Extrañar

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    España camino sin el singular brillo en sus ojos, con heridas graves que le dejarían cicatrices y con un brazo vendado, las independencias habían sido devastadoras para él; por los muelles de Sevilla, cuando el agua se mecía por las olas con calma y suavidad, dónde también muchas de las veces pasó alguna vez con pequeños niños y niñas tomados de las manos o cargando a algunos de ellos. Ahora no era como antes, esta vez caminaba solo, perdido en la nada en su mente, hasta qué las risas de un niño le hizo levantar la cabeza y despertar de aquella nada, mirando de dónde provenían; parecía un loco tratando de averiguar si aquello era real o solo era un producto de su imaginación.

    Siguió y siguió buscando, pero las risas hacían eco en un lado y después en otro y cuando pensó que lo había encontrado hubo algo que lo detuvó.
—Te extrañaré. —Ese susurro del viento hizo que se le helará la sangre a Toño, reconocia esa voz, entendió claramente lo que dijo y a qué se refería, era la voz de Alejandro, hace años atrás cuando fue su colonia. Se le vino a la mente ese suceso, cuando dijo aquello, en ese periodo Antonio aún seguía descubriendo América por ende tenía que viajar más seguido, pero dejaba tranquilamente a sus pequeñas colonias en su territorio siendo vigiladas por soldados del imperio español; por si se hacía el caso de qué algún otro imperio se atreviera a poner una mano sobre ellos.

    —Volveré lo antes posible. —España se pusó de cunclillas para estar a la altura del menor de cabello azabache que le miraba con un los ojos llorosos, mientras tomaba sus ropas con tal fuerza que ni siquiera podía zafarse, ¿Cómo un pequeño niño tenía tanta fuerza?
El pequeño niño dejó escapar las lágrimas que se acumularon en sus ojos avellana al escuchar que alguien en su tripulación le llamaba para que abordará el barco; Antonio volteó su mirada con la persona que lo llamó y le lanzó una fugaz amenaza con sus ojos verdes, oh-oh corre.

    —Te traeré muchas cosas de mi viaje, volveré lo más rápido que pueda. Lo prometo. —Dejó de mirar a la persona en su barco y volvió a la pequeña colonia en frente suya que no dejaba de llorar y que en cambio apretaba con mayor intensidad su vestimenta.
No quiero tesoros, te quiero a ti. —Contesto Alejandro entre sollozos y con la voz cortada abrazando al mayor con fuerza, si no estaba él le daba miedo quedarse en un lugar que no conocía del todo, además de los lugares que había visitado en las estancias de España.
El anterior nombrado al ver y escuchar los pedidos de su hermano menor le abrazo de la misma manera, sonriente, ahora sabía que tenía una familia que le esperaba en casa al volver de aquellos viajes.

    —Me tendrás el tiempo que quieras, cuando vuelva, entre más rápido me vaya, más rápido regresaré. —Ahora había calmado al niño con pequeñas palmadas en su espalda, y este le soltó de sus ropas; aliviado el castaño le acarició las mejillas y antes de levantarse se quitó el sombrero pirata que traía con él alguna veces poniéndoselo al menor, la colonia le miró con una interrogación en su cara del porque el sombrero favorito de Antonio lo tenía él.

    —¿Cuidarías de mi sombrero mientras no estoy? —Una sonrisa nueva se formó en su comisura y con ello logró calmar al pequeño, pues le devolvió de igual manera. Hecho ello se giró al lugar donde su barco aguardaba por él, no tardó mucho en subir a éste y que se pusiera en marcha con el viento en las velas.
Alejandro no había reaccionado tan de pronto, sino hasta que el barco empezaba a desplazarse por las aguas del puerto de Sevilla, corrió hasta quedar en el final del muelle y alzó la voz tomando con fuerza el sombrero en su cabeza.

    —¡Te extrañaré! —Él grito pero Antonio lo escucho como un murmuró elevado gracias a que el viento le ayudo a llegar aquellas palabras, con gran emoción en su pecho respondió de igual manera mientras agitaba su mano de lado a lado. —¡Yo también! —Y volvió a ocurrir lo mismo, el niño se encontraba con una gran sonrisa esperando la nueva llegada de España con gran entusiasmo.

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