II

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Después de la partida de su amante, y ya sin amigos con quiénes contar, Arthur se quedó por un largo tiempo solo en ese departamento en donde convivió con su pareja. Entonces sus días empezaron a consistir en simples rutinas envueltas en un bucle donde esperaba la noche para tratar de conciliar el sueño que nunca llegaría.

Sin embargo, ese automatismo se rompería con la primera visita de su madre.

Esa dama de carácter frágil comenzó a recurrir su domicilio, al principio dejando bajo su puerta cartas llenas de consuelo y días después, ya sentada en su sofá trayendo consigo dulzura y regaños. Arthur no recuerda a ciencia cierta si fue él mismo quien la llamó o si ella llegó por cuenta propia, pero agradeció en silencio que esta jamás le juzgara. Un error tras otro y su madre seguía confiando en que su hijo recobraría su camino heterosexual para así darle los nietos que siempre deseó.

Toda su vida era un desastre y su progenitora acostumbró a atribuirse ese peso. Pero no fue personal, su conducta emocional se limitaba a usar a las personas para estar bien consigo mismo.

"—Por favor, ya deja de torturarte...

—No es una tortura, sólo digo la verdad.

—Detén esto... ¿Por qué lo sigues haciendo, Arthur?

—Porque por mi culpa está muerto, madre."

Dos meses después, y al igual que Matt, su madre dejó de visitarlo. Ya no dejaba cartas bajo la puerta, ya no traía consigo sus palabras de afecto. Arthur perdió por completo su rastro. Simplemente un día recibió un sencillo mensaje de texto que redactaba un "ella no volverá". 

Esa misma tarde, las noticias narraron el hallazgo del cuerpo de una mujer que habría cometido suicidio en un descampado.

Ahora, el hombre a quien llamó padre tampoco fue mejor que la despreocupación de su madre. Todos quienes conocieron a ese infeliz le tuvieron terror. Después de todo su carta de presentación eran sus antecedentes por asesinar a sangre fría a quien se cruzara en su camino. Ese hombre fue conocido durante muchos años como "El mejor asesino de Europa". Título que le perteneció hasta que una bala perdida llegó a su cien.

"—Mamá, ¿por qué papi trae ropa manchada cada que vuelve de trabajar?

En su cumpleaños número siete no recibió carros de diferentes tamaños o muñecos de doble acción, ni tuvo una gran fiesta de cumpleaños con muchos niños de su edad riendo por las tonterías del payaso de turno. Nada de eso le sucedió. Pues a pesar de los gritos y lamentos, sus obsequios llegaron en forma de golpes y sangre por parte de su padre; quien creyó que de esa manera su hijo se internaría por completo a ese mundo de horror. 

Todo el infierno empeoró cuando con tan sólo quince años, su padre lo encontró teniendo sexo con un trabajador.

"Me gusta dar a otros hombres", confesó Arthur esa noche, de donde solo recuerda los azotes que su padre le proporcionó lleno de furia. Porque claro, a ese tipo le importó más la orientación sexual de su hijo que el hecho de criarlo en un entorno lleno de muerte y dolor.

Es por eso que un día, y sin miramientos, le disparó en la cabeza.

¿Creen que es un miserable por matar a su propio padre? Estupideces, nadie puede saber con certeza lo abominable que fue su niñez gracias a ese hombre. Ver como su infancia le era arrebatada para exponerle una inmunda realidad que nunca mereció ver a tan corta edad; en el que a los once años aprendió a usar un arma y a los doce cometió su primer crimen. Lo recuerda con claridad por ser el día en el cual aprendió la lección que se colaría por sus huesos: la vida no vale nada. Un día estás vivo, al siguiente te mueres.

El trauma por dispararle a esa niña de cinco años, sólo porque su familia no pagó una cuota, le siguió en tantas pesadillas. ¿Acaso el mundo de un chiquillo debía ser así? ¿Era normal llegar a casa teniendo tus ropas manchadas de sangre ajena?

"—Aprende algo, maldito bastardo: en la cruda calle nadie te cuidará, aquí estás solo. Si te mueres, al mundo le importará muy poco."

A sus dieciséis años se fue de casa y empezó a hacerse cargo del puesto de su padre y de todos sus antiguos discípulos. ¿Ocasionaría el mismo miedo como alguna vez su progenitor causó?, ¿asesinaría a inocentes por una buena cantidad de billetes? Claro que lo haría. Arthur nunca conoció otra vida y si ese era el destino que Dios le había impuesto, lo acataría.

"—Si el estrés del trabajo lo consume, puede llamarme a cualquier hora para charlar. Somos amigos y siempre estaré para escucharlo.

—Entonces creo que te tomaré la palabra, ángel.

—U-usted prometió que dejaría de llamarme así, es vergonzoso.

—Sé lo que prometí, pero jamás dije que lo cumpliría."

Despertó de su ensueño y suspiró. Aun y con todo el control que supo ganar con los años, no lograba apartar el vacío interior que crecía con más fuerza. Observó la bebida que yacía fría y otra aflicción se coló a su pecho. Entonces, el arrepentimiento volvió.

Si tan sólo ese día no hubiera ingresado a aquella cafetería y si tan sólo no se hubiera obsesionado con su sonrisa, sólo así él seguiría vivo.

"—Buenas tardes. —sonrió y se inclinó a de una manera gentil— Lamento si le molesto, pero... no pude evitar sentir su mirada en mí. Vi que también está solo, así que quise preguntarle si podríamos compartir la mesa para hacernos compañía. Mucho gusto, acabo de llegar a la ciudad... mi nombre es Kiku Honda''

Come back with me (Asakiku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora