SADOMASOQUISMO

◇ 01 ◇

- ¡¡¡ PARA, NO POR FAVOR; TE LO RUEGO!!!

El pelinegro volvió a hacer caso omiso a las súplicas de su víctima y siguió con lo suyo.

Complaciendose así mismo.

Sus míseras lágrimas salían a mares de los ojos azules de su reciente víctima, sus brazos y piernas estaban amarrados a la cama de tal manera que la hacían estar en una incómoda y dolorosa posición en cuatro, haciéndole más fáciles las embestidas por parte de su violador.

Con cada cierto número de ataques significaba otra cortadura más en la tersa y morena piel de la moribunda mujer.

Su tez suave y marrón ahora era pintada por un rojo carmesí que brotaba de todas partes, su pelo lacio y castaño ahora se encontraba sucio y desordenado, consecuencia de los constantes jalones que resivía por parte de aquel hombre.

Los sonidos frenético que hacían sus testículos contra el culo de la mujer y los sollozos ahogados por parte de las misma eran música para sus oídos.

Un cuarto pequeño, dentro de una cabaña abandonada en lo profundo de un oscuro y tenebroso bosque era su lugar perfecto para cometer esos terribles y sádicos crímenes.

- Go to sleep~ .-dijo antes de un par más de fuertes y descuidadas embistidas para terminar por correrse dentro de su víctima.

- Po-por favor.
Deja-me s-salir, prom-meto no d-decir na-nada.- habló la mujer en un hilo de voz con las pocas fuerzas que le quedaban.

- Lo siento querida, así no es como yo trabajo.

Y sin más, terminó clavando la afilada hoja de metal entre la curvatura de su cuello y hombro, haciendo que instantáneamente, después de mover en círculos un par de veces el cuchillo aún dentro y finalmente sacarlo, mares de sangre salieran por todas partes manchando y ensuciando todo a su paso.

El de tez pálida miraba con asombro y orgullo aquella exitante escena y no pudo evitar volver a expulsar su líquido dentro del ahora cadáver.

Cuando decidió que ya había acabado con su cometido, salió del cuerpo sin vida de su víctima.

Dispuesto a irse tomó sus pertenencias y comenzó a vestirse, recordando cada grito, cada suplica, cada expresión de miedo y dolor de aquella chica, sin darse cuenta, una pequeña ereccion comenzó a nacer.

Antes de marcharse completamente se detuvo, soltó una maquiabélica carcajada y se fue sin más.

Concentrado y sumido en sus pensamientos, muy en lo profundo del bosque, se encontraba lo que parecía ser un hombre alto, de tez muy blanca, sin rostro, llevaba puesto un traje bien colocado y de este, resaltaba una corbata al rojo vivo.

El azabache continuó caminando hacia el fondo del bosque, sin darse cuenta de que lo seguian desde muy atrás, a lo lejos, detrás de un gran y frondoso árbol se encontraba aquel ser extraño; deseoso y curioso de saber más sobre el chico frente suyo, quien hace algunas horas había visto protagonizar aquella majestuosa y realmente perturbadora escena.