Capítulo 1

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Había sido una semana extenuante y, peor aún, ese mismo día había sido un infierno a pesar de la fecha tan especial que era en donde la paz, el amor y la unión al prójimo se profesaban sin importar a quien; sin embargo, para Mateo Morales, un hombre de descendencia latina nacido en New Jersey en el barrio de Hoboken, había sido uno de sus peores días. Él era un hombre católico, aun así, no podía evitar maldecir a su jefe no solo con palabras sino también con deseos malsanos, por ser el responsable de los pésimos días que había tenido en ese mes. Para desdicha de él y de varios trabajadores que tuvieron que quedarse hasta altas horas de la noche con tal de tener el trabajo listo y sin demoras, en especial esa semana, lo que ocasionaría que la cena de Navidad familiar fuera una mera ilusión, una utopía, un deseo que difícilmente iban a poder alcanzar ese año.

Y peor aún era que Mateo ni siquiera tenía la esperanza de pasarla con algún amigo ya que todos estaban iguales a él, la mayoría ya tenía planeada su noche y los que no, no estaban disponibles. A él no le interesaba tenerlos como acompañantes, ya había tenido un pésimo día como para empeorarlo aún más, solo que tal vez se hubiera sentido algo mejor si alguno de esos traidores y desleales amigos, le llamara al menos para saludarlo por las festividades. Era claro que, para ese momento, él sin quererlo ya se había convertido en un verdadero Grinch, todo gruñidos y maldiciones en una fecha que él de por sí amaba.

Matt, como así lo llamaban sus familiares y amigos cercanos, era ingeniero y trabajaba en una constructora renombrada cuyas oficinas principales se encontraban en uno de los más importantes edificios del centro de Malcolm Blvd. en Harlem, New York, al otro lado de donde quedaba su hogar. Lo que salir de tan solo de ese edificio era una verdadera locura a tan pocas horas de la fecha principal de las festividades navideñas. En la calle, todo era un caos de personas caminando sin mirar y sin importar empujar, tropezar e incluso patear a quien se cruzara por su camino a sabía Dios donde. Lo más seguro a pasar una hermosa velada en familia o con algún ser querido, algo que él no haría.

Parado en el umbral del edificio donde estaba su oficina, se detuvo y pensó en la mejor manera de zambullirse en ese caótico andar de transeúntes indolentes. Se sentía tan agotado que casi no podía pararse en sus piernas si no fuera porque lo último que deseaba era pasar las fiestas en su centro de trabajo. Su jefe había pedido que todos los empleados de la constructora estuvieran hasta el mismo día de Navidad trabajando en un proyecto grande y tenerlo listo si tan solo pensaban siquiera en la idea de dormir algo al llegar a casa. Lo bueno, era que, si querían tomarse esa última semana del año libre, los ingenieros responsables de las grandes obras, como era el caso de él, debían quedarse hasta las diez de la noche solo, estaba seguro Matt, con el firme propósito de joderles la Nochebuena.

Aún no cruzaba las grandes puertas acristaladas del edificio y ya podía sentir el frío invernal que caracterizaba esas fechas. Afuera, estaba nevando y las personas pasaban raudas con las cabezas agachadas. Conseguir un taxi a esas horas y con esa cantidad de personas fuera, sería casi imposible y maldijo no haber llamado antes a uno particular. Antes de que su móvil quedara muerto por no haberse acordado de cargar el puto aparato. Miró desalentado hacia la calle y vio que el tráfico de la ciudad era imposible, ya que todos los autos pasaban veloces y había muchas personas peleándose por poder conseguir movilidad, algo que lograrían con mucha suerte o por un milagro para que llegaran a casa a tiempo.

Respirando hondo, dijo adiós al encargado de la recepción y al vigilante y sin más demoras, con el cuello alzado del grueso abrigo, salió a la calle. El primer impacto, para su sorpresa, no fue el choque con alguna persona, sino más bien fue contra el frío glacial que hacía. Los pequeños copos casi traslúcidos de nieve que estaba cayendo eran tan tupidos que casi no podía ver bien por momentos, en otros parecía que se detenían solo para volver a caer con más fuerza después. No pudo evitar un estremecimiento al sentir como el frío se le colaba por más que tenía guantes e incluso por dentro un calentador.

Deseo de navidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora