mala cara.

— Pero es que he quedado. —replico frunciendo el ceño.

— Me da igual, ya quedarás otro dia con tu novio. —sentencia haciéndome mirarla con odio—. ¿Quieres que se lo diga a tu padre y te deje sin paga?

— ¡Está bien! —contesto de mala forma dejando el teléfono y poniéndome en pie.

— En cinco minutos en la puerta. —dictamina mi madre yéndose de la habitación con un suspiro.

Acercándome al armario murmurando maldiciones, lo abro para comenzar a buscar algo de ropa decente por éste, probándomelo mientras voy evaluándolo en el reflejo del espejo pegado en la puerta.

— ¡No hace falta que te arregles, que vamos a limpiar! —grita mi madre desde el salón como si me estuviera espiando.

Soltando un pequeño suspiro exasperado, busco entre mi vestuario algo de ropa decente de la que pueda prescindir si se ensucia mucho, pero lo suficientemente bonita para estar presentable ante posibles personas conocidas.

Terminando de colocarme varios minutos después unos vaqueros viejos que he encontrado, me repaso el cabello moreno con un cepillo antes de ponerme algo de base en el rostro, cosa que hago porque a un pequeño, y molesto, grano le ha dado la gana de salir en mi barbilla. Cómo odio esos granos que aparecen de la noche a la mañana sin motivo...

Quitándome las gafas, rápidamente agarro las lentillas que tengo encima del escritorio, sacándolas de su pequeña cajita para colocármelas cuidadosamente, mirándome seguidamente al espejo para asegurarme inútilmente de que las he puesto bien, encontrando dos ojos color caramelo que me devuelven la mirada en respuesta.

— ¡Zoey! No tenemos todo el dia. —protesta mi madre haciéndome salir de la habitación con un suspiro.

— ¡Ya voy! —respondo frunciendo el ceño y siguiéndola cuando sale por la puerta de casa.

En silencio bajamos hasta el garaje, montándonos rápidamente en el coche antes de salir a la ruidosa calle, llena de niños que acaban de salir de la escuela. Sacando el teléfono de mi bolsillo, rápidamente comienzo a chatear con mi novio, pidiéndole disculpas por cancelar nuestra cita de hoy... Todo para ir a limpiar la casa de una desconocida.

— ¿Por qué tenemos que ir a limpiar? ¿No puede contratar un equipo de limpieza? —pregunto de nuevo con mala cara al recordar que estoy sustituyendo una tarde divertida con Tom por esto.

— Porque soy su amiga y me ha pedido el favor. —responde mi madre centrada en la carretera—. Va a mudarse y quiere que salvemos las cosas aprovechables que se puedan donar.

— Pues que lo haga ella. —contesto frunciendo el ceño a la vez que miro por la ventanilla.

— ¿Quieres que una madre se ponga a recoger y seleccionar cosas de un lugar lleno de recuerdos de su hijo recién fallecido? —dice mi progenitora.

— ¿Y por qué no? Son recuerdos felices, ¿no? —murmuro recibiendo una mirada de reproche de mi madre.

— Deja de quejarte. —sentencia con un suspiro—. Además podrías ser un poco más considerada, que era compañero tuyo.

— ¿Compañero? Nunca hablé con él, era mayor que yo. —contesto sin andarme con rodeos—. Y un marginado con mal carácter tengo entendido.

— ¿De dónde sacas eso? —responde mi madre frunciendo el ceño—. Yo conocí a Lyon y era un chico muy normal y tranquilo.

Sex Note IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora