Confesiones

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Hola khé tal?? 

Este fic es complementario del anterior, por lo que si no has leído el anterior, te recomiendo que lo hagas. 

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En la barra de un bar cualquiera, Dazai Osamu se encontraba jugando con el cubito que, lentamente, empezaba a derretirse en su vaso vacío.

Lo levantó y lo movió delante del cantinero, pidiendo sin palabras que rellenase su copa. El cantinero pareció dudar un poco, Dazai llevaba encima una borrachera apoteósica y parecía estar muy cerca del coma etílico. La política de la empresa decía que debía dar de beber al borracho hasta que no pudiese más y a su cliente parecía importarle poco como acabase.

La llenó de nuevo del Whisky barato y de mala calidad que Dazai pidió.

La última de las preocupaciones de Dazai era, sin duda, la mierda que se estaba metiendo en el cuerpo.

Ya habían pasado meses desde que abandonó la mafia y de que Chuya tomó la mala decisión de ir con él. Viajaron por todo el país y, mientras que Chuya tuvo la oportunidad de visitar pueblos y ciudades él solo frecuentó el bar más triste y oscuro que encontró.

Cada bar era muy diferente del anterior y un muy mal escondite para alguien que huía sin descanso de la mafia. Era consciente de que irse solo habría sido mucho más fácil, Mori ni siquiera gastaría dinero en buscar a alguien a quien él mismo había echado. No obstante, su jefe no pensó en ningún momento que arrastraría a Chuya con él y su pelirrojo era un activo muy importante y una baja gigantesca entre sus filas.

Aun así, la mafia era la peor de sus preocupaciones, por una vez Dazai no se aseguró de ir un paso por delante, eso era muy poco, fue diez pasos por delante. Bajo ningún concepto dejaría que esos hijos de puta pusieras las manos en él.

Miró el interior ya vacío de su copa, ni siquiera recordaba haberla terminado.

Se alzó de hombros, restándole importancia y extendiendo el vaso de nuevo hacia el camarero. Estar aquí sin saber la hora del día era mucho mejor que volver a casa.

No había que ser un genio para saber que estaba evitando volver a casa.

Sí, a casa, porque, aunque fuera un lugar que abandonaría pronto cualquier lugar donde Chuya le esperase siempre sería su hogar.

—Dios, soy imbécil —Balbuceó recibiendo una confirmación del camarero.

Estaba evitando a Chuya, como el imbécil que era estaba evitando lo único que había amado, pero es que se encontraba incapaz de mirarle a los ojos.

Los ojos de Chuya, su rostro siempre había sido muy expresivo, no es que Dazai pudiese leer mentes, es que las emociones de Chuya estaban pintadas en su cara.

No estaba preparado para volver y ver en él aquella expresión de arrepentimiento, no quería ver como sus ojos le decían que haber acompañado a Dazai había sido el peor error de su vida.

Eso no podría soportarlo.

Por ese motivo Dazai no quería pisar su casa mientras Chuya estuviese despierto, y con todo el silencio que un borracho puede hacer, se asomaba por la puerta, asegurándose que el pelirrojo seguía ahí, vivo y a su lado.

Ni si quiera podía plantearse lo terrorífico que sería volver y que Chuya no estuviese.

Era un cabrón egoísta, lo quería a su lado y no era capaz ni de compartir una conversación con él, ni si quiera recordaba la última vez que compartieron un simple beso.

Soukoku Week FluffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora