Déjamelo a mí compañero

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Este fic puede interpretarse como una precuela del anterior.

—Es Dazai.

—Hoy viene con más vendas.

—Siempre está solo.

—Menudo bicho raro.

Los susurros siempre siguieron a Dazai por donde quiera que pasara. Él no provocó a nadie, no hizo nada, solo usó sus vendas para ocultar las cicatrices que una madre abusiva pintó sobre su piel en el pasado. Nunca quiso llamar la atención de sus compañeros, él prefería estar solo, sin que le molestasen, sin que hablasen de él. Por desgracia, eso parecía imposible pues por donde quiera que pasara los susurros lo seguían como lobos hambrientos a la espera de que Dazai cometiese un error para poder entrar a matar.

A sus diez años ya estaba esperando a que su fiel amiga la muerte viniese a recogerle de este infierno.

—¿Se quitará las vendas?

—Seguro que duerme con ellas y ni las lava.

Dazai no respondió a ninguna de sus provocaciones, aprendió por las malas que era mejor estar callado. Caminó entre las mesas hasta sentarse en la que le pertenecía, al parecer sus compañeros no estaban demasiado inspirados hoy ya que su pupitre estaba tal y como él lo dejó el día anterior.

La maestra pidió a todos que tomaran asiento, iba a comenzar la clase.

Desde su sitio tenía una visión completa de todos sus compañeros. Odiaba a todos y cada uno de ellos. No todos le insultaban en voz alta como hacían los abusones de la clase, pero todos, absolutamente todos, susurraban a sus espaldas y eso le dolía mucho más que si se lo dijesen a la cara.

Cobardes.

La puerta de la clase abrió de golpe, la maestra paró la explicación cuando su alumno más tardón entró en la clase y se desplomó fatigado sobre su pupitre.

—Nakahara, no vuelvas a llegar tarde.

—Lo siento mucho —Tomó grandes bocanadas de aire que crearon la risa colectiva en toda su clase.

Dazai estaba equivocado antes, no odiaba a todos los de su clase, Nakahara fue la excepción que rompió la regla. No tenía ninguna opinión clara sobre él, era muy confuso como su vista siempre acaba siguiendo al chico cuando se movía por clase, además de esos ojos tan impresionantes que tenía que llamaban la atención de cualquiera. Eso nunca podría negarlo. No sabía si Nakahara era tan malo como los otros, pero definitivamente, no le odió.

Chuya Nakahara llegó a su clase cuando empezó el curso. Según dijo, su familia se había mudado a Yokohama por trabajo y comenzaría a estudiar con ellos a partir de ese momento.

Nakahara y él tenían algo en común, destacaron por sí mismos ¿Y cómo no hacerlo con ese cabello pelirrojo que resaltaba por si solo?

Era, sin duda, un sol entre un montón de mierda.

Todos sus compañeros se abalanzaron sobre el recién llegado como los buitres que eran, enseñándole sus facetas más buenas y amables, como si no se pasaran los días haciendo la vida imposible a Dazai. Fingieron ser buenas personas para engañar a ese pobre chico.

Nakahara, a diferencia de él, se llevaba bien con todo el mundo, a todos les gustaba el chico y querían pasar tiempo con él. No obstante, Nakahara no terminaba de acercase a la gente, parecía como si se sintiese fuera de lugar, como si buscase a alguien con quien encajase y que fuese su amigo de verdad.

¿Mejores amigos? ¿Se decía así? Sonaba como una fantasía para él.

Dazai también tuvo su propio enfrentamiento con Nakahara. En aquel momento quedaban tan solo unos minutos para que comenzase su examen de matemáticas, el maestro había salido y les había dejado solos repasando la materia antes de empezar.

Soukoku Week FluffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora