Sano y Asaltado

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Había transcurrido un rato desde que llegamos al campamento y el oficial reportó la situación previa a todo su regimiento. Hroki ya estaba en cama, y sus heridas estaban siendo atendidas.
Yo por mi parte me encontraba sentada por la fogata ubicada en el centro del lugar, mientras veía a los soldados tomar aguamiel y conversar. Siendo honesta me encontraba un tanto incómoda. Una adolescente bretona en medio de un grupo de soldados rebeldes a los cuales no conocía de nada, era una situación peculiar. Más aún teniendo en cuenta que recién había llegado a Skyrim. Por suerte los soldados tras ver mi evidente incomodidad fueron bastante amistosos conmigo y me brindaron bebida y comida. Además me integraron a sus conversaciones.

Hablábamos entre todos compartiendo historias, chistes y risas. Había uno que sabía tocar el laúd, y otro los tambores. Entre ambos hicieron un dueto, contando historias sobre héroes nórdicos, de sus grandes gestas y fortalezas. Me sorprendió que a pesar de que suelen ser repelentes con aquellos que no sean nórdicos, en mi caso fueron muy amables. Quizás tenía suerte, o quizás solo algunos nórdicos son racistas y la mayoría bastante amigables. Analizando su forma de actuar y el por qué de su causa, pude concluir que la razón por la que los nórdicos muchas veces podían ser tan ególatras se daba en parte al miedo.

Tras la Gran Guerra, y posterior declaración del Concordato Blanco y Dorado, el Dominio de Aldmer había dejado al Imperio prácticamente en ruinas, eliminado el culto a Talos, y cometido todo tipo de crímenes y atrocidades a lo largo de Tamriel. Muchas culturas habían empezado a perder su libertad, su costumbres y su razón de ser. Lo mismo empezó a pasar con los nórdicos hacía unos treinta años. Sentía que los nórdicos tenían miedo a perder su cultura, todo lo que los hace ser lo que son. Impuesto por los Thalmor a la fuerza, los humanos comenzaban a ser esclavos de los elfos. Tal vez por eso muchas de las gentes del norte se comportaban poco amables con otras razas, estaban asustados y defendían a capa y espada las pocas tradiciones que les quedaban.

No obstante pasar una tarde en ese campamento, me hizo ver que no todos los nórdicos eran unos brutos anárquicos. Nunca había sido de juzgar antes de conocer, pero a veces los prejuicios pueden terminar apoderándose de ti, cuando te los repiten incesantemente.

Wolfberth se encontraba hablando con otros Capas de alto rango en su tienda de campaña. Sin importarle mi edad, un soldado me ofreció un poco de aguamiel, la cual acepté y mientras la bebía con curiosidad, una voz alarmada me sacó de mis pensamientos.

-¡Nos quedamos sin pociones e ingredientes!-decía la soldado que atendía a Hroki, Fjotra.

Todos voltearon a verla con preocupación, y empezaron a hablar entre ellos sobre qué debían hacer. Yo me acerqué con paso firme y decidí hablar.

-Yo podría ayudarlo-dije orgullosa a lo que todos hicieron silencio y fijaron sus miradas en mí-conozco un hechizo que puede sanarlo.

-De acuerdo niña, ven rápido-respondió la nórdica.

No me gustaba que me dijeran niña, me hacía sentir inferior. Como si no fuera capaz de nada. Aún así le hice caso sin chistar y entré a la tienda. Vi a Hroki tendido en la camilla aún con su herida ahí, haciéndole sufrir. A pesar de que se veía un poco mejor que cuando llegamos, seguía en mal estado.

-Aún estoy aprendiendo, así que quizás el hechizo no sea tan fuerte como quisiera.

-No importa chica, haz lo que sepas-respondió Fjotra, con cierta desesperación-.

Mis manos habían comenzado a emanar un aura amarillenta, o más bien dorada. Las acerqué a la herida y traté de concentrarme todo lo posible y canalizar todas mis energías en ese hechizo. Estos soldados me habían ayudado a mí, esta era mi oportunidad de devolverles el favor.

Dos ElegidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora