Estoy tan emocionado que podría llorar

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A sus seis años de edad Shuuji Nakahara, un chico bajito, de pelo castaño claro y de ojos azules, aprendió más sobre la vida a su corta edad que cualquier otro niño. Su vida empezó siendo muy dura, pero todo cambió cuando conoció a las dos personas que lo acogieron y que se convirtieron en sus padres.

Nunca le faltó amor por parte de ninguno de los dos, incluso una vez su papá Chuya le dijo que él había despertado algo en Dazai que nadie, ni siquiera Chuya, había visto antes. Amor de padre decidieron llamarlo.

Los dos tenían trabajos muy peligrosos y que les quitaban mucho tiempo, por ello Shuuji nunca se quejó de la falta de atención ¿Cómo podría hacerlo cuando él solo era un niño al que ambos sacaron de las calles cuando no era más que un bebé?

Aun así, él quería intentar proponerles algo hoy, aprovechando que hoy era el día libre de ambos y estaban pasando tiempo en casa.

Dazai estaba terminando de hacer la cena —Sorprendentemente perdió a piedra papel tijera contra su pareja— y Chuya estaba tumbado en el sofá, viendo la serie de dibujos que tanto le gustaba a su hijo.

—Pero explícame esto ¿El dinosaurio naranja se convierte en un dinosaurio aún más grande y eso le da más poderes?

—Algo así.

—¿Y solo lo hace el dinosaurio?

—No, mira, en este capítulo todos digievolucionan.

A veces, Shuuji se sentía como un intruso en la vida de esta pareja, pero en momentos como estos, cuando alguno de ellos se interesaba por cualquier cosa que le gustase, se sentía más en casa que nunca.

—Mira papá —Señaló la pantalla entusiasmado— Vas a alucinar cuando Patamon y Gatomon digievolucionen.

Ambos bichos, como Chuya los vio, se habían transformado en un par de ángeles. Chuya silbó.

—Pues está muy buena.

—Y el ángel también —Intervino Dazai— La cena ya está lista.

—Vamos Shuuji —Chuya le dio la mano, ayudándole a levantarse.

—Voy enseguida.

Sus padres fueron a sentarse en la mesa mientras que él fue a su cuarto y de su mochila sacó un papel que le dieron en el colegio. Lo tenía desde hace un tiempo, pero nunca encontró el momento oportuno para enseñárselo a sus padres.

Lo escondió en su bolsillo trasero y fue a la mesa donde ambos estaban hablando de cómo les había ido últimamente en el trabajo. Dazai se quejaba especialmente de lo pesado que estaba Kunikida tras la última catástrofe de la ciudad. Chuya se quejó de lo cansado que estaba por ese mismo motivo, estaban reconstruyendo partes de la ciudad de donde su empresa "Mori Corporation" sacaba gran parte de su dinero y ese peso cayó sobre sus hombros.

Después de escucharlos quejarse el niño no sabía si debía enseñarles o no el papel, no quería molestar a sus padres poniendo más cargas sobre ellos y, egoístamente, tampoco quería escucharles decir que no.

—¿Qué tienes ahí, bebe? —Dazai tomó el papel mal oculto en su bolsillo.

Sus mejillas se tintaron de rojo por la vergüenza de haber tenido semejante descuido, su padre era el hombre más perceptivo que conocía, por supuesto que se iba a dar cuenta.

—Yo...bueno...eso es...—Agachó la cabeza.

Ya había abierto el papel, así que poco podía añadir.

—Shuuji —Pudo detectar la decepción en esa forma de decir su nombre.

Dazai pasó el papel a Chuya quien solo tuvo que echarle una ojeada por encima para ver de qué se trataba.

Soukoku Week FluffDonde viven las historias. Descúbrelo ahora