Natalia viene para acá. A hablar conmigo. Es todo lo que mi cabeza repite una y otra vez, en bucle, los veinte minutos que tarda en aparecer por la esquina de la calle. Porque claro, cuando la vea, todos mis pensamientos se disuelven como una pastilla efervescente, pasando a mi estómago en forma de mariposas.
Y, efectivamente, lo hacen. Natalia avanza hacia mí con paso decidido, con las cosas claras y los auriculares puestos, y yo tiemblo como una hoja, pero no dudo en lanzarme a sus brazos. La he cagado tantísimo.
-Natalia, lo siento, lo siento tanto -la abrazo, sintiendo las lágrimas rodar por mis mejillas.- De verdad, he sido tan imbécil, entiendo que no quieras perdonarme pero por fav...
Mi desesperada disculpa es cortada abruptamente por sus labios, que chocan contra los míos. La necesidad con la que me besa hace que la piel se me ponga de gallina.
-Cállate, por Dios, ya sé que las dos hemos sido estúpidas -responde, agitada y sonriéndome. Yo la miro, sin acabar de creerme nada de lo que está pasando.
-Yo... Nat.. Ay... -sollozo, abrazándome a ella. Natalia me envuelve entre sus brazos, dejando que esconda mi rostro en su pecho y que le empape la chaqueta de lágrimas.
-Tranquila Alba, estoy aquí -susurra, acariciándome el pelo. Es cierto. Está aquí y no quiero que se vaya nunca, porque la quiero.
-¿Eso significa que me has perdonado? -pregunto, esperanzada. Nat me mira y sonríe.
-Te mereces tanto como yo una segunda oportunidad. Nos merecemos una oportunidad, Alba.
Se inclina, esta vez despacio. Es un beso anticipado, lento y que se hace de rogar. La nariz de Natalia contra la mía, rozándome, en forma de petición silenciosa frente a la que no puedo sino ceder, ladeando la cabeza y capturando sus labios. Nos besamos, tanteando, buscando y con los nervios a flor de piel, al menos los míos. Mi corazón quiere saltar de mi caja torácica y meterse en su bolsillo, aunque hago lo posible por retenerlo. Las manos de Natalia me agarran por a espalda, acercándome más,y yo suspiro contra su boca, contenta.
Cuando nos separamos, sonrojadas, por la falta de aire o por el encoñamiento que traemos encima, el oxígeno me vuelve a llegar al cerebro y caigo en la cuenta de que estamos en la calle, frente a mi casa.
-Nat... ¿quieres pasar a casa? Se me ha olvidado preguntarte, soy un desastre -lamento, mordiéndome el labio. Natalia niega, sonriendo e inclinándose para darme un pico.
-No puedo pasar a tu casa -comenta, irguiéndose de nuevo. Alzo una ceja, confusa.
-¿Por qué no?
-Porque voy a invitarte a cenar y aún tengo que arreglarme, ¿sabes?
Me río y le doy un golpe suave en el hombro. Será tonta. Ahora seguro que estoy roja, pero por su culpa. Natalia me agarra por la camiseta y, de un tirón, vuelve a juntar nuestros labios.
-Te recojo a las ocho, bombón -comenta. Yo, que me he quedado estática, la veo darse la vuelta y echar a andar.
-¡Natalia! -grito, con el pulso a mil y las mariposas revoloteándome en el estómago. Ella se gira, curiosa, sonriente.- ¿Es una cita?
-Sólo si tú quieres, Reche.
Y así me deja, con la promesa de una cena, la premisa de una cita, el corazón acelerado y las dudas, revoltosas, asaltándome de nuevo. Porque no somos nada, pero ¿quiero serlo? ¿es esto sólo un encoñamiento pasajero o de verdad me gusta Natalia? Y, lo más importante, ¿estoy dispuesta a tener una relación con ella? Una relación seria, quiero decir.
Entonces caigo en la cuenta de que yo también debería arreglarme, porque es una cita, y no quiero ir con una sudadera vieja y manchada de pintura, por muy cómoda que sea. Con la cabeza funcionándome a toda máquina, subo a mi cuarto, abriendo el armario y entrando en pánico al ver que nada de lo que tengo me convence.
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In Art We Trust || albalia
Novela JuvenilLa historieta en la que Alba le da clases de Historia del Arte a Natalia, que liga con todo lo que se mueve (?)