Cuarta Cornisa: La Pereza

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Al terminar el gran razonamiento que Virgilio ha hecho, éste observa a su discípulo con el objetivo de descubrir su reacción, pero éste sigue sin hablar y pensando. Por su parte, ___, al sentirse que alguien observa, interrumpe su silencio con una petición:

“Dulce maestro, hazme un breviario del amor”.

El guía entonces despliega de sí su sabiduría y expresa su creencia, describiendo el amor como la entrega del alma, que se da por naturaleza, como el fuego va al cielo, así el alma al deseo va prendada; sin embargo, también el amor es libre voluntad, y se encuentra a la luz de la razón, que se manifiesta con su esencia de cualquier manera, como la abeja que hace miel, el hombre también actúa, haciendo de su voluntad premio o castigo. Cuando al fin están los dos poetas a punto de dormir, un grupo de personas llama su atención. Ellos corren desesperadamente por una rampa y quienes encabezan estas almas son dos personas que lloran profusamente y gritan cada uno por su parte un mensaje:

“¡María se fue aprisa a la montaña” y “¡César, para dominar a Ilerda, a Marsella sitió y corrió hacia España”.

El primer mensaje hacia referencia a María, que ocurrió a visitar a su prima después de la anunciación. Este primer mensaje constituye el primer ejemplo de diligencia, virtud opuesta a la pereza; en el segundo, se describe a César en un ataque fulminante a Ilerda, donde derrotó a Petreyo y Afranio, lugartenientes de su rival Pompeyo. Después de la fugaz marcha, ___ se ve a embrollar en una confusión de ideas cambiantes, hasta difuminarse en un sueño profundo. En sus sueños aparece una mujer horrible, que simboliza el pecado que seduce al hombre; ella tiene un rostro deforme, los pies chuecos y le falta un brazo; el semblante de la mujer comienza a cambiar, pues sus pies se le enderezan, la cara se le hace bella y el brazo que le faltaba vuelve de nuevo. Así, cuando la transformación se ha dado, está comienza a cantar con una voz hermosa:

“Yo soy una dulce sirena que en el mar extravió a un marinero; a tal punto mi canto enajena, que hice perder a Ulises su rumbo”.

Mientras termina el cantar, otra mujer se acerca. Es Santa Lucía, que simboliza la prudencia, por lo tanto se intervención es sacar al poeta de su alucinación. Así, aquella mujer disfrazada de sirena huye.

___ despierta tras la extraña escena. Sus ojos enseguida se dirigen a su maestro, y éste le sonríe amable e informa que ha descubierto un nuevo camino, por el que ambos comienzan a ascender, hasta escuchar una voz alegre y dulce que les dice:

“Por aquí se halla el acceso”

Es el ángel de la diligencia, que emprende el vuelo con sus hermosas alas parecidas a las de un cisne, mientras canta dulcemente:

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”

Y al mismo tiempo arranca con una de sus alas una “P” de la frente del poeta.

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