1era Parte Capítulo: -17

11 0 0
                                    



Aquella tarde, sentadas en las sillas reposeras, yo con mi mate y escribiendo, ella con un jugo de naranja y mirando el mar, empezó a hablar. Tenía un pareo azul, un gran sombrero blanco y lentes. Desde hacía un mes, yo era su Acompañante Terapéutico. Su familia política oriunda de San Juan, empresarios vitivinícolas, los Kleenexquevich, se habían ubicado en Miramar a mediados de diciembre y pasarían las vacaciones en la ciudad, como siempre, como era su tradición todos los años. Mercedes me había observado cuando yo le hablaba, o le hacía hacer ejercicios físicos o creativos, o le daba la medicación o cuando me alejaba de ella apenas unos pasos y sacaba mi libreta o mi cuaderno y escribía.

Fue como abrir la canilla: el agua sale. Del mismo modo las palabras avasallantes de Mercedes, sin resquemores salían a borbotones. No podía detenerla, si lo hacía, dinamitaría el puente de cristal que me estaba tendiendo en esta relación impuesta por las circunstancias azarosas del destino. Su hija, Ema, estaba con Dora, su suegra. "Vendrá sucia de chocolate, cansada y con dolor de panza. Dora tiene debilidad por mi hija. Debe ser porque no se parece a mí, porque tiene un plan para ella como lo tiene para todos. ¡Estas vacaciones me tienen harta! ¡Ya no me importa nada!", me dijo. Y empezó a hablar con su vista fija en el mar, sus cabellos rubios protegidos por la capelina volaban; hablaba fluyendo, flotando.

"Pini, ¿por qué te dicen así? ¿Quién te puso ese seudónimo? Una vez me dijeron que cuando uno no vibra con su nombre, el Cosmos se encarga de ponerte uno, así, como el que tenés vos, Pini. Mi nombre completo lo uso en determinadas oportunidades: en los aeropuertos, en el Banco, en el Registro Civil, en AFIP, en los Juzgados, al firmar un papel que me trae mi marido. ¡Ahora que lo pienso, mi nombre fue mutando cual imagen de Tinelli desde los '90 hasta hoy!

A los 4 años me decían Meta. Madre aún me sigue diciendo Meta. Hay una anécdota que dejó impresa a fuego esa denominación. Al lado de casa vivía Dieguito, un nene de mi edad que tenía un triciclo feo. Sí, feo. Herrumbrado que hacía chirri chirri chirri cuando andaba. Había sido verde pero mi recuerdo es que lucía despintado. Alto, con ruedas grandes, imposible subir. Padre me había regalado uno a mí, sólo a mí que soy hija única. Triciclo nuevo. Triciclo lindo. Triciclo con bocina pri pri pri y con cintas de colores. Era el BMW de los triciclos, deportivo, como me gustan. Resulta que el tal Diego venía y me preguntaba:

-Metita petame el titico. (Traducción: Mechita prestame el triciclo)

El Metita fue apocopándose de tal modo que quedó Meta. Yo le respondía al tal Diego: No quiero, obvio. No me gusta prestar, de última, te lo regalo, te compro uno, pero mis cosas no se prestan. Sabelo, Pini.

A los 14 mis compañeros del secundario me decían Gringa porque cuando pasaba al frente a dar lección me ponía colorada, roja como un tomate. ¿También puede ser roja como una manzana, no? ¡Qué necesidad de caer en lugares comunes!

Además de decirme Gringa mis compañeros de secundario me decían: botona, creo que ahora les dicen ñoños a los pibes que son muy estudiosos (lo sé por mi hijo Fede que cuando estaba en el secundario me decía, ese es un ñoño) también me decían que usara un carrito para llevar los libros, que a qué hora me había levantado para estudiar, que les diera las preguntas de tal o cual materia. Yo se las daba porque me quería hacer amigos. ¿Qué tiene que ver la amistad con sacar ventaja? Me acuerdo que un fin de semana no salí de mi dormitorio leyendo "Crimen y Castigo" de Dostoievski.

Con lo que acabo de contarte, Pini, creo que es más que obvio que me metí en Letras, dejé, el sabor de la Literatura no estaba ahí, probé con Comunicación, dejé. Y así. Luego de 6 años de probar y dejar, probar y dejar carreras me di cuenta que el conocimiento lo tenía que adquirir con otros métodos, que la sabiduría no está en un claustro de la Universidad y que la calle, si uno sabe acomodarse, es un buen Taller de Aprendizaje. Hace unos años, hice el Profesorado de Teatro. Tomá, esto es para vos. Son las obras completas de Shakespeare. Para que tengamos de qué hablar, aunque la realidad sea más sabrosa. Dicen que supera a la ficción. Tengo unas horas cátedras, como para salir de casa y no aburrirme, pero lo que realmente me gusta es la Dirección Teatral. ¿Si actué? Poco, aunque tengo mis papeles protagónicos: Gertrudis de Hamlet y Poncia en La casa de Bernarda Alba.

¿Sabés que un tío, hermano de mi madre participó del Mayo Francés? "Sean realistas, sueñen lo imposible" me decía Gérard cuando era pequeña. Se murió de una peste que se agarró en una misión en el Congo. Lo vi unas tres veces en mi vida, suficiente para que tenga un recuerdo imborrable de él. "Sean realistas, sueñen lo imposible"

Eso de soñar y de que las palabras tienen fuerza y capacidad creadora, lo aprendí de chica: cuando yo deseaba algo, cualquier cosa, me encerraba en mi corredor de vidrio y lo escribía como si ya lo tuviese. Por eso ahora estoy escribiendo una obra que quiero estrenar este año, todavía no tiene título. Ojo, es en colaboración con otra persona, yo sola no, no podría. Porque es un proyecto importante.

No me gusta el ajo y la cebolla. No sé si para lo que vas a escribir de mí eso es importante. Alguien tiene que contar todo, Pini, vos tenés que hacerlo. Pero es verdad, no me gusta el ajo y la cebolla, hasta el olor me descompone. Luego de años de terapia he llegado a la conclusión que puede ser porque emocionalmente lo relaciono con los carneos de chanchos que quiero olvidar. ¿Hay partes de tu vida que querés olvidar, Pini?

Pero te he contado de mi pasado, Pini, aún no hablo de mi presente. Ya lo haré. ¿Si he llorado por amor? ¿Si he abandonado y me han abandonado? ¿Si hay partes de mi vida con las que no me siento cómoda? Por supuesto. Toda esa gran ensalada es mi vida. Tal vez no sea importante por sí sola, sino a la luz de otros hechos para que la verdad de los Kleenexquevich se sepa.

Estar casada con el mayor de los Kleenexquevich que por ser el mayor goza de ciertas prerrogativas familiares, fue premio y ahora, castigo. Federico, mi marido, tampoco la saca barata, tiene que hacer lo que se le antoja al viejo. Porque en la familia hay quiénes están alineados con El Ruso, mi suegro, o con Dora, mi suegra. Como River y Boca, Pini. Dos equipos de fútbol, dos bandos claramente identificables. Y al igual que en el fútbol, a la hora de facturar, lo hacen parejo. El viejo era un muerto de hambre, Pini. La de la plata era ella. ¡El Ruso era el peón de la finca! Pero nadie hace referencia a eso. Dicen que se conocieron en un viaje. ¡Mentira! Fue él quien se animó, porque Dora es un ser siniestro, feo por dentro y por fuera. Dicen que se casó embarazada. Secretos familiares, Pini, uno de varios. Anotá. Ah, cuando yo estaba embarazada del Fede, mi hijo mayor, la Dora vino y me dijo: Mirá si sale sietemesino, igual que tu marido, niiiiiña. Y yo, haciéndome la inocente, la que se cree esa farsa para tapar que se casó embarazada, la que vive colgada de una nube, le dije: ¡Ahhh, mirá vos!"

SanamarcaWhere stories live. Discover now