Triunfo y rencor.

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Parte 2

Un gran sonido había aturdido al mexicano, le costó volver a adaptarse a la luz y al sonido en general.

Un disparo cerca casi le vuela la oreja.

En esos momentos tuvo un recuerdo fugaz de lo que había pasado en los últimas semanas.

¡Yo iré! —Le exigió al general Zaragoza.

Estás demente, ¿Qué pasará si te matan? Te necesitamos aquí, con Juárez. —Replicó ante las exigencias del joven moreno.

—¿Qué haré estos días aquí en la capital? ¿Solo ver cómo invaden el país? Ni lo pienses, la armada es pequeña y los franceses son el mejor ejército en la actualidad. —Trato de argumentar el mexicano mayor, no se dejaría doblegar ante los llamados de atención de sus generales y sobre las réplicas que le hacía Juárez a la joven nación sobre los peligros de que éste fuera al campo de batalla.

¡Eso no pasará! Conoces el plan, apégate a él. —Fueron sus últimas palabras antes de marcharse junto con los acompañantes que llevaba, dejando en la boca del mexicano unas palabras de coraje.

De furia e impotencia lanzó papeles al piso y apretar los puños. El presidente Juárez ni se atrevió a tocarlo, conocía al mexicano y cuando se ponía así era mejor ni estar cerca de él por un rato.

Cuando pensó que se había calmado le tomo del hombro para llamar su atención, pero Alejandro se giró más rápido y con la mirada furiosa habló.

Si falla en las cumbres*, no me detengas cuando avancen a Puebla.

Se alejó de su alto mando para retirarse de la gran sala e irse a un paso veloz y con aura determinada.

¡Hey! Vamos pa'rriba. —Escuchó una voz, de nuevo estaba volviendo a su realidad.

Con el sentido de la vista y el oído, nuevamente en todo lo que da, recobro conciencia de que aún estaban combatiendo contra el batallón francés en el cerro de Loreto.

Hombre canijo, aún hay que luchar. —Volvió a hablar el hombre que le ayudo a levantarse, era un hombre campesino armado con un machete, como muchos de los hombres que había en realidad.

El campesino partió primero, volviendo a la acción y cumplir su deber, Sánchez tomo su espada, se la coloco y tomo un arma que había a un lado de un cuerpo colapsado de los franceses y así volvió a la ayuda a sus compatriotas que se podía ver qué llevaban la delantera en el triunfo.

Están por avanzar a Puebla, no se logró detener en las cumbres casi posterior a cuando desembarcaron en Veracruz. —Le leyó el presidente Benito Juárez a México que éste chico estaba escuchando atento golpeado con su dedo la mesa de madera bien ilustrada.

¿Cuántas bajas hubo? —Se temía lo peor.

… No muchas por parte nuestro, pero se intentó hacer las bajas posibles al ejército extranjero. —El hombre mayor miro ojeando los informes del General Zaragoza que habían llegado recientemente.
Escucho el chirrido de la silla frente suya, sus ojos se dirigieron al representante del país.

¿A dónde vas? ¿No quieres saber más? —Dejó los papeles sobre la mesa en cuanto el mexicano se paró de su asiento y se encaminó hasta un estante donde sacó una espada reluciente de la época aún colonial que sorprendentemente estaba bien cuidada.

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2019 ⏰

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