Capítulo 7: Migraña.

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POV NATALIA.

Ese lunes ni siquiera hizo falta que sonara el despertador para que saltase de la cama. No hizo falta porque no había podido pegar ojo en toda la noche. Simplemente me limité a quedarme tumbada, rezando para que la horas pasasen rápido y poder ir a verla. Hasta ese punto me tenía.

Y estaba otra vez apoyada en la puerta del trabajo, con mi habitual cigarro entre los dedos. Había llegado a las 8 y media, porque sabía que aunque nuestra jornada empezaba a las 9, ella siempre llegaba a menos diez. No me quise arriesgar y llegué media hora antes. Tenía que verla. Después de lo que pasó el sábado por la noche necesitaba verla.

El día anterior lo había pasado en una neblina de recuerdos. Me pasé las horas intentando distinguir entre lo que realmente había pasado y lo que yo misma me habría inventado. Pero esa vez no. Esa vez no había tenido que imaginar nada porque estaba segura de que había pasado.

Aquellas frases habían salido de su boca. Y aquellas caricias habían sido suyas. Y me había llamado Nat. Y yo necesitaba hablar con ella. Necesitaba saber si el momento que vivimos podía significar que entre nosotras las cosas podían cambiar. Si podíamos ser algo. Yo no quiero ser algo tuyo Alba, quiero ser tu vida entera.

Estaba nerviosa. El tercer cigarro que me encendía aquella mañana me daba vueltas en los dedos. Menos 5. Ya debería estar aquí. ¿Llegas tarde? Tú nunca llegas tarde.

Cuando el reloj marcó las 9 en punto solté un suspiro resignado. A lo mejor aquel día no venía. A lo mejor estaba enferma. La desesperación dio paso a la preocupación. Espero que no te haya pasado nada.

Convencida de que no iba a verla ese día me dirigí al ascensor. Cuando salí, mis pasos se dirigieron de manera automática hacia mi oficina. Cuando estuve cerca la vi. Ya estaba dentro de la suya. No sabía cuándo había llegado, pero tuvo que ser antes de las 8 y media porque yo llevaba ese tiempo esperándola abajo. ¿Has llegado más de media hora antes para evitar cruzarte conmigo?

Me quedé parada en su puerta, mirándole a través de las paredes de cristal. Ella hablaba por teléfono, mientras paseaba por la oficina de manera relajada. Me sonreí, porque yo también tenía la manía de andar de un lado a otro cuando hablaba por teléfono. Tenía un bolígrafo en la mano, que de vez en cuando se llevaba a los labios distraidamente mientras escuchaba a quién fuese que le hablaba al otro lado de la línea. Otra vez iba de negro. Volver a verla vestida de su color reforzó la sensación de que el sábado sólo había existido en mi imaginación. Me pareció que su imagen en aquel mono burdeos había sido otra puta fantasía. Que no Natalia, que pasó de verdad joder.

Entonces nuestros ojos chocaron. Yo plantada en el pasillo, mirándole como una desesperada, y ella tan preciosa y relajada, clavando sus ojos en los míos.

Tres segundos mantuvo mis ojos cautivos en los tuyos. Tres segundos en los que pude ver que todo había vuelto a la normalidad. Su mirada aburrida, sus ojos perezosos, mirándome como si fuese lo menos interesante del mundo.

Entonces se dió la vuelta y siguió con su conversación.

Nada. Bueno, ¿qué cojones creías que iba a pasar Natalia?











La semana transcurrió así. Normal, porque la normalidad era que me ignorara. Yo ya me había acostumbrado. Y así llegó el viernes. Y a mí la ansiedad que tenía por que acabase aquella semana me estaba matando. Necesitaba irme de allí. Necesitaba estar en casa y alejarme de ella.

Aquel acercamiento que tuvimos sólo sirvió para que mi enfermedad por Alba empeorase. Porque ahora sabía como se sentía su tacto sobre mi piel. Y sabía lo que se sentía cuando sus ojos se clavaban en los míos con dulzura. Y sabía cómo su perfume me embotaba los sentidos cuando la tenía a centímetros. Y sabía lo suaves que eran las palabras cuando me las susurraba.

Tu olor. || albalia ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora