¡Le di la mano a Daniel Kydog!
No puedo ni describir el sentimiento. Es que fue... casi orgásmico.
Ahora tengo más fundamentos para imaginar sus poderosas manos sobre mí, sus dedos largos recorriendo mi piel, ascendiendo por mis costados... el aroma que desprende su cuerpo, la intensidad de su mirada penetrante atravesándome... ¡Ay Dios!
—¿Vienes? —Su voz me devuelve a la tierra, aunque junto a él, cualquier lugar es el paraíso.
Estamos entrando al elevador, me va a llevar—ya quisiera decir que... ya se imaginarán dónde, pero no— a recursos humanos a firmar mi contrato, o bueno, a por mi contrato para leerlo primero, claro está. Pero así me vaya a pagar tres dólares y volverme su esclava —no lo puedo evitar y suspiro pesadamente con ese último pensamiento— voy a firmar. ¡Me estoy enloqueciendo por completo! Y los culpables de esto son: Daniel por ser tan irresistible, Demmi y Nat por... porque sí y punto.
Le miro de reojo mientras bajamos en el ascensor de dos por dos, con un calor más que infernal, aunque he de suponer que la acalorada aquí soy yo, porque él se ve fresco, despreocupado y relajado. Trago saliva y me paso una mano por la frente; no creo ser capaz de hacer esto, sólo de tenerlo a un metro de mí me hace estremecer, me altero y es como si girara en la órbita Kydog... que viéndolo bien suena a nombre de planeta, un lindo y grande planeta.
Esta ahí parado, como cualquier persona en un ascensor, tranquilo, esperando que los números vayan marcando cada piso. Cierro los ojos con fuerza, es tan imponente y seguro de sí mismo, que cada segundo que pasa siento que voy a colapsar, si no se da la vuelta hacia mí, me empuja contra la pared y me...
—¿Se siente bien, Margaret? —Abro los ojos de golpe. Daniel me está mirando por medio del reflejo que dan los cristales que cubren el ascensor, ha metido las manos en los bolsillos de su pantalón y su expresión es divertida, con ese brillo juguetón en los ojos que dice que se puede imaginar lo que he estado pensando.
Ojalá que no tenga tan buena imaginación, ruego en mi mente.
Me sonrojo al instante, respiro hondo y contesto—: Sí...Señor Kydog.
Sonríe. —Llámame Daniel.
Bajo la mirada a mis pies y murmuro—: No creo poder hacer eso.
Al subir la mirada ante el silencio, veo, por medio del reflejo que dan las paredes del elevador, que ha levantado una ceja, aunque no ha dejado de sonreír.
—Marilyn lo hace, y Catrina... —duda—, lo hacía también.
Su voz se entristece cuando nombra a su antigua asistente.
—Hace un rato se ha referido varias veces a usted como Señor Kydog.
—Sí —admite—. Hace eso delante de la gente. —Frunzo el ceño, buscando la forma de preguntarle qué quiere decir con eso, pero se me adelanta y explica—: Dice que no es propio que todo el mundo me llame por mi nombre, que debo proyectar seriedad y autoridad, y que eso no es posible cuando doy tanta confianza. Si dejo que todo el mundo me llame Daniel, no me tomarán en serio, por eso de que soy joven y descomplicado. —Se encoje de hombros y blanquea los ojos de manera...divertida.
De colapsar por el calor, a derretirme de alegría en menos de un minuto.
Nunca me hubiera imagino que "el dios" del ring, tan imponente, fornido, autoritario y temperamental, pudiera ser tan sencillo, tener esa capacidad de reírse de sí mismo e inspirar esa confianza.
—Marilyn tiene razón —coincido—, dejar que todos le llamen Daniel crea informalidad y a su vez exceso de confianza. A muchas personas se les da la mano...
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KYDOG KNOCKOUT (KYDOG #1) - [AHORA EN DREAME]
Romance¿Sexo y Amor? No van de la mano, bueno... un poco... mucho. ¿Libros y Boxeo? Esto definitivamente no puedo ir junto, bueno... aquí, un poco... mucho. Daniel Kydog es todas las contradicciones que te puedas imaginar en un hombre, y lo mejor del cas...