Capítulo 4

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La luz entra por la ventana desde hace más de una hora, pero mi cuerpo me pide seguir tumbada boca abajo sobre la cama. Siento como si estuviera acostada en una nube. Tranquila y relajada, como muy pocas veces me encuentro, y todo se debe a Ian. Se supone que debería estar agobiada por la llegada de Sharaf a Las Vegas, pero ese Adonis consiguió que mi padrastro saliera de mi cabeza por un buen rato.

Lo último que hice anoche fue borrar de los vídeos de seguridad los instantes en los que Ian y yo estuvimos por la casa, y al volver al cuarto me deshice de las lentillas, de la bata que llevaba para ocultar mi desnudez, y del sujetador, que es la única prenda que me quedaba.

—Samantha —proclama Dereck en un gruñido mientras irrumpe en mi habitación—. Llevo un rato llamando a la puerta.

En ese mismo instante pasan miles de cosas por mi cabeza, como el hecho de que estoy completamente desnuda, pero también se me viene a la mente el momento en el que Ian tiró el preservativo a la papelera que hay justo al lado de la puerta, a la vista de cualquiera. Dereck solo tendría que bajar la vista al suelo para divisarlo, y es por eso que decido levantarme con toda naturalidad para captar la atención de don Musculitos, y conforme el gesto de su cara cambia, doy un paso hasta el sillón donde dejé ayer la bata, y me cubro con ella.

—¿Por qué tienes tanta prisa?

—Nathan quiere hablar contigo —anuncia después de tragarse el nudo de su garganta.

—Dile a Nathan que estaré lista enseguida —aseguro acercándome hasta Dereck—, y procura no volver a entrar aquí a no ser que yo te lo pida —concluyo empujándolo un poco hacia afuera para cerrarle la puerta en las narices.

Me doy una ducha rápida, me visto con el modelo que normalmente uso, el cual incluye vaqueros, camisa y chaqueta de cuero, y una vez que me coloco las lentillas y demás, salgo de mi cuarto en busca de mi padre, que se hallará en su despacho como de costumbre.

—¿Tienes un segundo, Sam? —murmura Helena que sale de allí mismo.

—Que sea rápido —advierto deteniendo mi paso—, Nathan me está esperando.

—¿Estás liada con el chico nuevo que quiere contratar tu padre? —escupe sin pudor alguno.

—¿Qué?

—Te vi besarlo ayer en la discoteca —aclara finalmente.

—Sí y yo vi a Sharaf en el local, y sé por su religión que no le gustan las muestras de cariño en público, así que hice lo que debía hacer para que no me descubriera —admito controlando el mal humor que comienza a aflorar en mí.

—De acuerdo, solo quería...

—A mi padre no le gusta esperar —concluyo esquivando su cuerpo para continuar con mi camino.

A veces cansa un poco que estén todos los ojos puestos en ti observando cada paso que das, e intentando aleccionarte sobre los que dar en un futuro.

—¿Querías verme? —pregunto asomando solo la cabeza a través de la puerta.

—Entra —ordena dejando algunos documentos sobre la mesa para entrelazar luego los dedos sobre ellos y dirigir toda su atención hacia mi persona.

—¿Qué ocurre? —inquiero una vez sentada frente a la silla de su escritorio.

—Se han suprimido algunos minutos en las grabaciones de seguridad de anoche, ¿tú has tenido algo que ver en eso?

—Bebí más de la cuenta, y al llegar a casa besé el suelo más de una vez. No creí necesario dejar constancia de ello —miento con la primera patraña que me pasa por la cabeza.

Samantha (Saga Ellas. Volumen Independiente 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora