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Ojala no me hubiera hecho caso.

Un tonto fuí.
Sigo y seguiré siendo hasta mi propio fin.

Me pregunto que estaría haciendo.
Me pregunto si sería feliz.
Me pregunto si de verdad perdí el camino.
Solo fue un pequeño desliz.

Caminé mucho ese día y la verdad no sabía porqué, pero la leyenda atrapaba mi mente, mi corazón, mi ser.
Pensé inocentemente que solo iba a ver, dar un vistazo y alejarme, solo era curiosidad, simple interés.

Llegue hasta la punta de tierra, ahí estaba el famoso río, detrás de un cartel, que advertía, que no cruzaras, que era peligroso, que si lo hacías no saldrías vivo.

No entres, no pases, no lo hagas pequeño nueve tres dos.
Le grite a mi antiguo cuerpo, le grite a mi antiguo yo.

Pero ya era muy tarde, sabía la historia.

Cruce.
Para encontrarme con el dolor.

El dolor de no ser querido, de ser un error, el dolor de un amor perdido, de los sollozos del perdón.
El dolor de la perdida y la desesperación, el dolor de un alma en pena, que no tiene salvación.

Aleteo CiegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora