Capítulo 2: La cara oculta

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— Voy a darme una ducha, luego prepararé la cena. —avisa mi madre alejándose con un suspiro por el pasillo cuando llegamos.

Acercándome al sofá para dejarme caer, me quedo unos segundos descansando, hasta que finalmente me levanto para ir rumbo a mi cuarto a darme una ducha también. Comenzando a encararme al pasillo, mis ojos se desvían un segundo a la bolsa que mi madre ha dejado encima de la mesa, viendo asomada la extraña libreta que he encontrado.

Dudando un segundo, finalmente me acerco a la bolsa, sacando el cuaderno para llevármelo a la habitación. Sentándome en la silla de mi escritorio, mi curiosidad me lleva a abrir nuevamente la libreta, leyendo de nuevo la letra horrible con las supuestas normas.

— En fin... —murmuro poniendo los ojos en blanco antes de centrar mi vista en los nombres y números escritos en la primera hoja, frunciendo mínimamente el ceño cuando noto algo.

¿La letra es diferente? Supongo que la de la hoja debe ser del friki, pero entonces, ¿quién ha escrito la chorrada de las normas? Podría ser que fuera uno de esos objetos de merchandising... Pero las normas están escritas a mano.

Si realmente funcionara, ¿qué haría? ¿Podría hacer que los profesores me dieran los exámenes? ¿Convencer a mi madre de que las clases comienzan unas horas más tarde para poder dormir más cada mañana? ¿Hacer que me aumente la paga? Podría ser muy espectacular...

— Soy idiota. —suspiro cerrando la libreta, guardándola en un cajón antes de irme a la ducha.


*******


— Cari, mi padre se va a casa de su novia esta noche, ¿quieres venir a dormir? —pregunta Tom cuando llego al lugar donde nos encontramos cada mañana para ir al instituto.

— Claro que sí. —respondo con una sonrisa, robándole un beso.

— Perfecto. —contesta sonriente a la vez que sus brazos bajan de mi cintura al culo, sintiendo como lo aprieta entre sus manos.

— Acuérdate de comprar lo de siempre. —murmuro ronroneando contra sus labios.

— Por supuesto. —asiente Tom dándome otro beso—. Por cierto, ¿qué tal te fue ayer por la tarde limpiando?

— Horrible. —suspiro con mala cara—. Estoy destrozada.

— ¿Sí? Pues esta noche te doy un masaje. —comenta dándome un breve azote antes de separarse un poco de mí, agarrándome de la mano antes de retomar el camino al instituto.

Caminando tranquilamente hacia clase, vamos hablando entre la marea de gente que se dirige al mismo lugar, deteniéndonos a la entrada para alejarnos unos metros, dándonos un largo beso donde no nos pueden llamar la atención.

— ¡Tom! —protesto mínimamente cuando sus manos pasan de acariciarme el trasero a intentar meterse por dentro de mis pantalones para tocarlo, sintiendo como deja la parte baja de mi espalda al aire.

— Perdona. —se disculpa con una sonrisa traviesa, retirando sus manos—. Pero ayer me dejaste con un calentón impresionante, y ahora me llevas estos vaqueros ajustados que sabes que me encantan.

— Deja algo para cuando estemos en tu casa. —murmuro recolocándome bien la ropa mientras mi mirada va hacia atrás, intentando averiguar si alguien nos ha visto.

— La espera se me va a hacer larga. —responde agarrando mi mano para arrastrarla a sus pantalones, donde me hace palpar su ligera erección.

— Esta noche. —replico desviando la mirada de sus ojos hambrientos a las personas cercanas con cierta vergüenza. Me encanta el sexo, pero soy bastante pudorosa en cuanto a las muestras de afecto en público, y ya no os digo este tipo de cosas...

Sex Note IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora