III

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¿Entendiste, Arthur?, ¿Arthur?

Ah, sí... si entendí.

¿Qué te pasa ahora? andas distraído y a todo respondes con un 'si' o un 'no sé'.

Francis, ¿podrías dejar de ser tan imbécil? No me estreses otra vez con tus tonterías sin sentido.

—¡¿Ah?! ¿Quieres que te haga un agujero en la cabeza?

¡Basta o se saldrá todo de control de nuevo! –entró en la discusión un hombre de rasgos orientales y coletaDejen de comportarse como unos niños y volvamos al plan inicial.

—Como quieran... —resopló Arthur mientras recogía las hojas anteriormente esparcidas sobre la mesa— Entonces debemos ingresar a la casa del ministro, darle dos tiros, recoger los archivos y luego ir a por su hijo, ¿correcto?

¿Acaso no escuchaste nada? Es ir a por el cerdo y matar a su esposa. No tocaremos al niño aún. Maldición Arthur... ¡Es como si estuvieras enamorado!

Si bien Bonnefoy jamás acertaba a la primera, tal parecía que ese era su día de suerte, pues las mejillas del otro rubio se encendieron cuales lámparas al rojo vivo.

¡Entonces era eso! se empezó a burlar el francés, abrazándolo por la espalda¡el demonio cejón cree estar enamorado y confunde esos sentimientos con su calentura! ¿Entonces quieres cogerte alguna mujerzuela del distrito?

—Ni que tuviera tus horribles gustos. —le regañó, apartándolo de su lado— En un chico, lo conocí hace unos meses. No es de aquí por lógica no sabe nada de mí. Únicamente conoce mi nombre y ya.

La habitación se vio envuelta de un silencio incómodo y superficial. Arthur lo notó y con una mirada se lo hizo saber a sus compañeros.

—No sé qué tenga entre manos, jefe. —empezó el chino—, pero lo que fuese que esté haciendo con ese sujeto es mejor que lo deje. No le llevará a nada enamorarse ahora. Aventuras y coger sin parar, sí. Amor, ni lo piense.

—Yao, cuando necesite de tu opinión, te llamaré. La verdad no sé ni porque se los conté. No quiero oír más sobre el tema, ¿entendido? —observó cómo los hombres frente a él asintieron— Bien, vayamos por el malnacido. 

Arthur salió del lugar dejando a su tras a los dos hombres que por años han seguido sus pasos, pero que ahora no se encontraban nada satisfechos.

—Esto traerá problemas, Francis.

—Tranquilo, con tal que este nuevo juguete no se interponga en el trabajo, todo seguirá bien.

Los dos se observaron y asintieron como si conjuntaran algo en dúo. Empezaron a recoger los documentos que adornaban la mesa de juntas y empezaron a alistar los armamentos que llevarían al próximo encuentro; pero antes de abandonar la habitación, un muchacho de cabellos rubios y ojos azules ingresó.

—Disculpen... Me han dicho que aquí puedo encontrar el grupo de Arthur Kirkland. —sonrió con entusiasmo y malicia encubierta— Me gustaría aprender de ustedes y de lo que les hacen a los malditos entrometidos. Soy Alfred, estoy a su disposición"

Desde muy joven Arthur empezó a defraudar a las personas que depositaron en él su confianza, incluyendo tanto a mujeres como hombres que obedecían a cada uno de sus caprichos. Durante un largo tiempo jugó con corazones enamorados que luego solo abandonaría a su suerte. Tampoco era necesario explicar su inexistente empatía con sus pares; así fue domesticado y fue así como aprendió a existir.

Sus amigos lo perdonaron, sus amantes lo repudiaron y otros simplemente desaparecieron. Pero, entre tantas personas, estuvo a Alfred Jones, el nuevo recluta que Francis aceptó. El hombre americano se presentó ante él y le confesó su "amor a primera vista". Obviamente Arthur le rechazó, explicándole que él no necesitaba a nadie en su vida o siquiera pensar en tener una aventura con alguien. Más tarde que nunca, Jone se enteró de la relación que recién iniciaba entre Arthur y el ángel.

"—Quiero hacerte feliz, por favor, permíteme estar a tu lado.

—Olvídalo, sabes que tengo pareja

—Él no se enterará."

Come back with me (Asakiku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora