En el infierno

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Después de dar por pérdida la vida y apartarse del camino justo,  ___ comienza un nuevo día a mitad de su vida. Sin saber cómo ha llegado, se halla en medio de una selva mundana y de pecado,  que te llevan al pie de una cuesta, a la que sube con miedo. De pronto, en la marcha te encuentras con una cabra (la lujuria), que te llena de horror por la mirada fija que te dirige, un León (la soberbia) y un zorro (la avaricia), que te obligan a retroceder. 

Entonces divisas una confusa sombra que traza la silueta de un hombre,  que sin hablar llegas a su encuentro. Asombrado, ___ cuationa su identidad, y éste le responde:

“No soy un hombre, más lo fui. Nací en Mantua y viví en Roma, en épocas de una falsa gloria, bajo el buen Augusto;fui poeta y canté en honor a Eneas”.

___ identifica al poeta:

“ ¡Oh!; ¿tú eres aquel Virgilio que derramó razón? ”

Le expresas su gran admiración y confiesas que has estudiado su obra,  Eneida, que le ha contribuido tanta inspiración intelectual.

Virgilio se ofrece como guía,  anticipándote un recorrido a un lugar eterno, lleno de desesperanza, gritos y lamentos, en dónde verá almas de viejos condenados; sin embargo,  te advierte que será sustituido por otro guía en el momento en que lleguen una altura en la que él no podrá acceder por haber sido rebelde ante la ley que demanda ese reino.

___ flaquea ante el poeta, considerándose indigno para tener un guía de tal categoría, pero Virgilio le explica que una mujer sagrada y bella le ha ordenado con dulce voz que lo ayude y llene de sabios consejos,   pues se encuentra desviado del camino correcto; ella se ha presentado como Beatriz,  quien en alma los guardará durante el recorrido, para que las tarde,  cuando Virgilio no pueda cruzar un siguiente camino, ella le haga compañia.

___ decide emprender la marcha con su maestro, aún sabiendo las profundidades del abismo que ocupan los pecados. Así, pronto aceleran su diligencia y llegan a un lugar cuya leyenda escrita con letras mayúsculas dice:

“Por mí se llega a la ciudad de los dolores... No hay nada creado antes de mí, y yo duro eternamente. ¡Los que entren, pierdan toda esperanza!”

Los poetas están a punto de adentrarse más en el infierno,  que está constituido por un vestíbulo y vuelve círculos, en los que, a medida que van descendiendo, el sufrimiento se incrementa y cada vez la circunferencia de éstos es más estrecha.

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