Capítulo 14

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—¿A tu madre le gusta algún postre o algo? —preguntó Momo mientras salían de su casa, sujetando un bolso. Todoroki levantó la mirada, buscando una respuesta que pudiera satisfacer la curiosidad de Momo.

—Supongo que le gustan los postres fríos... y el jugo de manzana. Pero creo que con solo presentarte será suficiente.

—No digas eso. No me molestaría llevarle algo, créeme —Momo sonrió, entusiasmada, aunque un ligero nerviosismo se mostraba en su expresión— ¡Estoy deseando conocerla! Ay, qué nervios. Espero caerle bien. Dime, Todoroki, ¿Cómo es tu madre?

—Tiene el cabello blanco.

—Me refería a su carácter —aclaró Momo con una risita suave, esperando una respuesta más.

Todoroki guardó silencio durante unos segundos. No era fácil describir a su madre. Rei no era alguien extraordinaria. Era una mujer que había sufrido mucho, una persona que, tras años de angustia ahora recibía la ayuda psicológica y médica que tanto necesitaba. Todoroki solo esperaba que con el tiempo las cosas mejoraran lo suficiente para que ella pudiera volver a casa y vivir tranquilamente el resto de sus días. Pero sabía que Momo esperaba algo más que un simple resumen médico.

Podría decirle que su madre era una soñadora, una mujer que siempre dio amor, aunque pocas veces lo recibió. Una mujer con callos en las manos y cicatrices en el vientre, cuyo pasado estaba lleno de dolor. Sus ojos grises a menudo se perdían, nublados, en las fantasías que creaba mientras miraba por la ventana. Tal vez, en esas fantasías sus manos eran suaves, con el aroma dulce de la vainilla y su sonrisa mostraba sus dientes, en lugar de ser solo una línea apretada, formada por años de silencio impuesto por su esposo donde sus labios estaban acostumbrados a estar cerrados después de haber sido callados tantas veces.

Pero Shouto no encontró la fuerza para contarle todo eso a Momo. No aún. Tal vez esperaba que, cuando Momo conociera a Rei Todoroki, la imagen de su madre pudiera hablar por sí sola expresando en silencio todo aquello que él no podía decir. Así que, en lugar de eso respondió con calma:

—Ella es amable.

—Por como lo dices, lo creo —dijo Momo con una sonrisa suave, tratando de imaginarla.

—Es tranquila, serena... siempre buscando algo a través de la ventana. Aunque sé que en el fondo, la libertad que anhela no es solo salir del hospital.

El silencio que siguió fue pesado, pero no incómodo. Momo comprendió, al menos en parte, que había mucho más detrás de esas palabras. 

Al llegar al hospital, Yaoyorozu observaba con curiosidad los pasillos blancos mientras caminaba junto a Shouto. Él la guiaba en silencio hacia la habitación de su madre, Rei Todoroki. Momo sentía un ligero nerviosismo, no tanto por conocer a la señora Todoroki, sino porque Shouto no había dicho ni una sola palabra desde que habían entrado al hospital. Quizá también estaba nervioso, pensó. O tal vez no es fácil visitar a un ser querido que está tan mal. Momo no tenía experiencia con algo así, pero podía imaginar lo difícil que debía ser.

—¿Te encuentras bien? —preguntó suavemente, intentando romper el silencio.

—Sí —respondió Todoroki con un suspiro—. Sigamos, mi madre debe estar esperándonos.

Momo asintió, observando como el había tomado la iniciativa de sujetar su mano. Un gesto muy lindo.

—En realidad... —Todoroki arrastró las palabras incómodo— No le dije exactamente qué día te traería.

Momo parpadeó un par de veces, sorprendida, antes de soltar una breve risa.

—¿Sorpresa entonces, eh?

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