La primera vez que abrí mis ojos (Parte 2)

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— ¿Ya vas a continuar?—Sigue impaciente.

—Déjame descansar aunque sea un instante —espeto con voz adormilada.

—Pero...pero—titubea Cef al no poder encontrar reclamo—pero ¡Lo dejaste peor que telenovela Mexicana! Justo en lo más importante decides dormir.

—La paciencia es una virtud —susurro por lo bajo y cierro los ojos.

—Una que no tengo—dice igual de bajo y con la voz rota; como si le doliera recordar—ni deseo tenerla.

— ¿Porque tan triste?—observo a los dos ojos negro dentro de la oscuridad ya que es lo único que sé de él o ella.

—Me hace recuerdo a mi madre—me susurra después de un largo silencio.

— ¿Una enseñanza nunca aprendida?—sugiero con voz dulce.

—Tú no eres él único que tiene una historia por contar —dice y me mira a los ojos con tristeza— ¿Ya puedes seguir? No me puedes dejar con na intriga— me dice tratando de cambiar el tema.

— ¿Me puedes contar tú historia? —digo dudoso; conocerlo/a me intriga.

— ¿Para qué quieres saber?—pregunta más para sí mismo que para mí— Algún día lo haré —me corta antes de que yo pueda contestar.

—Entonces, continuemos...

Después de aquel hombre de hermosa maldad no hubo ninguno que se lo podría comparar.

Entraron hombres altos, bajos, calvos, con lentes, con melena, de ojos turbios y más.

El detective, de nombre Alberto, no dejaba de caminar de una esquina a otra, miraba el techo y el suelo, decía algo por lo bajo, miraba su sombrero y después negaba con la cabeza y algunas veces daba un bufido exasperado.

Era un hombre ya mayor; de aspecto cansino y pelo negro. Aun cuando se miraba que ya estaba mayor tenía el espíritu de un joven y sus ojos estaban llenos de vida.

Me tomo de la mesa y me llevo a su bolsillo, se puso la gabardina negra y salió de la habitación cansado.

Fue a un parque.

La brisa era esplendida como de un día de verano, no había mucha gente cerca; sin embargo se podían oír las risas y alaridos de los niños por doquier. Los árboles ya empezaban a teñirse de tonos cafés y naranjas, grandes abarcaban casi todo el parque y llenaba todo de sombra. Los heladeros ofrecían sus helados con una campanilla que los caracterizaba. Señoras conversan en los bancos o en el césped, todas hablando de un solo tema en común: la vida ajena.

El detective no se dejaba distraer por el paisaje ni por nada, aunque eso era lo que había venido a buscar. Siempre alerta; al acecho de que algo malo pase, sospechando hasta de las hojas que caen.

Se sentó en el césped, cerró sus ojos y respiró hondo.

Y de repente empezó a hablar solo suspirando en la soledad de su mente.

—Ya son más de dos meses —susurra por lo bajo— ya no sé qué decirle a la pequeña niña que viene a visitarme todas las mañanas. —Dice apenado y cierra los ojos.

Pasan diez o quizás más tiempo y de un momento a otro aparece una dulce niña sentada a lado del detective.

—Hola—dice la tierna niña mientras se echa de lado para poder observarlo mejor— ¿Cómo va el caso? ¿Encontraron al asesino de mi hermana? —dice con una mirada ilusionada.

—Lo lamento, Luci, pero por ahora no tenemos nada.

— ¿Porque? —pregunta con la voz rota y mirada perdida.

—Hay demasiada gente mala y muy poca gente buena— responde el detective dejando caer una lagrima.

— ¿Y qué paso después? —Me pregunta Cef cuando ve que no voy a continuar.

No puedo aguantar y dejo que un sollozo con unas cuantas lágrimas más se escapen antes de poder decirle el final de la historia:

—La niña fue violada un mes después— apenas puedo pronunciar tal barbarie— por el mismo asesino de su hermana.

— ¿Y cómo lo supiste? ¿Lo atraparon? ¿Quién era?

— No pienso darte detalles; fue horroroso—Suspiro y trato de calmarme— sin embargo te diré el final de la historia en un resumen.

—Está bien. —murmura un poco aturdido—Continua.

—Yo estaba ahí, cuando violaron a la niña; el detective me había regalado a ella porque a ella le encantaba escribir y un día había perdido su porta mina; desesperada por escribir le quito su lápiz al detective y este al final se lo regalo— recuerdo como la niña lo abrazo llena de efusividad y le dijo un gracias poco audible aun en sus brazos— Fue ese hombre…el primero de la entrevista; Franco Luna. —Las escenas de como acorralo a la pequeña niña y los deseos de poder hablar y decirle al detective la mañana siguiente quien fue el culpable de ese vil acto volvían a mí y me hacían hablar con ira. —Nunca lo atraparon por ese caso; pero lo encontraron en el acto cuando quiso cometer el mismo acto con otra niña.

—Los humanos pueden ser tan malos—Susurra Cef para sí mismo aunque logro escucharlo— Ellos no necesitan enemigos cuando se tienen a sí mismos.

— ¿Cómo llegaste aquí desde el bolsillo de ese detective? —Cef corta el silencio en el cual yo dejaba caer algunas lágrimas; el poco tiempo que estuve con esa niña me había enamorado de cada palabra que escribía y de cada poema que a su madre le cantaba.

— ¿Crees que esa es la única historia que tengo? —Sonrío de manera forzada y detengo mis lágrimas— Hay muchas más…

¿Que les parecio?

Pobre Luci; me senti un tantito mal cuando lo escribí.

Este capitulo va dedicado a: xAzucaradictax. Fuiste como mi reloj de alarma y me hiciste dar cuenta de que estaba tardando demasiado en subir x) Gracias por tu comentario.

Buenas noches; espero que disfruten de la lectura,

Flavia.

Lápiz [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora