Me había pasado para la cena de Año Nuevo: me senté frente a Antonio, el más chico de los Kleenexquevich y me dio asco. Hablaba, hablaba, hablaba todo el tiempo y no reparaba que se había metido un bocado. Veía la comida dentro de su boca, procesándose, me dio mucho asco. Por eso había tomado mis recaudos, había llegado al cumple de Martina con Mercedes, Federico y Ema, disculparon a Fede que se había quedó bañando y ya llegaba, saludamos, miro, miro, miro y dejé que se sentaran todos. La referencia era: lo más alejada de Antonio. Si es por eso, también tenía que tener en cuenta la halitosis de Eleonora, la esposa de Mauricio, el tercero de los hermanitos Kleenex (como los llama Mercedes). En fin, había puesto el Modo: Todomechupaunhuevo o la versión fémina: Conchadelalora que me había sugerido Martín cuando hablé con él por teléfono. Moví la palanca que estaba en mi espalda, a la altura del omóplato derecho, alcanzable con el brazo estirado. Listo. Accionado.
También debía recordar que los Kleenexquevich bendecían la mesa antes de comer. Ya había pasado papelón de haber estar comiendo una empanada y tener que dejarla para decir: "Señor, bendice esos alimentos y las manos que lo han hecho" y quéseyo! Eso de bendecir la mesa me hizo acordar a Claudia. Claudia, la que me decía: sos una hija para mí. Había llegado a peinarme igual que ella, estirándome los rulos que había heredado de mi madre porque no quería parecerme a ella, sino a Claudia que en ese momento era la pareja de mi padre.
-¡Hola, Pini!
Martina se acerca zarandeando toda su humanidad fofa. Feliz cumpleaños, le contesté. Martina venía a recibirnos moviéndose como gelatina. Gracias, gracias. No sabía que eras de San Juan, de qué parte? ¿Cuál es tu apellido? Tenía razón Mercedes. Menos mal que llegaban otros invitados así que me salvé de contestar sobre ese territorio mío que tiene un candado.
Habían caído al cumple el Ruso con Dora. O Dora con el Ruso que en realidad se llama Federico, que todos llevaban ese nombre y que Federico es su marido y Fede su hijo para poder diferenciarlos. Me lo había repetido tantas veces pero es la medicación. Mercedes me había contado también que jamás lo llamaron por el nombre. Desde que supe que el Ruso se acostaba con la Contadora de la Bodega "Tierra de Álava" me costaba mirarlo, lo imaginaba cogiendo. Había visto películas porno, pero no consumía al tipo de ser adicta. Me había acostado con chicas, tampoco había participado de orgías lésbicas, me había pasado al otro bando para probar, me había gustado y me había quedado, al menos por un tiempo. ¡En qué hora Mercedes me había contado lo del viejo chupándole la concha a su Contadora! Colgada me había quedado observándolo fijamente sin darme cuenta que mi mirada no era disimulada, era alevosamente escrutadora. "Le prenden el televisor", me decía Adriana cuando era chica.
Acá está la sanjuanina, había dicho el viejo. Relax take it easy.
-Ahh, sí, sí, igual hace 12 años que no vivo en San Juan. (Parecía que no zafaba)
-Pero me dijeron que sos sanjuanina.
-Sí, nací en San Juan, a los 18 me vine a estudiar a Buenos Aires y ya me quedé.
-Vos sos Zamarbide, no? ¿Qué sos del Zamarbide que tenía un Taller Mecánico en Santa Lucía? Nos reparó varias veces la bomba de la Bodega.
Y volando desde el cielo con su diadema y el lazo de la verdad, Mercedes, la Mujer Maravilla.
-Piiiiini, vení que te muestro algo. Perdón, me la llevo un ratito que...blablablá.
-Gracias, le dije al oído, susurrando.
Y me senté cerca de ella. Me dieron un vaso de vino pero no tomaba alcohol, no me gustaba. Agua, por favor.
-¿Vas a tomar agua con el asado? Me sonreí.
-Estoy trabajando, le contesté.
¡Qué te importa, vieja cornuda! Dora sentía que tenía licencia para decir lo que se le antojara a la persona que fuera. ¿Era así en todos los aspectos de su vida? Martín me había dado una técnica para ubicar a las personas en mi cabeza y no sobredimensionarlas ni subestimarlas. Son humanas como vos, cumpliendo otra función, ok? Imaginátelas cagando en el baño. Todo el mundo, presidentes, modelos re top, hasta el Papa tiene que cagar, mi Reina.
El Ruso y Federico siempre se alejaban para conversar o charlaban en un tono que sólo ellos escuchaban. De vez en cuando se sumaba Juan Pedro que intentaba intervenir y dar pareceres. Mauricio y Antonio andaban cual satélites alrededor del núcleo central. Pero era notorio que no tomaban decisiones. Ya había visto esa escena en otras reuniones y en la playa, donde todos compartían carpa en el parador "Delfín". El Ruso movía la cabeza diciendo no, no, eso no. Y Federico explica: Viejo, las reglas de juego son así. De chica jugaba a adivinar qué conversaban las personas, no era escuchar conversaciones ajenas, no me movía el interés de invadir la privacidad de la gente, sino observar el comportamiento, leer los gestos. Era "cuando me prendían el televisor" y podía pasar un largo rato extasiada con el álbum de fotos de las relaciones humanas. Mirando, sólo mirando.
Me había dado cuenta que el Ruso tenía un vitíligo intenso: en las manos, en el cuello y alrededor de la boca. No lo había advertido, el sol que él evitaba tomar, lo había bronceado a su pesar y dejaba evidente las manchas blancas. Ese mecánico que tenía el taller por Santa Lucía era mi abuelo, el padre de mi padre. Me había enganchado con otro pensamiento cuando Mercedes me miró y me dijo: Vamos al teatro esta noche. ¿A ver qué? A Nacha Guevara en un unipersonal, al Teatro Municipal, dale, ya mandé a sacar las entradas. ¿Me acompañás? La contestación hubiera sido no, pero es sí, a Mercedes debo decirle que sí.
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Sanamarca
Mystery / ThrillerPini, una mujer de treinta años, Acompañante Terapéutica, descubre por el noticiero que Luisa María Arregui, la amiga de Mercedes a quien cuidó en el verano, es jueza y ha aparecido muerta. Sin noticias de Mercedes, sospecha de la familia política...