3

4 1 2
                                    

Llovía. Me gusta la lluvia de verano porque te puedes mojar sin correr el riesgo de enfermarte. A mí eso me pone de buen humor. Pero a pesar de ser verano, la lluvia venía acompañada con un leve descenso de la temperatura. Estábamos en su auto. Él me había traído a mi casa. Me desabrocho el cinturón y me giro para mirarlo y poder admirar su perfil. ¿Por qué me gusta tanto este chico? Muerdo mi labio, muero por besarlo.

-Te amo.

No me responde, mira hacia delante sin expresión ¿qué le pasa?

-Amor, te amo. – Aprieta con fuerza el volante, sus nudillos se hacen blancos. Alargo mi mano hacia su rostro pero cuando estoy a una milésima de tocarlo, la puerta se abre repentinamente, una fuerza invisible me saca del asiento y me tira hacia afuera. Estoy sorprendida, no sé lo que está pasando. Cuando me levanto e intento entrar al auto, la puerta se cierra. Él sigue mirando adelante.

-Amor ¿qué está pasando? – golpeo el vidrio. – ¡Te amo! – grito. ¿Por qué no me escucha? El enciende el auto.

-¡No! ¡No me dejes! ¡Te amo ¿me escuchas?! – Golpeo con todas mis fuerzas el vidrio de la ventana, a esta altura ya se debería haber roto. - ¡Te amo mucho! – Mi grito es desesperado. Por fin gira su cabeza y me mira. Su rostro es inexpresivo.

-Yo no. – Dicho esto, arranca a toda velocidad.

­-¡Adam! – Se ha ido.

Me despierto sobresaltada. Nota mis mejillas húmedas por las lágrimas. Me hubiera gustado analizar mí sueño y abrazar mí amarga soledad, pero inmediatamente mi atención se centra en otra cosa. Estoy en una habitación que es el triple de grande que la mía. La cama dónde estoy recostada es suave, como si estuviera sobre una nube –no es como si hubiera estado sobre una nube pero ustedes me entienden- el edredón era suave al tacto, más suave que la seda ¿estoy en una trata de personas? Tal vez me pusieron en esta habitación y un hombre está viniendo en camino. Oh, por Dios. Tengo que salir de aquí

Me apresuro a llegar a una majestuosa puerta doble de madera, creo yo, tiene tres metros de alto. No puedo abrirla, es muy pesada. La empujo, primero con los dos brazos, luego con los hombros y por ultimo hago una carrera a toda velocidad y golpeo mi hombro con la puerta. Esta no se mueve ni una pulgada y ahora tengo un hombro adolorido. Se me acaban las opciones ¿Qué es lo que haría Arrow? Estudiar el lugar. Bien, parece algo fácil.

Trato de calmarme y empiezo a observar el lugar. La cama donde hace unos instantes descansaba parece ser de tres plazas acompañado de un dosel. Tranquilamente pueden dormir hasta cinco personas. No me gustan los doseles, me parecía un desperdicio de tela y madera. La decoración es muy renacentista.

Hay una ventana y se me antoja que es demasiado grande. Hasta el cristal es renacentista con esas líneas negras y finas. Entraban rayos de luz anaranjados. Al frente de la cama, había un ropero que parecía ser de caoba y seguramente tendría muchos años. Se me ocurre que podría romper la ventana y con las sábanas y la ropa que hubiera en el ropero podría fabricar una cuerda para salir de aquí. Me dirijo al armario y cuando abro las puertas estoy desencajada. Está lleno de vestidos antiguos de muchos colores. Paseo mis dedos sobre la tela. Son muy suaves y parecen incómodos. No tienen pinta de ser de ser disfraces. Trago fuerte, nada de esto tiene sentido ¿Dónde estoy? De pronto, me da miedo asomarme a la ventana. Camino lentamente, cada paso lo hago con parsimonia.

Esto definitivamente no es Buenos Aires. Se veían varias casas simples, todas blancas. Las calles de tierra subían y bajaban y por ellas caminaban personas, pareciera que tuvieran un buen día. Los hombres usaban camisas y pantalones holgados. Las mujeres vestían vestidos mucho más simples que los del ropero, pero también holgados. Debe ser que estoy en una especie de torre, porque los puedo ver desde arriba. O toda esta gente está loca o tal vez yo lo estoy. Todo este pueblo es como si se hubiera quedado en el tiempo. Tal vez estoy soñando porque estoy segura que un pueblo como este no puede haber en Buenos Aires donde la gente se vista como si estuviéramos en el 1.400.

Algo vibra en mi bolsillo trasero. ¡Mi teléfono! Si esto es una trata de personas me sorprendo que no me hayan quitado mi teléfono. Es un recordatorio de que tengo que liberar la memoria. Veo la hora y marcan las 6:57. Tengo una llamada perdida de Axel. Recuerdo que estaba a punto de encontrarme con los muchachos cuando el Nick Fury me secuestro. Lo primero que hago es llamar a mi mamá pero solo escucho el sonido que significa que no tengo señal.

Oficialmente me quede sin opciones. Por la hora, mi mamá todavía no se preocuparía por mí. Ella cree que estoy en el cine. Si alguien entra e intenta lastimarme lo voy a herir con el candelabro que está al lado de la cama.

La puerta se abre y me apresuro a tomar el candelabro. Nick Fury entra en la habitación. Me da una mirada extraña. Estoy en guardia sosteniendo el candelabro sobre mi cabeza lista para atacar.

-¿Qué está haciendo? – Me pregunta.

-¿Qué haces tú? ¿Dónde mierda estoy? ¿Quién eres? ¿Por qué estoy aquí?

-Por el momento solo le puedo decir que me llamo Bartolo Dionisio Amery - ¿Quién se llama así? – Por favor, baje ese objeto, no voy a lastimarla. – Intentó acercarse y yo me puse más tensa dando a entender que si se acercaba más, lo iba a golpear. Suspiró. – Esta bien, no me voy a acercar, pero debe acompañarme. Sus Majestades la están esperando, ellos responderán a todas sus preguntas.

-¿Majestades?

-Por favor, acompáñeme. –Sale de la habitación y deja la puerta abierta. Estoy en un dilema. No sé en donde estoy, qué hago aquí, por qué este hombre tiene un nombre tan raro y por qué me trata con demasiada formalidad, quiénes son "sus majestades". Me muerdo el labio y lo sigo. No sé qué esperar de todo esto. Goku, si puedes oírme, por favor ayúdame.

Bartolo Dionisio caminaba a dos metros de distancia. Sus movimientos eran finos y seguros. La vestimenta me incomodaba un poco. Zapatos negros de cuero, calcetines blancos que le llegaban hasta la rodilla, luego un pantalón color hueso bastante ajustado que combinaba con su chaqueta bordó. Parecía de unos 40 años, sus rasgos eran duros y el color de su pelo era oscuro y perfectamente peinado. Los pasillos que atravesábamos eran bastante anchos y largos. Tengo la sensación que viajé en el tiempo a edad moderna. Si me cruzo con Cristóbal Colón, juro que enloqueceré. Ahora bajamos por unas escaleras. Este "castillo" me recuerda mucho al castillo de Cenicienta.

Bartolo se para frente a una puerta casi igual que majestuosa de la habitación donde me encontraba encerrada. Abre la puerta. Con una mano sostiene la puerta y con la otra me invita a pasar, inclina la cabeza y dice –Adelante, por favor. – Creo que inclina la cabeza porque seguramente "sus majestades" están esperando al otro lado de la puerta. ¿Todavía sigo soñando?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 24, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

SulfiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora