Edad del hijo: cuatro años

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Los sintéticos de Hydra no iban a dejarles escapar tan fácilmente. Black Widow, Haweye y Iron-Man podrían haber conseguido burlar sus sistemas de seguridad, infiltrándose en el complejo para sustraer los informes y últimos experimentos llevados a cabo en sus laboratorios, pero no iban a dejarles huir con ellos tan fácilmente.
Como respuesta a la intrusión, un ejército de sintéticos había surgido de sus instalaciones y atacaba en esos momentos al pequeño grupo de tres.

  Como respuesta a la intrusión, un ejército de sintéticos había surgido de sus instalaciones y atacaba en esos momentos al pequeño grupo de tres

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Las flechas explosivas de Clint acababan con los sintéticos de dos en dos, y las funcionalidades del traje de Tony hacían su trabajo ofensivo.
El problema radicaba en la diferencia numérica. Ellos eran tres, mientras que aún les quedaban unos ochenta sintéticos por destruir antes de poder escapar de la zona.

Natasha era quien llevaba el material robado a sus espaldas, dentro de una mochila, y peleaba cuerpo a cuerpo contra los enemigos que se le acercaban.

—¡Déjalo!—le gritó Clint—. ¡Protege la mochila, Nat!—Cargó el arco y soltó una flecha que atravesó a dos sintéticos de golpe—. ¡Tony y yo nos encargamos de los que quedan!
—¡Entendido!

Echó a correr hacia la moto en la que había acudido con su compañero arquero.

Llamada entrante, señor—le dijo F.R.I.D.A.Y. dentro de su traje.
—Si no es Capi diciéndome que acepta mi propuesta de pedir comida japonesa a domicilio para la cena, no estoy disponible.

Disparó contra un sintético que se disponía a agarrar la pierna de Natasha, quien pisaba la palanca de la moto para arrancarla.

Es de la guardería, señor.
—Oh. En ese caso...

Soltó una ristra de misiles que impactaron contra una decena de sintéticos

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Soltó una ristra de misiles que impactaron contra una decena de sintéticos.

Hola, señor Stark—se oyó una voz femenina—. Soy la profesora de Lucas. Su hijo ha hecho... algo.
—Deme un minuto.

Apuntó contra el último séquito de sintéticos que quedaba, acabando con ellos antes de que Natasha hubiera siquiera empezado a mover la moto.

¿Eso ha sido... una explosión?—preguntó la mujer al otro lado de la línea.
—Le dejaré que lo adivine mientras me dirijo hacia allí—respondió Stark—. Cinco minutos de reloj, ni uno más. Espéreme.



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—Espero que no haya metido mucho la pata—deseó nada más plantarse frente a la puerta del centro infantil.

Una mujer treintañera, morena y gafas redondas le esperaba en la entrada, estrechándole la mano y guiándole a lo largo del pasillo.

—En absoluto, señor Stark. Su hijo... Verá—Doblaron una esquina. Tony pudo escuchar el sonido de verborrea de los niños al otro lado de cada puerta por la que pasaban—. Propusimos a los niños un ejercicio creativo. Usando únicamente unos folios, tenían que enrollarlos hasta convertirlos en palitos, y con esos palitos y algo de pegamento de barra debían construir algo.
—Ajá...—musitó—. ¿Y bien?
—Mejor mírelo usted mismo.

Le abrió la puerta de la clase.
Las paredes del aula aparecían decoradas con dibujos y recortes realizados por los propios niños, así como con algunas letras enormes y números.
Sobre el suelo, varias mesas pequeñas y redondas se repartían a lo largo de la clase, y los niños estaban sentados sobre unas diminutas sillas adaptadas a su tamaño.
Bueno, en realidad no estaban todos sentados en sus correspondientes sillas. En esos momentos, todas las mesas estaban vacías salvo la central, donde todos los niños se habían amontonado alrededor de Lucas y su gran creación: una grúa, hecha con folios enrollados y unidos unos con otros, que formaban un sistema de poleas para el cual había utilizado unas gomas de borrar.

El niño les enseñaba a sus compañeros el funcionamiento de su creación, disfrutando de ser el centro de todas las miradas. Miró hacia la puerta, encontrándose con su padre, a quien saludó con la mano mientras sonreía.

 Miró hacia la puerta, encontrándose con su padre, a quien saludó con la mano mientras sonreía

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—Ese es mi chico—dijo Tony, sonriendo con orgullo.
—Su hijo posee una mente extremadamente brillante, señor Stark—le comunicó la mujer, que casi parecía tan orgullosa como él—. Aprende muy rápido. Y no sólo esto: esta mañana se aburría en clase, y me preguntó si podía ponerle unos problemas de sumas y restas.

Le llevó hasta su mesa, enseñándole las hojas que tenía en el escritorio.
Tony las sostuvo, reconociendo la irregular caligrafía de su hijo.

—Primero fueron sumas y restas sencillas—le explicó la profesora—, pero probé a escribirle algunas más complicadas, con decimales... y...—Se llevó las manos a la cara—. Señor Stark, su hijo es un niño prodigio.

Tony sonrió, asintiendo con la cabeza mientras revisaba los resultados de las operaciones, todas correctas.

—No esperaba menos de un Stark, señorita.

El hijo de Tony StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora