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– ¡Shh! –

Tae arrulló la pequeña criatura. Estaba preocupado por el asiduo llanto, tanto que sus nervios se podían oler de aquí hasta el supermercado de la esquina.

¿Qué debía hacer?

– Solecito, no llores... ¿Tienes hambre? ¿Eh? –

Una vez más, la única respuesta que recibió fue un doloroso sollozo. Él mismo podría jurar que se echaría a llorar en el piso en ese mismo instante. Tenía mucho miedo. Estaba asustado de no poder atender las necesidades de Hoseok como debía. Estaba cansado. Llevaba noches enteras trasnochando y en vela. Taehyung tenía el sueño muy pesado. Tercamente no reposaba como debía puesto que tenía miedo a no poder despertarse en el momento que Hobi decidiera llorar por la madrugada.

Ese rubio muchacho de 23 años sostuvo el biberón hasta que el bebé sobre sus brazos fue adentrándose al mundo de los sueños. En todo el tiempo que llevaba en su casa jamás había llorado con esa necesidad. Algo le molestaba, eso estaba claro, y le partía el corazón no saber la razón.

Dos meses conviviendo con esta pequeña personita fueron suficientes para engatusar la frágil alma de Kim Taehyung. Logró sacarlo adelante a pesar de su inesperada llegada, mas lo que conllevaba ser un padre.

¡Nunca en su vida había pasado por momentos tan desesperantes!

La llegada de HoSeok a su vida significó muchas cosas. Llantos, desasosiego, dolores de cabeza; un sinfín de dificultades que pronto se convertían en banalidades ante las risas, los adorables balbuceos, caritas divertidas....

¡Primeras veces conmovedoras!

El momento en que Hobi intentó caminar por primera vez permanecía frescamente en la memoria de Taehyung como la cena que digirió horas atrás.

Kim se vio a sí mismo perdido entre esos ojos color café con motas semi verdes.

Kim Taehyung era un ser solitario, contrario a lo que muchos pudiesen pensar, también bastante ostensible. Un vehemente beta originario de padres alfas. Toda su vida fue salvaguardado por su familia como la joya más valiosa del museo pues así era considerado por sus padres y hermanos adoptivos mayores. Los omegas en su familia se podían contar con una sola mano y todos eran tratados con el mayor cuidado posible. Kim Taehyung era un beta, pero en su familia era considerado un omega más, a pesar de sus constantes objeciones y actitud dominante.

Todo su vida se había preguntado el porqué. ¿Por qué su familia se empeñaba en tratarlo como algo que ni de cerca era?

A veces podía entenderlos, Tae fue el milagro de sus padres. Una pareja que pensó jamás sería capaz de concebir hijos. Personas que lo han amado hasta el sol de hoy y estaba totalmente seguro de que así sería siempre. Algunas veces resultaban un poco obsesivos, pero era sólo una molesta característica alfa.

Un hipido lo sacó de sus pensamientos. Según la naturaleza los betas no poseían aquel instinto materno que los omega tenían. Esa vena experta y eficaz a la hora de descubrir la razón del llanto de un bebé, el olor de felicidad de las crías, o los gritos asustados en las frías noches. Taehyung no era ningún omega con venas maternas que sabía que hacer al primer momento luego del parto. Kim solo era un beta dueño de muchas inseguridades. No obstante, por su bebé haría hasta lo imposible. Sí, tuvo que leer e investigar sobre el cuidado de neonatos en el internet.

¡Y mil veces sí!

Él gastó una bolsa completa de toallitas limpiadoras cuando le cambió el pañal a Hoseok por primera vez. Estas en lo correcto si infieres que los primeros días se arrasó los ojos de lágrimas cuando no supo qué hacer para mantener su trabajo y el bebé al mismo tiempo.

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